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Espectros, en el dinamismo Psuv- Unidas Podemos y Psoe para gobernar en línea

Domingo, 16/02/2020 07:29 AM

Podemos se estrenó en Andalucía con 15 escaños en 2015, con fuerza suficiente para alcanzar acuerdos con el PSOE gobernante, pero puso el mismo empeño que los socialistas en un acuerdo: ninguno. Quien ha intentado descolgar un telón de opacidad sobre sus últimas decisiones, quería que sus negociaciones con el PSOE se retransmitiesen por Canal Sur. Ni ella ni Susana Díaz deseaban gobernar juntas, pero la legislatura duró años y hubo ocasiones en que Podemos podría haber forzado al PSOE a negociaciones parciales, para modificar ciertas leyes, para incluir reformas, pero se acabó el mandato y no hubo nada.

Gracias al sostén territorial de Izquierda Unida, Adelante Andalucía obtuvo 17 escaños en las elecciones de 2018 y, aunque ya no fuese posible influir en el Gobierno, no ha habido ninguna estrategia común con el PSOE. Ni siquiera el intento. Como Díaz, Rodríguez sólo quiere gobernar en solitario, por una imposible mayoría absoluta.

Teresa Rodríguez y sus anticapis son la mayor expresión de la izquierda no útil. Si pudiendo gobernar, se rechaza, ¿para que se presentan a unas elecciones? Debe ser un caso único en el mundo. Las bases andaluzas de Podemos aprobaron la entrada en el Gobierno de Pedro Sánchez, pero sus dirigentes se marchan al ver concluida la coalición. Es ahora cuando, de verdad, podrían cambiar la vida de esa gente de la que tanto hablan, cuando tienen acceso a los ministros, cuando hay poder para la iniciativa legislativa, cuando se influye en los presupuestos. Es un portazo a la política para encapsularse como lo que siempre han sido, unos adolescentes fósiles.

Fuese y no hubo nada. Éste es el resumen de las dos legislaturas de los anticapis en el Parlamento andaluz. Más allá de la denuncia general de los males del mundo, no ha habido nada.

La escenificación de la salida muestra el absoluto disparate en el que viven. Teresa Rodríguez se va de Podemos, pero quiere quedarse en y con Adelante Andalucía, a pesar de que es un partido registrado por Izquierda Unida y los morados. Atacó a los periodistas por desvelar su marcha antes de la fecha que ella eligió -el jueves-, aunque lo había pactado con Pablo Iglesias en días pasados. Asegura que quiere liderar "un nuevo sujeto político", pero censura a quienes concluyen que eso significa la aparición de un nuevo partido. Y se convierte en andalucista, que es la última ideología donde los trotskistas van a perpetrar su entrismo.

Cuando éramos pibes, supe algunos bares de Tenerife estaban presididos por un retrato de Carlos Andrés Pérez vestido de dignatario bananero, con gran despliegue de gomina y banda presidencial tricolor. Eran los negocios de los isleños que habían emigrado a Venezuela durante los años más duros de la posguerra, muchas veces jugándose el pellejo en unas embarcaciones similares a las pateras; locales de tipos rudos que hablaban un español desganado y que, en cuanto consiguieron ahorrar unos dólares, regresaron al archipiélago para montar unos antros en los que la salsa sonaba a todo trapo en radiocasetes japoneses. El porqué rendían culto al retrato de semejante pájaro es algo que se nos escapa. Algún tipo de aprecio le tendrían. Hoy, sin embargo, en los locales de la muy amplia comunidad venezolana en Canarias no se ven retratos de Chávez o Maduro. Acabarían en el pilón. Carlos Andrés Pérez fue un corrupto insomne, pero no jodió el país como lo han hecho los bolivarianos, quienes además de ladrones han convertido a Venezuela en erial sin libertades ni plata. Como diría el general Miranda: "Esa gente sólo sabe armar bochinche".

