El Reloj del Tiempo

Bolivia y Venezuela, los semilleros de la distorsión hemisférica. Evo no debió exiliarse

Viernes, 22/11/2019 09:47 AM

*"Vamos hacia un mundo de dos ecosistemas, el chino y el estadounidense". Las economías de China y EE UU irán desenganchándose

Las inmigraciones van a continuar porque las estadísticas así lo revelan, más de 700000 personas huyen de los países del Triángulo Norte concebida como Hispania debido a las amenazas, extorsiones, reclutamiento aunado de pandillas y altas tasas de homicidio, otros países por el miedo al sistema político que impera en la región que todavía se mantiene alta y preocupante. Los países que siguen a Honduras en esta categoría, según el informe de la corporación antidelictiva, son Guatemala, Colombia, Uruguay y Nicaragua- Venezuela. Este último sufre desde el pasado 2016, una de las peores crisis sociales en su historia, que reventó en un conflicto que ya deja más de 800 muertos y cientos de heridos y desaparecidos.

El informe coincide y asegura que hay tipos de violencia que no existen en la agenda de estudio, y que esto agrava la situación, teniendo en cuenta que no se habla de ellas porque "son las brutales y, por lo tanto, no alcanzan a salir a la luz pública". En Colombia, entre enero y mayo de este año, ya se habían presentado 3.069 casos más de violencia contra la mujer con respecto a 2017. Eso equivale a que una mujer es agredida cada 28 segundos en el país, 50 mujeres cada día. Ángela Gómez Jutinico, docente de derecho de la Universidad Libre, experta en temas de género, indicó que es un fenómeno más frecuente de lo que se cree, pero "actualmente existe una invisibilización del mismo y una falta de reconocimiento de que existe un problema social".

¿Cuáles son los grandes retos del siglo XXI para el planeta y para Latinoamérica en concreto? De todas las cosas que están yendo mal, ¿qué debería preocuparnos más?.

El problema más obvio al que nos enfrentamos es el del medio ambiente. Debido al cambio climático global, el agotamiento de los recursos y la destrucción medioambiental general, las normas que han gobernado nuestro planeta y que han supuesto la base subyacente de nuestra sociedad están cambiado más rápidamente de lo que podemos percibir, con consecuencias que no podemos imaginar. Los resultados podrían ser tan dramáticos como ciudades inundadas, o tan triviales como unas mayores turbulencias en los vuelos transoceánicos. Regiones muy pobladas del mundo se volverán, posiblemente, inhabitables, y los recursos de los que depende la modernidad se volverán más escasos y caros. Los conflictos podrían exacerbarse cada vez más debido a la escasez, y nuestra capacidad para cooperar a escala global podría verse limitada por un impulso hacia la búsqueda de consuelo en la pequeña tribu. Al ir acercándonos a distintos momentos críticos, la pregunta ya no consiste en cómo detener el cambio climático, sino en cómo adaptarse a sus nuevas normas y límites.

Aunque puede que no suponga un guion tan emocionante, el mundo actual también debe temer los riesgos, generados por el hombre. Hoy día, prácticamente todas las personas son, de algún modo, dependientes del flujo continuo de dinero, bienes, cultura y gente, lo que llamamos «globalización». Este proceso ha traído consigo una abundancia inimaginable para muchos, pero con unos costes enormes en cuanto a nuestro sentido global de comunidad, además de para el medio. Esa abundancia se adquiere, además, con una fragilidad creciente de nuestros sistemas básicos de alimentación, financiación y energía. Más que nunca en la historia de la humanidad, dependemos de que otras partes distantes del mundo hagan su trabajo de forma correcta, ya se trate de producir los alimentos que consumimos, hacer funcionar, con una refrigeración costosa, los barcos en los que viajan, y aceptar algún tipo de pago global que mantenga la máquina en funcionamiento

. Pero ninguna máquina es perfecta, y a medida que hacemos nuestros sistemas más complejos y conectamos más fuertemente cada parte, nos vemos sujetos a la posibilidad de que la propia red se descomponga y nos deje aislados sin estar preparados para la autosuficiencia.

