El economista criollo analiza que está pasando con los gobiernos de derecha en América Latina
Por: Andrés Giussepe
Miércoles, 06/11/2019 07:47 AM
En la primera semana del mes de noviembre de 2019, la mayoría de los países de América del Sur dominados por gobiernos de derecha, están viviendo un sistemático proceso de transformación y cambios. Estamos enterándonos por los medios de comunicación y redes sociales que está emergiendo un proceso de metamorfosis política en Chile, Ecuador, Perú, Honduras, Haití, Uruguay y Argentina, donde la población está rechazando y protestando masivamente contra sus gobiernos de turno.
En el caso de los chilenos, están destruyendo su propio país, que según las estadísticas, la totalidad de sus riquezas le pertenecen al 1% de población. No obstante, en el caso de Argentina, el pueblo decidió por la vía electoral salir de ese “paquete”. No permitió ni un día más que el gobierno de Macri los siguiera empobreciendo y se fueron masivamente a las urnas electorales y decidieron que más nunca aceptarán al Fondo Monetario Internacional ni a su paquete neoliberal en el país.
La interpretación que damos de los resultados electorales argentinos, es que la población prefiere gobiernos que miren hacia abajo, a la mayoría, que manden en función de mejorarles la calidad de vida a todos por igual, y no a aquellos que sólo mandan para las élites y sus aliados internacionales.
Al parecer esa tendencia es indetenible en la región. Estos cambios podría alterar la estructura del sistema político internacional y a pesar de las amenazas imperiales, probablemente, en el futuro se continuarán expandiendo por todo el continente americano.
¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN LA REGIÓN?
¿Por qué se está dando este fenómeno social en la región? En primer lugar, porque la población latinoamericana está muy politizada. Está intentando reencontrarse con los asuntos del Estado, del sistema político, para incidir en las formas de gobierno, para que manden realmente con el pueblo y para el pueblo. Es una visión de la política que evidentemente mira hacia la izquierda y no hacia la derecha.
Es una transición interesante. Parece que los pueblos se levantan para exigirles a sus gobernantes profundas transformaciones sociales, de encaminar la sociedad hacia la apropiación popular y en destruir las antiguas relaciones de producción.
Al mismo tiempo, están exigiendo que se construyan nuevas formas de vinculación el aparato estatal con las masas, elaborar nuevas constituciones y leyes que mejoren las formas jurídicas de propiedad en función de la mayoría y no de las élites empresariales, banqueras y financieras, pero que fundamentalmente, tienda a detener la desigualdad existente en la mayoría de sus habitantes, como igual ocurre la mayoría de los países del planeta.
Porque allí está el meollo del asunto.
¿QUÉ TIPO DE GOBIERNO QUIERE LA GENTE?
Lo que realmente quiere la gente es: que existan gobiernos que se esfuercen por disminuir los niveles de desigualdad y pobreza existente. Pero que sean mejoras reales, que no sean cifras maquilladas como ocurría en Chile, donde el Fondo Monetario Internacional y las Calificadoras de Riesgos internacionales decían que era el mejor país, el más estable social y macroeconómicamente.
Hemos visto todo lo contrario, que todo eso era mentiras. Que calificaban a Chile como la panacea de la región, el modelo económico y político ideal, pero realmente la gente está pasando trabajo, padeciendo el robo continuado por las élites y se cansaron de tanto sufrimiento, represión y chantaje del Gobierno de Piñera.
Como vemos, estamos en presencia de gobiernos en decadencias, ilegítimos por demás, que impulsan sistemas que cada vez son más incapaces de presentar una propuesta para la sociedad en su conjunto, para solucionar conflictos de clases, para encontrar instancias de mediación política y de unidad nacional entre sectores de izquierda, de centro, de derecha y sus matices.
Son gobiernos que no encuentran espacios reales de toma de decisiones colectivas, de coordinación social, porque insistieron en mantenerse fuera del alcance de los grupos sociales y responderles sólo a las élites ambiciosas de riquezas y de poder, jugando a mantener el status quo de los intereses corporativos y grupales alineados al Imperio del Norte.
Son gobiernos que se apropiaron del Estado y se alejaron de la centralidad política y económica y se fueron a los extremos, al radicalismo, al discurso maniqueísta, divisorio y excluyente. Son formas de gobiernos donde la producción y el control del excedente siguen sujetos a las contradicciones específicas del capitalismo y sus tendencias a la explotación, a los negocios ocultos y la corrupción, a la destrucción de la naturaleza, a la deshumanización del trabajo, etc.
Son gobiernos donde el proceso de extracción, explotación y utilización de los excedentes de las riquezas comunes de la sociedad están altamente politizados, administrados y distribuidos con una racionalidad estrictamente capitalista: sin considerar el mejoramiento de las condiciones de vida del colectivo, de las masas, sino de individualidades y sobrevivientes a un tipo de relaciones basadas en la competencia y no en la equidad.
Finalmente, son formas de gobiernos que tienden a la monopolización del poder y de los privilegios que de él se desprenden y lo controlan una reducida clase dirigente, y que para mantenerse anclados a ese poder, desarrollan regímenes represivos con visos abiertos de autoritarismo.
Ante este tipo de gobiernos es que se están revelando los pueblos de Latinoamérica, emergiendo un movimiento genuinamente democrático y emancipador originado desde abajo, como lo dije anteriormente, de manera espontánea.
¿QUÉ ESPERA LA GENTE REALMENTE DE LOS GOBIERNOS?
Lo cierto es que, la gente de a pie quiere vivir bien, nadie quiere estar en la pobreza de manera eterna. Todos queremos sentirnos que realmente estamos viviendo bien, vivirlo, contemplarlo, que cada día estamos mejores. ¡Nadie quiere estar entrando y saliendo de la pobreza cada cierto tiempo, cuando los políticos así lo deseen! ¡NO!.
La mayoría de los trabajadores quieren sentirse anímicamente felices de ser un trabajador, de tener un empleo digno, que su salario les alcance para un buen vivir, que disfrutan de una mejor calidad de vida todos los días. No quieren sentirse un ejército de reserva laboral. Por el contrario, quieren su libertad para gastar su dinero en lo que quieran y para lo que sea.
En ese sentido, que la población se sienta orgullosa de su gobierno, de su sistema político y económico nacional. Y esa debe ser la principal preocupación de los gobiernos progresistas de la región: mitigar los temores de la población, que son su miedo al desempleo, a la quiebra, a la bancarrota, la pérdida del status social, a la degradación, a la miseria y el hambre.
Todo eso contrasta con las formas de gobiernos que han imperado en América Latina en los últimos años, específicamente, a partir del año 2014, la mayoría dominados por la derecha, como es el caso de Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Perú, Chile, Hondura, Colombia, Haití y Ecuador.
Pero en esa especie de metamorfosis política hacia la izquierda, se han venido propagando las revueltas populares contra los gobiernos neoliberales de la región, por su ineficacia, irracionalidad en la asignación de los recursos, por la corrupción, el despilfarro, disminución de los beneficios laborales y de los pensionados y por las dictaduras de partidos a expensas del trabajador, o como lo llaman los marxistas: del proletariado.