Finalmente al presidente Piñera de Chile se le cayó la máscara de pseudo demócrata para mostrar la verdadera faz de tiranuelo. Los conjuros demoníacos de los brujos lograron lo que se creía imposible, revivir definitivamente el alma maldita de Pinochet encarnada en el cobarde Piñera y dirigir la brutal, desproporcionada e insólita represión contra el pueblo descontento con las bárbaras medidas neoliberales; la represión no fue sólo con los criminales carabineros –que ya es decir bastante– sino con el ejército más represivo, brutal y criminal de América, el chileno.
No es exagerado decir que Santiago de Chile, bajo la siniestra ley marcial, el toque de queda, el estado excepción, los carros militares y tanquetas en la calle, ver y escuchar al jefe militar de Santiago decir que se impondrá el toque de queda y otras lindesas por el estilo, recuerdan los días trágicos del 11 de septiembre de 1973, y ponen en evidencia que los militares tomaron el poder político y Piñera no es más que un títere del alto mando neofascista para tratar que la situación no se les vaya a ir de las manos al presidente títere.
Tan solo dos días de protestas populares callejeras, que comenzaron por el alza de los pasajes del Metro, bastaron para que la cúpula militar y la oligarquía chilena pusieran sus barbas en remojo, se asustaran como nunca y no sólo apretaron el alicate represivo al máximo e impusieran una virtual ley marcial, con su toque de queda incluido, las detenciones masivas, las torturas y apaleamientos de muchos de los apresados.
Todos estos años, después que los militares pinochetistas se retiraran a sus cuarteles de invierno a dirigir desde la sombras, que falleciera Pinochet y comenzara en Chile el ensayo de una pseudo democracia regida por la Constitución neoliberal elaborada por el tirano, con sus farsas electorales y su alta tasa de miedo y terror subyacente en la conciencia o en el inconsciente del pueblo chileno (depende de las diferentes generaciones de chilenos, los que estaban en 1973 y los nacieron durante la dictadura y la "democracia") que padeció la brutal dictadura. Precisamente a ese espectro siniestro es al que Piñera, el alto mando militar y la oligarquía –y por supuesto el imperialismo yanqui, cuyo embajador está hiper activo en estos días en Santiago– han apelado, sin ver para atrás, prevalidos de la fuerza y no de la razón, de la sensatez, al viejo y odiado expediente de la represión militar al mejor estilo de Pinochet durante su sangriento, criminal y tiránico mandato.
¿Por qué Piñera, cediendo a la aparentemente principal petición del pueblo que protestaba el aumento del precio en el pasaje del Metro, no se detuvo allí, asumiría su derrota política, sino que le da paso a toda la política de corte militarista, altamente represiva contra el pueblo alzado, que llega a los extremos de toque de queda, la virtual suspensión de las garantías constitucionales y otras que buscan revivir el pasado de terror de Pinochet?
Las masas descontentas no se contentan con el retiro de la medida del aumento de los pasajes y siguen con su protesta en las calles de Santiago y de otras populosas capitales y ciudades chilenas. Pasan a una segunda fase, digámoslo así, de la lucha social, económica y política. Sin perfilarse aún los elementos de un programa político definido, aquel enorme movimiento social, de heterogénea composición clasista, sin dirección conocida aparente, que podemos suponer totalmente horizontal y aparentemente espontáneo –¿como los ‘chalecos amarillos’ franceses?– condena el toque de queda y todas las medidas militaristas, no lo acepta y reta al gobierno permaneciendo en las calles, incrementándose la represión policial/militar, condenando ahora abiertamente todas las políticas neoliberales. ¡Ese es el programa!
¿Se precipitaron Piñera, los mandos militares y los sectores más conspicuos de las clases dominantes chilenas en su análisis político al evaluar los acontecimientos –si es que hubo un tal análisis–, cuando todo estos años han habido en Chile hechos políticos aparentemente muchos más graves, violentos e incluso más peligrosos en los gobiernos del propio Piñera y de la señora Bachelet, no me estoy refiriendo a la heroica, valiente y permanente lucha del pueblo Mapuche por sus derechos; sector estigmatizado, segregado, odiado ancestralmente por las clases dominantes chilenas?
Se habla del despertar político del pueblo chileno, de haber perdido el miedo que por años le inoculó en la conciencia y en el torrente sanguíneo el pinochetismo; se afirma incluso que este torrente de masas que se vio en estos dos días en las calles chilenas, conservan y conjugan los movimientos sociales de, por ejemplo la juventud chilena, los estudiantes de secundaria y de las universidades, la izquierda y sus partidos que se han ido recomponiendo, reconstituyendo y fortaleciendo; del poderoso movimiento de los trabajadores y campesinos chilenos. Todo indica una nueva etapa en el cuadro político chileno donde el pueblo pasa a tomar la iniciativa. Creo que apenas estamos viendo los prolegómenos de una nueva era.
Piñera es solo un accidente, su vigencia o su presencia está en juego, él, su grupo, su entorno, jamás pensaron en un estallido social como el que se está viviendo en Chile en estos momentos. Convencidos en la fortaleza de las políticas impuestas por Pinochet desde aquella noche negra del golpe de Estado y el asesinato del Presidente mártir Salvador Allende, que sólo beneficiaron las arcas de las clases dominantes y del imperialismo norteamericano. El rechazo total, absoluto, abrumador expresado en las consignas del pueblo en la calle, es al neoliberalismo. Nadie la acepta porque han sentido sus nefastas consecuencias y allí está planteada la lucha, lograr un giro en las políticas económicas y sociales, pero eso no será posible con Piñera y su gobierno, ¿qué pasará, entonces?
Allí está el quid del asunto y eso explica la militarización del país, tratar de ponerle un freno al tsunami social que ven venir y que arrastrará todo lo que encuentre a su paso, es decir, las políticas y los programas neoliberales. Por lo pronto podemos decir que Piñera está herido de muerte, su permanencia como presidente estás en juego, los fantasmas de los presidentes derrocados por el pueblo en Argentina, Ecuador, Bolivia, Perú gravita sobre el Palacio de la Moneda. Esperemos el desarrollo de los sorprendentes acontecimientos, que al decir de Walter, están en pleno desarrollo, no los va a detener un toque de queda o un estado de emergencia, los tiempos son otros.
(20/10/2019) (humbertocaracola@gmail.com)
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(Miembro de la Unión Nacional de Medios Alternativos y Comunitarios UNAMACI)