Buena parte de estos sistemas dependen de unas instituciones funcionales. En una interesante paradoja, el sistema globalizado depende más que nunca de normas y de organizaciones capaces de imponerlas. Los mercados necesitan que los estados los protejan, y esto es tan cierto en el siglo XXI como lo fue en el XVI. El mayor riesgo de catástrofes medioambientales y sobre la salud pública también hace más evidentes las funciones coordinadoras del Estado. Los diques no se construyen ni se mantienen solos. Los actores privados no controlarán las epidemias mediante incentivos particulares. Incluso habiendo perdido parte de su autonomía frente a las fuerzas globales, los estados siguen siendo críticos para asegurar la entrega de servicios, para controlar la violencia y para certificar las identidades personales. Pese a ello, los estados actuales viven en una contradicción: al verse acorralados por fuerzas que escapan a su control, las exigencias impuestas sobre ellos crecen exponencialmente. Por lo tanto, como las globalizaciones redistribuyen el trabajo y los ingresos por todo el mundo, los ciudadanos exigen más protección a sus gobiernos. La pregunta sobre «¿quién manda?» sigue siendo crítica para cualquier sistema social, desde la ciudad individual hasta la red global.

Podemos dividir los retos medioambientales entre aquellos que ya son evidentes y los que lo serán más a lo largo del siglo XXI (Banco Mundial, 2016). Entre los primeros, el más obvio es la contaminación que afecta a muchas ciudades de América Latina. En muchos casos, esto procede no tanto de la industria, sino de la concentración masiva en una o dos áreas urbanas de cada país. Esta contaminación puede transmitirse por el aire y se puede decir que, también tiene su origen en el subdesarrollo de las infraestructuras de la recogida de desechos. En muchas ciudades latinoamericanas una cuarta parte de la población no tiene acceso a agua potable o a un sistema de recogida de basuras o a un alcantarillado. Esto supone un importante riesgo para la salud pública. La situación está empeorando a medida que las sequías y su gravedad se vuelven más frecuentes y duras. Los cambios en las precipitaciones están desafiando a los sistemas existentes introduciendo también una variabilidad a la que muchos de esos sistemas no pueden hacer frente, mermando todavía más la calidad de vida de los habitantes de las ciudades.

Lejos de los centros urbanos, la deforestación y los aumentos de temperatura también están amenazando la viabilidad de las comunidades. La deforestación sigue siendo un problema importante en toda esta región, pero especialmente en Brasil. Las temperaturas más altas también están acabando con las redes de agua de los Andes, ya que conducen a la desaparición de los glaciares, y también se relacionan con brotes de enfermedades cada vez más graves y frecuentes. Por supuesto, todo ello presenta una gran variabilidad en la región, que sigue el mismo patrón que el conjunto del planeta: los pobres y los marginados, ya sea en las zonas urbanas o en las rurales, sufren mucho más, tal y como lo atestiguan las mediciones dentro y entre los niveles de desigualdad. Los más desfavorecidos de América Central, por ejemplo, corren mayor peligro de sufrir debido a los desafíos medioambientales.

EE. UU tiene un programa controlado por la CIA para desconcertar a las comunidades indígenas y expulsarlas del corazón amazónico hasta el altiplano andino para controlar los cultivos de Coca y de su harina al procesarla llevar sus productos al mercado para sodomitizar y manipular a los pueblos de la serranía andina mediante el consumo de alimentos manipulados. Por corporaciones y multinacionales norteamericanas. Es un plan conjunto de los países desarrollados en pos de los minerales latinos, el gran problema son los indígenas.

Pero él, hombre silencioso y huraño que ha logrado pasar desapercibido durante años en Estados Unidos y se ha asimilado a la cultura de series de televisión y hamburguesas, solo piensa en una cosa: empezar de nuevo. Ha dejado Texas y acaba de llegar a Wisconsin, donde un antiguo compañero de la guerrilla le conseguirá una habitación amueblada en la ciudad universitaria de Merlow City y se ganará la vida, primero, como conductor de un autobús escolar, y, después, como informante del departamento de seguridad de la universidad. Así, revisando los correos de algunos profesores se encontrará con que la historia de violencia de su país parece no tener fin, pues descubrirá a un profesor que anda tras los pasos de los archivos desclasificados por la CIA sobre Roque Dalton, el poeta y guerrillero salvadoreño a quienes sus compañeros asesinaron tras acusarlo de traidor.

