Chile en Revolución

Lunes, 28/10/2019 07:34 AM

Ya electo Presidente de la República de Chile, el 5 de Noviembre de 1970. El Dr. Salvador Allende, escoge como escenario el Estadio Nacional de Santiago para dirigir su primer discurso a la Nación. En sus primeras palabras, Allende, reivindica sus antepasados: Lautaro y Caupolicán, Cuauhtémoc y Túpac Amaru, O´Higgins que le dio la independencia política a Chile. Pero, también reivindica a Manuel Rodríguez y Balmaceda. Reivindicándose Bolivariano, Allende, no deja de mencionar en su discurso al Padre Libertador, Simón Bolívar, quien –según Allende- intuyó para Chile: "Si alguna república permanece largo tiempo en América, me inclino a pensar que será la chilena. Jamás se ha extinguido allí el espíritu de la libertad". Sirven, las palabras del Padre Bolívar, para inspirar en Allende, su espíritu igualitario: "Nuestra vía chilena será también la de la igualdad. Igualdad para superar progresivamente la división entre chilenos que explotan y chilenos que son explotados. Igualdad para que cada uno participe de la riqueza común de acuerdo con su trabajo y de modo suficiente para sus necesidades. Igualdad para reducir las enormes diferencias de remuneración por las mismas actividades laborales. La igualdad es imprescindible para reconocer a cada hombre la dignidad y el respeto que debe exigir…" Y desde el Padre Bolívar, definía Allende el camino que transitaría Chile: "el señalado en el programa de la Unidad Popular: el camino al socialismo, en democracia, pluralismo y libertad". Se trataba del único camino para poder superar al Chile que recibía como herencia del subdesarrollo a que parecía condenada la nobel república: "Heredamos una sociedad lacerada por las desigualdades sociales. Una sociedad dividida en clases antagónicas de explotadores y explotados. Una sociedad en que la violencia está incorporada a las instituciones mismas…una sociedad sacrificada por el desempleo…una economía herida por la inflación, que mes tras mes va recortando el mísero salario de los trabajadores y reduciendo a casi nada –cuando llegan a los últimos años de su vida- el ingreso de una existencia de privaciones…una sociedad dependiente, cuyas fuentes fundamentales de riqueza fueron enajenadas por los aliados internos de grandes empresas internacionales…una sociedad frustrada en sus aspiraciones de desarrollo autónomo. Una sociedad dividida, en que se niega a la mayoría de las familias los derechos fundamentales al trabajo, a la educación, a la salud, a la recreación, y hasta a la misma esperanza de un futuro mejor…" Y, remataba el final de su discurso, con un propósito firme y decidido: "¡Basta de desigualdad social!" Qué poco ha variado el Chile presente del recibido en 1970 por Salvador Allende, entonces electo como su Presidente.

Ya, para entonces, Allende, avizoraba el enorme reto que tenía por delante, el cambio institucional reclamaba su urgencia: "Vivimos un momento histórico: la gran transformación de las instituciones políticas de Chile. El instante en que suben al poder, por la voluntad mayoritaria, los partidos y movimientos portavoces de los sectores sociales más postergados…" La necesaria Asamblea Nacional Constituyente, para refundar sobre valores democráticos y sociales la República de Chile. Aparecía Allende, en tiempos de Guerra Fría y la doctrina Monroe en plena vigencia. De inmediato, prendió las alarmas en Washington, quienes le ubicaron como un peligro para la seguridad hemisférica, una "amenaza inusual y extraordinaria", como se le denomina en los tiempos presentes a Venezuela. Y de manera análoga, la conspiración se instala en la Casa Blanca para destruir la supuesta amenaza a los intereses de dominación imperialista que ubicaron en La Moneda. Richard Nixon, entonces conserje del imperio y su asesor de seguridad Henry Kissinger, tal cual Obama o Donald Trump, lo hacen en la actualidad contra la Venezuela Bolivariana. Nixon, instruye a Kissinger de hacer chillar la economía chilena y que no ingrese ni un solo tornillo desde EEUU a ese país. En el presente, se le conoce a esa metodología de agresión a los países no regidos por las directrices de Washington como "Guerra Económica", combinada con las mal llamadas "sanciones" y bloqueos económicos-financieros contra el país objeto de las apetencias del imperio estadounidense. Para entender, lo vivido por Allende y su proceso revolucionario, puesto en marcha, solo basta mirar hacia la Venezuela de nuestros tiempos para comprender a plenitud esa forma de derrocar gobiernos negados a someterse a los dictámenes imperiales. Con la salvedad, que el Manual no les ha funcionado en Venezuela. De inmediato, la CIA activó las fuerzas de la derecha local para que en conjunto con los medios de desinformación, en especial, el diario Mercurio, jugarían un rol estelar en el derrocamiento de Allende y el advenimiento de la dictadura militar, que asumiría la gobernanza del país, en estrecha unión con la burguesía chilena y bajo la regencia de la embajada de EEUU. La Junta Militar, encabezada por Augusto Pinochet, asume el poder después de exterminar miles de chilenos y chilenas, simpatizantes de las ideas del socialismo Allendista. En más de 30 mil, se estimaron los desaparecidos de aquellos tiempos. Con la dictadura, deviene el Neoliberalismo de la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, que asume a Chile como laboratorio social de las ideas desarrolladas por Milton Friedman y sus alumnos. El Neoliberalismo, la "ideología del imperialismo en su fase de hegemonía mundial", como lo definiera el Comandante Fidel, llegaba a Chile sobre los cadáveres de miles de chilenos y chilenas, y pasados 49 años, aún se mantiene intacto como credo económico de la burguesía local, y sus gobiernos de la Concertación entre la derecha y supuesta izquierda, devenida en "socialistas" de mercado.

