Aventis

El retorno a una trivialidad civil que dibuja un choque de armas

Martes, 18/02/2020 07:41 AM

Es más, sin olvidar a Monnet y su tesis de avanzar mediante pequeños pasos irreversibles en la construcción europea, creo llegado el momento de la ambición y de dar ­pasos mucho más grandes para ultimar la inacabada arquitectura europea. Y sobre todo, estimo llegado el momento de saber exactamente adónde se quiere llegar. Europa tiene que ser capaz de asumir y gestionar su propio destino. En este sentido, es urgente dotar a la UE de un peso global, que sea un notorio actor estratégico... En definitiva, que encuentre un lugar en un mundo completamente distinto del que afrontaron Monnet, Schuman, Adenauer, De Gasperi... en la década de los cincuenta, o Kohl, Mitterrand y el propio Felipe González, en la de los noventa. Cuando se constituyeron las Comunidades Europeas en 1951 y 1957, cuando se perfeccionaron en 1986 y 1992, con el Acta Única Europea o el tratado de Maastricht o, incluso, con el tratado de Lisboa del 2007, las circunstancias históricas eran muy diferentes de las actuales. El actual marco geopolítico, las geoestrategias y las guerras comerciales de la segunda década del siglo XXI nada tienen que ver con el contexto político, económico y social en el que se produjeron los grandes éxitos de la construcción europea.

Hoy la Unión Europea está sometida a presiones, inexistentes décadas atrás, de tres grandes potencias: Estados Unidos, China y Rusia. De una idílica relación atlántica, se ha transitado hacia un repliegue norteamericano de la multilateralidad y a una manifiesta antipatía hacia la unificación europea. China no era una potencia global y ahora, con permiso del coronavirus, compite con ventaja sobre Estados Unidos en la lucha por la hegemonía digital mundial, donde precisamente los europeos ni estamos, ni se nos espera. Y Rusia, que formaba parte del fenecido modelo comunista de la URSS, hoy ejerce como actor estratégico en búsqueda del imperio perdido, y lo hace en conflictos ante los que la UE se muestra incapaz de ejercer su liderazgo. Siria o Libia son sólo algunos ejemplos de ello.

Estas últimas semanas la mayoría de las reacciones al divorcio británico han sido críticas hacia la deriva populista de los defensores del Brexit. Toda crisis lleva aparejada una oportunidad, pero esta no llegará si nos limitamos a condenar el populismo brexiter ignorando las causas sobre las que se sustenta: el temor a los cambios fruto de la globalización; la necesidad de un nuevo contrato social que limite la enorme desigualdad; la inmigración y nuestra vulnerable demografía; el exceso de ingenuidad en determinadas políticas de la UE (¡cuidado con la ingenuidad en la necesaria lucha contra el cambio climático!); la agudización del egoísmo de la nación Estado por la nueva internacional populista de la extrema derecha, y la transformación de la opinión pública a través del impacto de las nuevas tecnologías.

Todos estos retos europeos sólo pueden afrontarse y superarse venciendo la resistencia de los estados miembros a ceder soberanía a la Unión y demostrando esta su capacidad de gestionarla con eficacia. Son tantos los desafíos, las incertidumbres y las amenazas, que la mejor manera de afrontarlos es haciéndolo unidos a los demás. Si no es así, la UE quedará fuera del concierto internacional, con la clara amenaza de salir de la historia y de convertirse en irrelevante y periférica. Como en el Hamlet de ­William Shakespeare, si la duda, la indecisión y la incapacidad de tomar un rumbo acaban corroyendo el alma europea, harán real la hipótesis pesimista de Jürgen Habermas cuando, en septiembre del 2018, hablando sobre "Nuevas perspectivas para Europa", declaraba "no conseguir pensar en ninguna", poniendo, incluso, en tela de juicio las que tenía. Por el contrario, si la UE es capaz de asumir una respuesta común a la pregunta de ¿por qué todos quieren dividirla?, se abrirá una ventana de oportunidad para su refundación. ¡Tiempo no nos sobra y la desunión nos paraliza! La batalla para los próximos presupuestos de la Unión es, en este sentido, poco edificante.

Conviene no olvidar que el punto de no retorno no se percibe hasta que es demasiado tarde.

Así que, viajemos con Rousseau, dejando atrás la promoción del individuo y, atravesemos el espesos histórico de los conceptos para darnos cuenta que en los países socialistas nos encontramos viviendo un verdadero liberalismo y, ya nos bordea una guerra civil provocada por los colectivos y falsos chavistas que controlan a través del adequismo las cajas CLAPS, sí, es el caso de Venezuela. El subjetivismo nos lleva a un camino de ficción de un hombre que se cree emblemático, olvidando el deber que tiene de construir la historia desde una educación dispensada por instituciones y colegios de prestigios que deben resurgir por la presión de la misma sociedad.

¿Hasta cuándo conspiran ciudadanos del Psuv contra el mismo gobierno bolivariano? Es, en efecto una gran paradoja y solo Cuba, quiere cambiar nuestra historia ancestral, porque, un grupo de patriotas no son leales a Bolívar y han olvidado al gran Alí Primera y, solo utilizan los medios propagandísticos para engañar al vecindario. Pero, ya las voces de libertad desean hacerse sentir. Tampoco, somos norteamericanos, unos pocos imberbes hablando de dólares, cuando desconocen el valor de su propia manera, lo más triste, la mayoría son del bolivarianismo o Psuv. Sin duda, los oficiales de armas deben regresar a sus cuarteles y dejar de engañar a la población venezolana con ser milicianos, cuando no aguante tres kilómetros de tránsito armado, menos una trifulca guerrerista, una bocana de virus gripal, los mata en seco, sin lanzar una ráfaga.

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