Los ejércitos latinoamericanos, durante doscientos años, han tenido un rol protagónico en la conformación de las sociedades y de los Estados. Han ejercido el poder, han establecido y restablecido el orden social, han luchado unos contra otros y, finalmente, han tenido la última palabra en momentos de coyuntura política. Siempre un militar ha estado de turno, al acecho, para hacerse presente cuando la Patria lo llame. Incluso, los civiles demócratas, cuando ya las cosas se les va de las manos, apelan a las fuerzas armadas para recuperar lo que ahora se llama gobernabilidad.
En este sentido, los ejércitos son organizaciones que se sustentan en una suerte de estructura jerárquica, con funciones específicas según su ámbito de acción, ya sea terrestre, aérea, marítima, lacustre o de orden interno. Se educan según un cuerpo doctrinal e ideológico, y se alimentan de la historia militar que les sirve como legado orientador. Tienen sus códigos y sus héroes, a los que apelan de acuerdo a las circunstancias.
En estos momentos, y de acuerdo al anuncio que hicieron las Fuerzas Armadas de Bolivia, está en ejecución el Plan "Sebastián Pagador", con el objetivo de restablecer el orden interno alterado por manifestaciones populares, luego de la renuncia forzada del presidente Evo Morales, ahora bajo protección del gobierno de México. La poca información que se conoce, da cuenta de sublevaciones protagonizadas por poblaciones de extracción indígena-campesina en las ciudades de El Alto, La Paz, Cochabamba y otras.
Sebastián Pagador, cuyo nombre le ha sido dado al plan militar en ejecución en territorio boliviano, fue un mestizo boliviano, sargento de la milicia, dedicado al comercio y la minería, que combatió los alzamientos indígenas en territorio de la actual Oruro, durante los años 1780 a 1782. En uno de los enfrentamientos, murió a manos de los indígenas. El ejército de Bolivia lo recuerda siempre.