Novela inquietante y, por momentos, bastante perturbadora, que describe un paisaje de aridez y soledad, en «Moronga» el escritor, como en sus anteriores trabajos, está centrada en el corazón de la violencia. Con la distancia que dan los años y al calor de una coyuntura política diferente, ofrece ahora una mirada desde una perspectiva diferente: una mirada que en la lejanía le permite, por un lado, indagar en las consecuencias de un pasado atroz en el corazón de los inmigrantes, y, por otro, realizar una radiografía lo más precisa posible de la sociedad americana: un sitio donde todo el mundo es sospechoso, donde cualquiera se vuelve suspicaz y en el que la violencia, latente, está siempre presente en todas partes, a punto de desmoronarse.

La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, la veterana demócrata que encadena rifirrafes políticos con Donald Trump, uno tras otro, ha puesto en marcha los mecanismos para que se pueda iniciar ahora un impeachment, y determinar con él, si el bloqueo de 400 millones de ayuda y material militar a Ucrania fue una forma de coaccionar al presidente Volodymyr Zemensky desde Washington para que investigara los negocios de Hunter Biden, hijo del ex vicepresidente y candidato demócrata en 2020, Joe Biden. El Wall Street Journal dice que hay pruebas sobre las presiones del presidente hacia su homólogo ucraniano recién elegido en ese sentido, y Pelosi, ante las distintas respuestas de Donald Trump durante los últimos días, ha decidido considerar, al menos investigable, el hecho de que la decisión de paralizar la ayuda pudiera ser una decisión política delictiva de Donald Trump, al ir en contra del interés nacional y servirse para ejecutarla de su poder presidencial.

"Es una violación de la ley y nadie está por encima de la ley". Ha vociferado Pelosi, que se encuentra como pez en el agua de la actualidad al situarse como el estilete del candidato y presidente republicano, ante la audiencia de la Cámara de Representantes de mayoría demócrata, de los candidatos y electores de su partido y ante Joe Biden, favorito, dentro de aquel, del establishment más centrista y liberal. Una maniobra arriesgada por lo lejana de la elección pero que sitúa al Congreso en el foco del debate, cuando a Trump lo que le interesaba era hacer una campaña de perfil bajo para los votantes centristas y de perfil patriótico para los trumpistas convencidos.

Pero poner a Trump en la calle, sacándolo por la ventana del impeachment, necesita unas mayorías muy amplias en las cámaras. Los demócratas pueden alcanzar una mayoría cualificada que tendría que ser analizada

Siempre ha estado planeando sobre la cabeza del presidente Trump. La sombra de un proceso político en su contra, iniciado y aprobado por el Congreso, motivado por algún delito cometido durante la campaña de 2016 o en el ejercicio de la presidencia, que le dejara, como a Pedro Picapiedra, sentado fuera de la Casa Blanca: el impeachment. El juicio político que torturó la memoria demócrata y el futuro de los Clinton cuando el asunto Lewinsky. El proceso que puso en marcha el Congreso tras el Watergate, pero que no se materializó porque antes de verse abatido por la prensa, la oposición y por su propio partido, el presidente republicano, Nixon, dimitió.

Ahora, América Latina un polvorín motivado por los comunistas y activado por Donald Trump para entregárselo a los judíos y serbios para su explotación y administración, atrás quedo Juan Guaido como un mequetrefe que no supo inventarse su propia historia política e ideológica y un Evo Morales que se escuda en su renuncia por cobarde y utilizando muros o banderas de contención, mientras sus hermanos indígenas fallecen, caídos por las balas del ejército y la policía boliviana que es manejada por los derechistas del Medio Oriente, ya esta gente infecto a Sudamérica, no habrá paz por mucho tiempo, hasta la otra generación.

Quien, seguramente, seguirá expandiendo su presencia será China. En muchos países ya se ha consolidado como primera o segunda fuerza de intercambio comercial, y resulta notable el terreno arrebatado en los últimos años a Estados Unidos y a la Unión Europea, gracias a un intercambio que supera los seiscientos millones de dólares y sigue en alza.

. Del mismo modo, la inversión extranjera se eleva de manera sostenida por encima de los 200.000 millones de dólares y busca hacer del continente una suerte de patio trasero que le satisfaga de materias primas para mantener su ritmo de industrialización y, a la vez, se erija como ese escenario particular en el que ubicar buena parte de su industria de productos y servicios. Sin duda, una relación asimétrica y condicionada en favor de China pero que a su vez lastra la misma proyección latinoamericana. Lo anterior, en tanto que, si bien la presencia del gigante asiático, a pesar de la ralentización de su crecimiento económico, retorna beneficios económicos inmediatos para el continente, a su vez dificulta la industrialización autónoma de éste y la posibilidad de consolidar valores agregados propiamente latinoamericanos.

