En general, el español medio con algo de poder, es beligerante y agresivo. Como todo individuo poco evolucionado. Una clase de viviente extinguida en los países de la Vieja Europa justo en el mismo periodo, 43 años, de democracia sórdida en España, durante el que ese español al que me refiero se ha ido creciendo a partir de la muerte del dictador. La Segunda Guerra Mundial escarmentó a los pueblos y países que participaron. Pero España no ha pasado esa catarsis. Al contrario. Los descendientes de los vencedores en la guerra civil, que por unos u otros motivos copan casi todas las instituciones del Estado, desde el final de la dictadura se han ido envalentonando. Y si el español medio con algo de poder es beligerante y agresivo, cómo no han de serlo quienes además pueden públicamente proclamarlo. No hay más que observar a los líderes políticos al uso, sus formas y su lenguaje. Hay, además, dos pruebas. La del auge de la ultraderecha "oficial" que en España es franquismo más o menos actualizado, y la reciente sentencia del Tribunal Supremo sobre el asunto catalán. ¡A quién, si no a prepotentes, a individuos de fea catadura sin escrúpulos se les puede ocurrir tratar así la aspiración de al menos media sociedad catalana! El juicio a los gobernantes condenados se puso en marcha con la querella de la Fiscalía General del Estado y el gobierno de la derecha oficial. Pero es que el actual presidente en funciones, perteneciente a ese otro partido cuya ideología viene degenerando casi desde la Transición hasta el escándalo, sumándose a los energúmenos de otros tres partidos, vuelve a enarbolar como castigo el artículo 155; con ello exhibe, otra vez más, su pequeñez mental. Exhuma al dictador, pero para ocupar su espacio el aprendiz de autócrata al menos otros cuatro años...
En fin, que la prudencia, la benevolencia, la magnanimidad, la altura de miras y la capacidad para afrontar problemas dificultosos de este país (siempre con la forma de Estado y la territorialidad pendientes), no son precisamente esa cualidades que, debiendo lucir todo gobernante, puedan esperarse de uno español. Y más grave es el panorama si se tiene en cuenta que el español grande, por ideas y por acciones, siempre acaba retirándose para no llegar al cuerpo a cuerpo en la refriega.
Ésta es la tragedia permanente que recorre la historia de España: la de estar ausentes siempre los mejores; unas veces por prudentes, y otras porque acaban expulsados por gentes de medio pelo y baja estofa...