Mi mamá es la menor de uno de los mozalbetes que se vinieron de Canarias a Venezuela, creo, le tuvieron pavor al franquismo y se instalaron en un terrenal que le llamaron Las Clavellinas y muy cerca del dique de agua de San Esteban, pueblo. Eran ocho hermanos, pero, siempre iba a las casonas de Antonio, Alejandro y Celestino, que de suponer era el padre de mi madre Eva. Ella huyo a los Estados Unidos de Norteamérica porque no quiere saber más de izquierdismo, mi papá la correteó mucho con esas ideas locas y, un buen día llegó a La Habana y le estrecho las manos al mismo Che y a Fidel Alejandro Castro Ruz. Luego colocó en Ciudad Ojeda un gran retrato de Carlos Andrés Pérez de casi igual dimensión y al transcurrir los años coloque en mi cuarto, otro parecido. Es que eran la misma gente, con la diferencia que Betancourt estaba vigilante y no permitía filtraciones, porque los procedimientos jurídicos para los levantados en armas eran casi igual al tiempo de la gomera. La imprenta de Don Rómulo no estaba en Caracas, se encontraba en la finca de Mélida, hermana de papá y que, hoy, en ese lugar en la parte de atrás se encuentra el Hospital de Ciudad Ojeda. Edo Zulia. Mi papá, era familiar, a su vez, de Morán, el hombre del bisturí y nació en La Cañada en Maracaibo.

Ahora, se encuentran muchos chavistas en Canarias, pensando que el universo de la gente somos ignorantes y disfrutan de lo robado a la nación de manera excesiva que llevaron al Estado a un caos económico y culpan a Trump por esto.

Bochinche fue también el que vivimos el miércoles en el Congreso de los Diputados durante una sesión en la que el Gobierno se empeñó en seguir mintiendo a los ciudadanos sobre la entrevista en Barajas entre el ministro Ábalos y la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez, cuyo dulce nombre de telenovela no debe esconder la siniestra realidad de un régimen sátrapa. Hay voces que apuntan a que Ábalos ha sido un pardillo al que alguien de su propio partido metió en la boca del lobo (¡ay los compañeros de lucha!) pero, mientras todo esto se aclara, sería un detalle de elegancia política contar de una vez por todas la verdad y no marear al personal con versiones y contra versiones cada vez más increíbles. Sin embargo, más que el breve encuentro Ábalos-Rodríguez, lo que llamó la atención de la sesión en el Congreso fue el cambio de actitud de Pedro Sánchez hacia Venezuela. El presi ha pasado de ser ferviente defensor de la legitimidad gubernamental de Juan Guaido a rebajarlo a jefe de la oposición. No es nada personal, Sánchez es así, un hombre capaz de sacrificarlo todo con tal de seguir en una poltrona que ahora sólo le puede garantizar Podemos, el fiel aliado de Maduro en España. El presidente ya ha vendido a los constitucionalistas catalanes para contentar a ERC, ¿por qué no iba a hacer lo mismo con los demócratas venezolanos? Bochinche, sólo bochinche.

Pero, la verdad, es otra. Los pardillos andan asustados

Unos aprovechan la bajada de la Bolsa -lógica y normal en un momento de incertidumbre política- para decirnos que vamos camino del abismo económico y que este país se va a quedar hecho unos zorros. Otros, que hace solos seis meses tuvieron la oportunidad de entrar en el Gobierno y aplicar sus medidas, aseguran que el populismo nos dirige hacia el caos y que nos vayamos preparando para lo peor. Como en Venezuela, va a ser terrible este año, mi país ha dado mucho oro ha países que no reflejan nuestro horizonte étnico y por no colgar a algunos funcionarios de las grúas como lo viene haciendo China con los corruptos, nos siguen saqueando con la venia de la alta esfera militar y civil.

Los extremistas van más allá y hablan de cartillas de racionamiento y de que no hay ningún tren más importante que la unidad de España, intentando convencer a las formaciones territoriales que están en el nuevo Congreso para que no apoyen al lobo que se nos va a comer vivos. Pero, Zapatero abogo por los musulmanes y los refugiados migrantes, pensando que de esta manera la izquierda iba a tomar todo el poder en línea directa desde Madrid hasta Argentina, haciendo una parada en Bolivia por el Litio y la hoja de Coca que es desde medicinal hasta andar felices. Y luego están los periodistas y analistas de ‘Madrid’ que echan gasolina al fuego, diciendo que el Gobierno PSOE-Podemos va a tener que pagar peaje para sumar los votos de gente de provincias como los de Teruel, los cántabros, los gallegos o los canarios. Esos mismos periodistas y analistas nunca fueron tan beligerantes ante el injusto reparto del dinero entre territorios, siempre favoreciendo al que más daba al gobierno de turno y, sobre todo, a las zonas más ricas y pobladas.