En todo caso, el eje La Habana-Managua-Caracas seguirá siendo el que realmente importa a los intereses geopolíticos de Moscú en la región. Lo anterior, aun cuando estos tres países no atraviesan su mejor momento, y las buenas relaciones y el acercamiento que se llevó a cabo con la Argentina de Cristina Fernández y el Brasil de Lula Da Silva se inscribe en un momento político que parece quedar hoy en día muy alejado.

Los primeros capítulos de Sassoon, en los que recorre al galope la historia de la formación del Estado en el siglo XIX, no son los más interesantes. Cuando evoca la interpretación que hace Gramsci del fracaso de la burguesía italiana, el papel de la clase dirigente japonesa en la industrialización y la difusión de las prácticas políticas democráticas antes de 1914, alcanza sus mejores momentos. Los debates parlamentarios en Francia y Gran Bretaña sobre los argumentos en favor del imperio son un tema de lectura apasionante. El capitalismo avanza "sin objetivo ni proyecto", pero el desorden de este libro es engañoso. En realidad, hay un orden, pero su resultado práctico depende del país y del periodo del que estemos hablando.

Cuando al otro lado del Atlántico se sustituye el Columbus Day (fiesta federal en los EEUU desde 1937) por el Día de las Gentes Indígenas, asimilando la llegada de los españoles a América con el comienzo de uno de los mayores genocidios que ha conocido la historia, el cine se empeña en revivir las gestas de los «conquistadores», que, dicho sea de paso, nunca contaron con una literatura de frontera que, como la norteamericana, los ensalzase, ni mucho menos con un género cinematográfico propio tan persuasivo como el western para blanquear sus desmanes.

Aguirre, la cólera de Dios (1972) de Werner Herzog y El Dorado (1988) de Carlos Saura son quizás dos de los mejores westerns amazónicos, películas que rezuman ese clima de heroísmo, vesania, traición y violencia que en el acervo colectivo parece compendiar el desembarco colonial de España en América.

Dicho desembarco se ve revisitado ahora con la proyección de Conquistadores: Adventum, la nueva serie de Movistar+ sobre el descubrimiento y conquista de América. Igualmente, se anuncia la emisión en 2018 de una serie sobre Hernán Cortés que producen conjuntamente TVE, TV Azteca y Telemundo. Y no acaba ahí la resurrección de la figura del conquistador de México, pues en 2015 se anunció que HBO trabajaba en una serie titulada Cortés, que habría de dirigir Martin Scorsese con Benicio del Toro como protagonista.

También se estrenó Oro, el último film de Agustín Díaz Yanes, con guion de Arturo Pérez Reverte. Ambientado en el siglo XVI, trata de la búsqueda del mítico El Dorado y lleva a los conquistadores en cruel periplo por la selva amazónica, inspirándose en las mortíferas expediciones de Lope de Aguirre el Traidor y Núñez de Balboa.

La intervención militar de Estados Unidos, en sus diversas formas, es uno de los mecanismos del imperialismo, que tiene como objetivos la apropiación de recursos estratégicos, el control territorial, la explotación de la fuerza de trabajo, la expansión del modelo económico neoliberal. Eso se verifica en todos los casos de intervención militar promovidos por el Pentágono, sea en América Latina, donde los principales focos actualmente son Colombia, Haití y Paraguay, Bolivia y Venezuela o en otras regiones, como en Oriente Medio.

La estrategia militar del gobierno estadounidense incluye: implementación de bases militares, entrenamientos y presencia de tropas en territorio extranjero, inversiones en tecnologías de monitoreo, espionaje y proyectos de infraestructura. Esta estrategia está basada en diversos pilares, desde la intervención directa hasta campañas de propaganda y difamación, pasando por procesos de las llamadas "guerras de baja intensidad", que promueven la opresión y estimulan la violencia contra poblaciones de baja renta, urbanas y rurales.