En el Chile neoliberal de los tiempos post Allende, se privatizó absolutamente todo, menos el aire que respiran los chilenos y chilenas, y la Seguridad Social de las Fuerzas Armadas, que se mantuvieron como herencia del legado Allendista de protección al pueblo. Chile, además, fue convertido en el modelo referencial que utiliza el imperialismo para mostrarles a los pueblos del planeta como modelo a seguir. Los mecanismos financieros del imperialismo, léase: FMI o Banco Mundial, cada vez que se debate sobre economía, resaltan al modelo chileno como ejemplar, un modelo en crecimiento constante pero cuya desigualdad social, acompaña dicho crecimiento en las mismas proporciones, como síntoma ineludible de que cada vez que crece la economía en Chile, crece la pobreza. Se trata, en fin de cuentas, de un modelo totalmente regresivo e inhumano. Un modelo de capitalismo salvaje, en que –efectivamente- las clases opresoras se enriquecen cada vez más, a cuestas de los oprimidos y trabajadores, en general. "La revisión histórica muestra que Chile se ha distinguido siempre por una elevada desigualdad socioeconómica, que ha variado en intensidad y carácter a lo largo del tiempo. En el siglo XX, se observan las mayores fluctuaciones: mientras en las primeras dos décadas las clases altas aún conservaban un predominio político, económico y social casi sin contrapeso, entre 1930 y 1973 hubo un proceso de creciente democratización, de la mano del cual las desigualdades se moderaron. Luego la dictadura militar impuso cambios políticos y económicos que derivaron en nuevas y significativas desigualdades" (Desigualdades. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile, Programa de las Naciones Unidas Para el Desarrollo (PNUD), junio 2017). Los hechos actuales, que ocurren en Chile, ratifican que el modelo impuesto por la dictadura pinochetista ha mantenido su vigencia, y el pueblo se hartó de tanta dosis y ajuste neoliberal. Por el contrario, el informe del PNUD, ratifica lo contrario a lo difundido por la mediática burguesa derechista, ya que señala los años entre 1930 y 1973, como los cuales en que se moderaron las desigualdades sociales y se democratizó Chile. Contrario, al discurso de la Junta Militar y sus herederos de la derecha y del "socialismo" de mercado, Bachelet y compañía, que siempre han sostenido y mentido a la sociedad chilena, acusando al Gobierno de Allende de ser el responsable de todos los males que padece Chile, aún en los tiempos que transcurren en el presente. Los tiempos que transcurren, y que colocan al pueblo chileno de protagonista de la rebelión anti neoliberal, actualmente en curso, es la consecuencia del reencuentro de ese pueblo con su pasado Allendista.

Salvador Allende, el chileno más universal, cuyas ideas han trascendido su tiempo y hoy recobran vigencia, en un pueblo en rebelión contra más de 30 años de opresión y explotación, sometidos a la esclavitud del mercado. Ha dicho basta, y no han bastado Carabineros, ni el Ejército, para reprenderlos y someterlos a la indiferencia social de lo que ocurre en la patria de O´Higgins. Ha tomado, el pueblo, el protagonismo político de la Nación chilena y el futuro, ahora le pertenece. Ha dicho: ¡Basta de neoliberalismo pinochetista! Y reclama la salida de Piñera, la elección de una Asamblea Nacional Constituyente para refundar la República sobre bases realmente democráticas, que reivindiquen el Estado Social de Derecho y de Justicia, al mismo estilo Bolivariano. Una República, equitativa e igualitaria, como soñara Allende. En fin, ponerle punto final al modelo capitalista neoliberal. Tal cual, lo reivindicara el Premio Nacional de Ciencias Exactas en 2017, José Maza: "Yo rescato y respeto muchísimo la figura de Allende, por algo muy simple: intentó que todos seamos seres humanos, ya que en Chile por 200 años está la gente como unos y otros". Y agregó: "Había el pensamiento de que los campesinos o los obreros tienen un poco más de derechos que los burros, pero no tanto tampoco, entonces, este país tan clasista y peyorativo, tuvo con Allende un intento de darles derechos a todas las personas… pero claro, su ingenuidad fue creer que una concentración de 500 mil obreros en la Alameda, iba a poder más que los Matte, Angellini, Paulmann, Luksic o los Piñera"…

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