Así que, debemos tener cuidado con los precipicios. Todos estos vaticinios los veo con mucha distancia, probablemente porque soy aragonés, un territorio donde jamás ha habido mayorías absolutas y donde siempre ha habido que hacer encaje de bolillos para llegar al Pignatelli. Aquí, en Aragón, tenemos desde el verano un gobierno cuatripartito, cada uno de su padre y de su madre y, que yo sepa, no estamos en ningún precipicio. Así que menos anuncios catastróficos y más paciencia. Si PSOE y Podemos con el Psuv Venezuela logran los apoyos, que se pongan a trabajar lo antes posible. Y ya habrá tiempo de criticar o alabar sus políticas. De momento, lo mejor es no hacer mucho caso a los videntes que nos ven asomados al abismo

En cualquiera de los espectáculos que se desarrollan frente a un patio de butacas lo habitual es pedir en taquilla localidades centraditas, término que en la nueva política representa casi un desaire. Como a TJ al tejado, a los diputados de Vox los volvieron en estos días a mandar al gallinero, todo interior, salvo el escaño con vistas de Santiago Abascal. Tiene razón Iván Espinosa de los Monteros cuando habla de «cacicada» para protestar por la situación de sus sillones, esturreados por los márgenes de un hemiciclo cuyas zonas nobles maneja y reparte lo que queda del bipartidismo. Espinosa de los Monteros se queja de la cacicada, pero en el fondo y al fondo está encantado. El victimismo y el agravio constituyen el alimento de quienes exploran y rentabilizan los extremos. Centraditas no nos quedan.

ay quienes están esperando a que empiecen los fastos del Black Friday, gente sin altura de miras ni capacidad de endeudamiento, para comprar trapos de cocina o cualquier otra macana. El común de los consumidores, sin embargo, se va a dar un festín de tecnología y moda que las estimaciones preliminares sitúan este año en el entorno de los 1.600 millones de euros. España compra y China vende. No hay más que detenerse en la letra pequeña de la etiqueta o el envase para comprobar por qué nos sale tan barata la felicidad que proporcionan las ofertas comerciales que sostienen esta feria. Si vinieran de Hong Kong, donde los paraguas y las protestas, no habría dinero para pagarlas.

los demócratas de Hong Kong ha sido la última extravagancia de un mundo libre cuyo bienestar es inversamente proporcional a la libertad de quienes se lo fabrican por cuatro perras, que no son otros que los chinos, los malos de una película cuya trama es la hipocresía. Envueltos en la bandera del Reino Unido o la estilada del independentismo catalán, fabricadas en serie y en China, los opositores de Hong Kong brindan a la opinión pública occidental la oportunidad de apuntarse a una de tantas causas justas -cambio climático o desigualdad sexual- que marcan la esfera y la empanada mental del progreso de consumo.

Nada hay como ponerse a celebrar la victoria de la oposición de la excolonia británica en las municipales de ayer para ignorar a los chinos y desentenderse del ámbito de aplicación de unos derechos humanos cuya aplicación selectiva, por criterios ideológicos o económicos, representa uno de los grandes avances de nuestra era. No puede ser bueno un partido que se llama Alianza Democrática para la Mejora y el Progreso de Hong Kong, cuyo oficialismo pekinés tira de espaldas y cuya derrota en las urnas, aunque sea en el ámbito municipal de un espacio tan marginal como el que representa Hong Kong en el conjunto de China, va a obligar al régimen de Xi redoblar sus cautelas y contener sus pulsiones totalitarias, lo que le pide el cuerpo. De los casi 1.400 millones de chinos que nunca han participado en unas elecciones libres nos vamos olvidando, como de costumbre, para profundizar en ese simbolismo de Instagram y chichinabo -Greta Thunberg, Leticia Dolera o un demócrata de Hong Kong, bajo el mismo paraguas- que nos hace cada día mejores. Así que compremos suficientes chuches para sentarnos en la poltrona y avistar al presidente Maduro en Madrid y sentarse en la butaca de la Moncloa perteneciente al Rey Felipe, porque se van al barrio.

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