La militarización sirve también para garantizar el lucro de grandes transnacionales. Además de beneficiar a empresas de armamentos, que tuvieron un crecimiento del 60% en sus ventas de 2000 a 2004, la "industria de la guerra" mueve cerca de 196 mil millones de dólares por año en proyectos de infraestructura, asistencia técnica, consultoría, entrenamiento, planificación estratégica, análisis operacional, logística y servicios de seguridad, vigilancia e inteligencia. El proceso de privatización de los servicios militares se ha intensificado en las últimas décadas. Desde 1994, el Departamento de Defensa de EE. UU. ha firmado más de 3.000 contratos con empresas de guerra, que sobrepasan el valor de US$ 300 mil millones.

Estados Unidos mantienen bases militares (725 bases oficiales y otras secretas) en todos los continentes, con excepción de la Antártica. Ese aparato es fundamental para la industria en aquel país, que suministra desde armamentos hasta ropas, comida y los más variados servicios para los soldados. Por ejemplo, con el inicio de la guerra en Irak se encomendaron 273 mil frascos de protector solar de una empresa en Florida llamada Sun Fun Products (Productos Solares Divertidos).



Existen cerca de 500 mil soldados, espías, técnicos, profesores y asesores a servicio del Pentágono y de la CIA trabajando para Estados Unidos en otros países. En abril de 2006, el gobierno estadounidense reforzó la actuación de las tropas de elite del Comando de Operaciones Especiales (cuya sigla en inglés es Socom) en cerca de 20 países en Oriente Medio, África y América Latina. El número de funcionarios de este departamento subió de 40 mil a 53 mil. Desde 2003, el presupuesto del Socom aumentó 60% y debe llegar a US$ 18 mil millones en 2017. Según el periódico The Washington Post, estas misiones incluyen recoger informaciones para la planificación de eventuales acciones militares en países donde no hay guerra o conflicto directo. En América Latina, uno de los principales focos de estas tropas es la Triple Frontera, entre Brasil, Paraguay y Argentina. La estrategia en esta región combina campañas de propaganda sobre una supuesta "amenaza terrorista", con la presencia de militares estadounidenses, favorecida por el acuerdo militar bilateral de Estados Unidos con Paraguay. Para tratar de implicar a Brasil y Argentina en su estrategia, en julio de 2006, el Congreso de Estados Unidos aprobó una resolución pidiendo que el presidente Bush formase una fuerza de tarea para actuar contra el "terrorismo en el hemisferio occidental, especialmente en la Triple Frontera".

El Congreso propone además que Estados Unidos presione a los países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) para que clasifiquen a Hizbollah y Hamas como organizaciones terroristas. La resolución apunta principalmente a que el gobierno brasileño cambie su política externa, que tradicionalmente no acepta el concepto de "organizaciones terroristas", aunque sí el de "actos terroristas". El ejemplo de la Triple Frontera muestra la relación de una estrategia militar con el control de recursos estratégicos. En Paraguay, las elites locales apoyan acciones militares y paramilitares, sobre todo en áreas donde las organizaciones campesinas están más organizadas. El objetivo es expulsar los campesinos de sus tierras para abrir espacio para el latifundio, sobre todo para la producción de soja. Por lo tanto, la región combina intereses estratégicos de Estados Unidos en América del Sur, con la preservación del poder de las oligarquías rurales.

El imperialismo norteamericano sirve tanto a los intereses de las elites extranjeras, cuando de las elites locales. Por eso, depende de la supervivencia de los gobiernos de países periféricos y también de la complicidad de países centrales, como los de la Unión Europea. A su vez, las principales luchas de resistencia contra el imperialismo también combinan estrategias de acción locales y articulación internacional.

En oposición al proceso de militarización en el Continente, fue creada la Campaña por la Desmilitarización de las Américas (CADA). Además de vigilar la presencia militar de Estados Unidos en América Latina, la CADA está contribuyendo a la articulación de luchas populares contra el imperialismo. Las principales propuestas de la CADA son:

- Denunciar la dominación militar de Estados Unidos en América Latina y sus consecuencias, como las violaciones de derechos humanos, la destrucción ambiental y la pérdida de la soberanía y de la autodeterminación de los pueblos.

- Coordinar acciones solidarias y simultáneas, realizar movilizaciones, investigaciones y acciones jurídicas contra el aparato militar de Estados Unidos y en defensa de los derechos humanos.

- Apoyar los movimientos sociales de cada país, que luchan por su tierra, su cultura, su trabajo y su dignidad.

