El ciclo de los movimientos progresistas no ha terminado, hay un gradual renacimiento de ese pensamiento progresista en sus diversas y multiformes propuestas en América Latina, la historia se ha vuelto a poner en marcha .
Las comunidades originarias de este continente ejercieron formas de organización social y productivas "socialistas"; un tipo de comunismo primitivo donde las relaciones humanas admitían la propiedad de los medios de producción bajo fuerzas colectivas. Más tarde, en la etapa colonialista, cuando toda la región sudamericana fue incorporada como territorio sometido a los intereses del capitalismo mundial -y, de hecho, lo hicieron posible-, nuestros pueblos han producido sus propias revoluciones para transformar las condiciones históricas de opresión. Lejos de un destino manifiesto y natural, el socialismo en América Latina encontró desde muy pronto sus formas particulares y genuinas. Indígena, campesina, afroamericana, mestiza u obrera, el socialismo representó el levantamiento de las masas populares ante los grandes enemigos del "ser latinoamericano". Y como tal, fue abriendo un caudal de luchas que conducían y conducen a la superación de la dependencia imperialista y el capitalismo.
El socialismo expresa en América del Sur una construcción práctica que la distingue y le otorga identidad. Es esa práctica que, cuando no se somete a los dictados teóricos de ilustrados socialistas, de aquellos que pretenden dirigir los fenómenos revolucionarios por encima de las masas, puede construir y reconstruir sus propias banderas de liberación e independencia, alzando por fin al socialismo como proceso de construcción popular. Semejantes procesos libertarios se han sucedido en procesos específicos, inducidos por tendencias objetivas y subjetivas que anima la realidad latinoamericana en el contexto de desigualdad mundial capitalista. Muchos de esos procesos, de hecho, no se pronunciaron ideológicamente por el socialismo, aunque en los "hechos", en la práctica política, fueron construyendo las bases de una sociedad anticapitalista, antiimperialista, popularmente revolucionaria.
Para construir un pensamiento socialista para el siglo XXI de Enrique Semo : es ante todo necesario tomar en cuenta los profundos cambios que ha vivido el mundo desde la ultima década : la gran revolución informática y robótica, el intenso proceso de globalización, la destrucción sistemática de las organizaciones de los trabajadores y el surgimiento de un pensamiento conservador nuevo, cuyo núcleo vital es el neoliberalismo.
Ideología revolucionaria y práctica revolucionaria: Todo sistema social posee sus crisis. El capitalismo es un sistema de permanente crisis que la ideología dominante intenta encubrir, falsificando la realidad y colocando redes simbólicas precisas sobre el terreno ideológico de las clases populares. Es comprensible para el "sentido común" que exista, muchas veces, un razonamiento escéptico cuando se insiste excesivamente en las oportunidades que brinda la revolución y el socialismo. No sólo porque los países que plantean el socialismo viven bajo procesos de crisis e inestabilidad provocados por las presiones externas que promueven las clases dominantes y el imperialismo, sino porque las nuevas estructuras y alternativas de construcción de poder sufren alteraciones. Ante el nacimiento de nuevas estructuras de poder es evidente enfrentar situaciones y adversidades complejas que, muchas veces, terminan en grandes crisis que desmovilizan a las masas populares. De hecho, en los países donde se construye un nuevo socialismo latinoamericano, si bien existen mayores niveles de estabilidad económica, la agudización de las luchas de clases ha revelado notoriamente las contradicciones y crisis de poder persistentes dentro del capitalismo, cuyo enfrentamiento hacia la construcción del socialismo ahondan aún más los desequilibrios sistémicos.
Pero aquí nos tropezamos ante la paradoja histórica. Porque en lugar de distanciar a las masas populares de la revolución y el socialismo, las crisis o dificultades que presenta la construcción del socialismo, terminan motorizando aún más el apoyo y la dinámica de los sectores populares. En cambio, el profetismo existente en los cuadros e intelectuales reformistas de la revolución (algunos de los cuales ocupan espacios de poder importantes), identifican la sociedad socialista o comunista con la ciudad de Dios, con el reino de los fines, un lugar histórico por excelencia que brinda las condiciones de armonía social plena y eterna. Mientras que las masas populares menos adheridas a una formación académica revolucionaria ven, correctamente, en el socialismo un rumbo de construcción donde las causas de desigualdad pueden ser superadas hacia nuevas formas de vida social pero donde aún perduran escenarios y realidades de crisis o desigualdad, la intelectualidad revolucionaria académica se transforma en una casta temerosa y completamente escéptica del socialismo, siendo su mayor anhelo el reformismo político como bandera de armonía.
Salvando las diferencias políticas e ideológicas, hay un componente de clase, por cierto, imprescindible para esclarecer aquella paradoja. Este componente tiene que ver con la "identidad de clase". Por un lado, muchos intelectuales y sectores progresistas que apoyan ciertamente los procesos revolucionarios actuales en la región, se hallan supeditados fuertemente a una "ideología revolucionaria" que, muchas veces, los separa de una práctica revolucionaria. Es decir, ante situaciones adversas que pueden no corresponder con sus intereses intelectuales o individuales, estos sectores tienden a ejercer un discurso y una práctica política opositora, enérgicamente contraria a los avances de la revolución. Al igual que las clases medias, estos grupos sociales no poseen una fuerte identidad de clases que les permita comprender el contexto político y estructural general por donde transita la revolución. Su identidad de clase es, más bien, sometida a las reglas del discurso ideológico revolucionario que, evidentemente, no alcanza a sujetarse íntegramente a una práctica revolucionaria concreta.
Por otro lado, las clases populares mantienen una identidad de clase dice Diego Tagarelli más coherente a sus propias condiciones de vida (material e intelectual) que sitúa de manera compatible una ideología revolucionaria con sus prácticas propiamente revolucionarias. Un buen ejemplo para comprender estas identidades de clase y sus unidades objetivas entre el discurso, los intereses ideológicos y la práctica revolucionaria es lo que sucede con los sectores populares de Venezuela que apoyan al Presidente Nicolás Maduro.
¿Qué podemos decir sobre el pensamiento marxista y socialista hoy? Constatamos que, después de un prolongado sopor, hay un gradual renacimiento de ese pensamiento en sus diversas y multiformes propuestas en América Latina. Sin embargo, su debilidad sigue siendo la insuficiencia de comprensión de los movimientos sociales contemporáneos y la carencia de teorías generales que permitan hacerlas fluir en un solo torrente anticapitalista. Mientras tanto, la historia se ha vuelto a poner en marcha y los explotados, humillados y ofendidos en todas las latitudes, incluyendo la Europa rica en Francia con los Chaleco Amarillo y la gran potencia de Estados Unidos , han entrado en acción. Sobre todo en América Latina, de la que formamos parte, los pueblos se levantan decididamente contra el neoliberalismo (que es el capitalismo de nuestro tiempo). El ciclo de los movimientos progresistas no ha terminado: Ecuador , Chile , Perú, Brasil Argentina y Colombia, se inicia una nueva fase pese a todos los obstáculos, incluso los golpes de Estado como lo ocurrido con Evo Morales en Bolivia.