- La construcción de un modelo económico basado en la justicia social y en la solidaridad entre los pueblos.

- La construcción de una alternativa igualitaria y sostenible para la integración latinoamericana.

Intensas luchas de resistencia, combinando movilización local con solidaridad internacional, lograron interrumpir operaciones militares en Vieques, Puerto Rico. Un plebiscito popular obtuvo más de 10 millones de votos en Brasil, impidiendo el control de la base de Alcántara por Estados Unidos. En Costa Rica, un fuerte movimiento popular impidió la presencia de la Academia para el Cumplimiento de La Ley (una versión de la Escuela de las Américas para policías latinoamericanos). Un fuerte movimiento de oposición en Argentina impidió la realización de una operación de entrenamiento liderada por militares estadounidenses para países latinoamericanos, llamada Águilas III. En todo el Continente, desde México, con las luchas populares en Chiapas y Oaxaca, hasta la movilización de pueblos indígenas en Brasil, que ocuparon recientemente la Compañía Vale do Río Doce, una de las mayores mineras del mundo, reflejan el repudio a las políticas de dominación económica y militar. En 2007, movimientos sociales brasileños organizarán un plebiscito popular por la estatización de la Compañía Vale do Río Doce, privatizada en 1997 a través de una subasta fraudulenta La recuperación de fuentes de recursos estratégicos es fundamental. En Bolivia, la fuerte oposición a la política de privatización del agua y del gas natural causó la renuncia de dos presidentes y culminó en la elección de Evo Morales, que garantizó también mayor participación del Estado sobre la actuación de empresas petroleras en el país. En Venezuela, la recuperación del control de PDVSA por el presidente Hugo Chávez fue esencial para la continuidad de la revolución bolivariana. Pero, la izquierda venezolana es regida por ciudadanos incongruentes y afanosos de riquezas, desbarataron todo por la ignorancia y desfachatez de sus principios morales. Evo mostró signos de cobardía ante Camacho y Meza.

El presidente boliviano, debió quedarse en La Paz y El Alto y tener ya conformada sus escuadrillas de protección y bunker en el altiplano andino, el corazón de la apertura de la serranía y que da apertura a los glaciares que dan vida a Argentina, Perú y Bolivia. Indígenas fusilados ante la impericia de un presidente que ha mostrado cobardía, hoy, los presidentes progresistas sí son bulleros en el arte de la publicidad y propaganda, lo deben ser en la defensa del pueblo y debe estar adelante, pero, no lo harán, son neoliberales y manejan su economía, la del Estado, por un túnel subterráneo en deprimencia del pueblo que los eligió.

Y el objetivo fundamental de la acción exterior estadounidense es frenar el auge de China, para lo cual descarrilar su crecimiento y frenar su desarrollo tecnológico son buenos instrumentos, aunque por el camino la economía de EE UU pueda verse perjudicada. Por eso, quienes aventuran una y otra vez que Pekín y Washington aprovecharán alguna cumbre de alto nivel para llegar a un acuerdo que ponga fin a la guerra comercial se equivocan. Sin duda habrá momentos de distensión, que vendrán acompañados de subidas de las bolsas, y que serán más probables conforme se acerquen las elecciones en Estados Unidos. Sin embargo, a lo largo de los próximos años, seguiremos viendo como aumentan las barreras al comercio, la inversión y el libre flujo de tecnología entre ambos países. Y lo harán siguiendo la misma lógica: Washington golpeará primero y Pekín responderá de forma proporcional. Como el temor al ascenso de China es compartido por republicanos y demócratas, un cambio de presidente en EE UU no modificará la situación. Y China, para no mostrar debilidad, siempre responderá con la misma moneda.

Hoy, le toca Bolivia pasar por este paso amargo. Vendrán otras experiencias porque los presidentes progresistas se han desviado al neoliberalismo y la religiosidad para someter a los pueblos, no importándole ni siquiera, quienes militan en sus organizaciones políticas. Uno de los efectos imprevistos de Internet es el fin del periodismo tal y como se conocía hasta ahora. «Antes había que comprar el periódico para leer la sección de deporte, y ahora te diriges a una web especializada solo en deporte con suficientes contenidos nuevos cada día como para llenar diez periódicos» (p. 58). Los costes de producción (palabras, imágenes, vídeos) continúan cayendo, acercándose cada vez más a cero; eso provoca que hay tantas opciones que se genera una ‘crisis de atención’: son los usuarios los que mostrarán ‘qué es lo que interesa’, y eso determinará la creación de noticias; ahora bien, los profesionales humanos son caros: cada vez dependeremos más de redactores no profesionales (amigos que comparten noticias, blogeros, tuits…) y de códigos informáticos que seleccionaran lo ‘relevante’ (p. 59). Jon Pareles, crítico del The New York Times, ha denominado la primera década de 2000 como la de la desintermediación (p. 66), es decir, la de la eliminación del intermediario: Internet proporciona la descentralización del poder. Si antes eran los editores de los periódicos los que cada mañana determinaban qué era ‘lo importante’, siguiendo un modelo paternalista, ahora se puede saltar sobre esos mediadores: en vez de leer su crítica a una conferencia de prensa de la Casa Blanca es posible asistir a esta en directo o leer inmediatamente la transcripción de esa conferencia. Lo mismo pasó con la música: YouTube, Spotify o Apple Music convierten a cada usuario en un crítico directo de las últimas novedades sin necesidad de comprar el disco o de seguir los consejos de nadie. A fin de cuentas, si lo que se escucha no gusta, basta con borrarlo.

Así se avanza hacia la que quizá sea la consecuencia más inesperada en esta época de información global: en vez de interconectar a todo el mundo con lo diverso y lo distinto, la red de redes aísla cada vez más a los usuarios. «Puesto que tu colega de béisbol vive cerca de ti, es probable que comparta muchas de tus opiniones. Es mucho menos probable que conectemos con gente muy distinta de nosotros, ya sea en la red o fuera de ella, y por ende es menos probable que entremos en contacto con diferentes puntos de vista». De hecho, «a medida que el filtrado personalizado mejore, la cantidad de energía que tendremos que dedicar a elegir lo que nos gustaría ver seguirá mermando» .

Sobre Bolivia hay mucho silencio, sabemos quien tiene el control de la prensa, pero, nunca se hablo sobre el papel de nuestras FANB y milicia al lado de Evo, creó no hicieron nada, menos sobre la ayuda prestada por nuestros oficiales pilotos acantonados en plena serranía andina.

Otra consecuencia del filtro es la aparición de una nueva jerarquía de valores. Señala Pariser que, en la medida en que el filtro fomenta la publicidad y el entretenimiento, es mucho más probable que priorice una noticia entretenida pero poco relevante (pone como ejemplo, la nueva ‘conferencia’ de productos de Apple) por encima de noticias importantes pero complicadas o ‘aburridas’ (un conflicto bélico que se eterniza: Afganistán y América del Sur). «La mayoría de los filtros personalizados no tienen modo de destacar lo que realmente importa, pero tiene menos clics. ‘Dale a la gente lo que quiere’ al final no es más que una filosofía inconsistente y superficial»

La superficialidad, sin embargo, no es el principal problema. «El filtro burbuja nos cerca con ideas con las que ya estamos familiarizados (y ya estamos de acuerdo), induciéndonos a un exceso de confianza en nuestros esquemas mentales. En segundo lugar, elimina de nuestro entorno algunos elementos clave que nos hacen querer aprender» .

Pariser recuerda con nostalgia una recomendación de John Stuart Mill: «Apenas es posible sobreestimar el valor que tiene para la mejora de los seres humanos aquello que los pone en contacto con personas distintas a ellos y con maneras de pensar y de obrar diferentes de aquellas con las que están familiarizados» . Parece que la capacidad de hacer de lo ajeno lo propio no es un valor en el mundo de Internet. Los usuarios siguen sus propios esquemas, y estos les provocan ‘sesgos de confirmación’ de modo que solo ven lo que quieren ver. Lo del Sur, es un caso patético de la ignorancia civil al convertir al cuerpo militar en un verdadero armamento de guerra para destruirnos y desmoralizarnos como ciudadanos y esto, es responsabilidad de los comunistas imberbes que actúan como mozos maleteros de las corporaciones neoliberales estadounidenses, traidores de los Libertadores y del pueblo indígena que hoy es masacrado por racistas que se dicen izquierdistas porque fueron a Cuba, a estrecharle la mano al hermano Fidel, allí esta Fujimori Alberto, José Manuel Santos y Sebastián Piñera, asesinos a sueldo, elegidos por los indígenas para ser presidentes.

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