Estamos atravesado una crisis global cuyo detonante ha sido el coronavirus. Se transformó en el gatillo que disparo una crisis económica que se preparaba como una tormenta perfecta. Desnudó las consecuencias de las políticas de austeridad, la desigualdad creciente, la desarticulación de la salud y los servicios públicos. Los gobiernos dan respuestas represivas sin lograr detener la pandemia y habilitando ganancias extraordinarias para los capitalistas.
El número de personas infectadas por el Coronavirus ya supera las 145 mil en 139 países y se registran más de 5400 muertes. La Organización Mundial de la Salud clasificó al brote como pandemia. Los pueblos del mundo enfrentan no sólo al virus y la enfermedad, sino a la causa real de la pandemia que es el capitalismo.
Las cifras del Covid-19 son alarmantes. Aunque aún no hay datos exactos, su tasa de mortalidad es de alrededor de un 3% y sube rápidamente para los mayores de 60 años y los denominados grupos de riesgo. Es dos veces más contagioso que la gripe, y tarda alrededor de cinco días en manifestar síntomas. Esto contribuye a que llas barreras y cuarentenas de millones no hayan podido frenar su expansión. Hay especialistas que afirman que potencialmente puede llegar a infectar al 40% de la población mundial.
Ajuste y crisis de los sistemas de salud
La pandemia puso en evidencia el colapso de los sistemas de salud agotados por la lógica capitalista de la ganancia, la privatización y el ajuste. En estas condiciones no están preparados para enfrentar el virus. Pese al avance de los tratamientos, de las vacunas, antibióticos y retrovirales que redujeron durante el siglo XX sustancialmente la mortalidad de las epidemias, la debacle del sistema capitalista, la reducción de los presupuestos de salud, la pobreza y el desastre ambiental -todo agravado por la falta de información y prevención-, hacen que las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud sean letra muerta.
Tres factores han obrado sinérgicamente para poner a la población en estado de indefensión.
En primer lugar, la drástica reducción de la inversión social pública como parte de los programas estructurales de ajuste fomentados desde hace muchos años por los gobiernos capitalistas, la troika europea, el FMI, el Banco Mundial y la OMC. Dichas políticas de austeridad social, han degradado la infraestructura de los servicios de salud, conquistas obreras y populares que, como el salario social, la estabilidad laboral, la previsión social, etc. son variables de ajuste de la crisis capitalista en curso.
En segundo lugar, el fomento a las políticas de arancelamiento y privatización de las prestaciones sanitarias. Recomendadas por los mismos organismos y avaladas en los últimos años por la propia OMS.
En tercer lugar, el recorte progresivo a la inversión pública en ciencia, tecnología e investigación. Su prioridad es la defensa de los intereses financieros de las corporaciones farmacéuticas y el complejo médico industrial, con el costo de dejar a millones de personas sin tratamiento para enfermedades emergentes.
El fracaso de los gobiernos para frenar la pandemia
La respuesta de los gobiernos del mundo da testimonio de su fracaso y la incapacidad del sistema para salvaguardar la salud de los pueblos. Desde la burocracia China que ocultó información y desplegó la fuerza de su aparato represivo para intentar minimizar la crisis, hasta el negacionismo anticientífico de Trump y su retórica racista que presenta al virus como peligro extranjero. Otros gobiernos encubren la inacción estatal transfiriendo la responsabilidad al pueblo trabajador. Todo esto, en un marco de décadas de ajuste y privatización de la salud, hizo que se perdiera valioso tiempo para contener el virus y mitigar su impacto.
Frente a la realidad de la pandemia, ahora los gobiernos refuerzan políticas represivas y las ganancias de los capitalistas. Trump ha transformado la pandemia en terreno fértil para las grandes empresas capitalistas privatizando la respuesta. Pone miles de millones en los bolsillos de las corporaciones farmacéuticas para que desarrollen tests y vacunas. Hasta ha acordado con las gigantescas empresas de supermercados, como Wall Mart, para que los centros de diagnóstico rápido se monten en sus estacionamientos. Además, han utilizado al Covid – 19 para inyectar 1,5 billones de dólares en los mercados financieros a través de la FED.
Mientras los capitalistas hacen enormes negocios con la ayuda de los gobiernos, los pueblos del mundo son puestos bajo cuarentena. Crecen las medidas autoritarias que apuntan más a una contención social represiva de la crisis que al distanciamiento social preventivo. Están mas interesados en contener la respuesta popular a sus políticas de austeridad que en contener al virus. En el Estado Español el gobierno PSOE – Podemos ha decretado el “Estado de Alarma”, que le otorga poderes especiales que incluyen la movilización del ejército, la intervención de las autonomías y el recorte de libertades democráticas. En Francia Macron prohíbe concentraciones de más de 100 personas en la calle y reprime las protestas con la salud pública como excusa, mientras sigue adelante con la reforma previsional. En Nueva York ya han utilizado la Guardia Nacional para garantizar la cuarentena de una población especialmente afectada, y el gobernador del Estado ha solicitado al gobierno federal la movilización del ejército. En Chile Piñera busca avanzar en declarar el Estado de Emergencia, aprovechando la crisis sanitaria para evocar medidas de control social que buscan contener un proceso de movilización que no se ha detenido en 5 meses. Debemos enfrentar toda medida que busque cercenar las libertades democráticas para hacer pasar los planes de ajuste bajo el paraguas del virus.
La crisis económica
La pandemia agrava una situación económica que con anterioridad ya avanzaba a paso firme hacia una crisis general. Aun sin la pandemia todos los elementos de una crisis se habían conjugado, y su estallido era cuestión de tiempo. Las raíces de la misma se encuentran en la propia dinámica del sistema capitalista en general, y en las políticas impulsadas por los Estados luego de la crisis del 2008 en particular. Ésta última, ya había evidenciado la tendencia estructural a la caída de la tasa de ganancia y, consecuentemente, la sobreacumulación de capital que condujo a la creación de una burbuja financiera que finalmente explotó.
Desde entonces, los Estados se dedicaron a inyectar dinero hacia los capitalistas mediante rescates masivos, recortes impositivos, flexibilización cuantitativa, reducción de las tasas de interés de los bancos centrales, etc. Como era de esperarse, sin embargo, los ricos usaron este dinero para volverse más ricos, y ante las modestas perspectivas de ganancia en la actividad productiva, se volcaron masivamente a la especulación. Esto dio origen a una espectacular burbuja financiera cuyo estallido coincidió con la difusión del coronavirus.
La pandemia hizo sonar la alarma que los mercados venían esperando para comenzar a vender, generando una espectacular caída de las bolsas alrededor del mundo. Los miles de millones de dólares con los que han salido a intervenir los bancos centrales y los anuncios de reducción de tasas de interés no han logrado frenar el desplome hasta el momento.
Los gobiernos utilizan el coronavirus para justificar este rescate masivo de los capitalistas. A su vez, el desarrollo de la pandemia alimenta la crisis económica. La paralización de sectores productivos y de industrias completas como el turismo y la disminución del comercio internacional, golpean a la economía mundial tanto desde el punto de la oferta como de la demanda. La burguesía aprovecha, además, para montar una ofensiva contra los trabajadores despidiendo o licenciando sin paga completa y recortando salarios y beneficios. Los trabajadores temporales y precarios son los primeros en perder sus trabajos e ingresos.
¿Qué hacer?
Es necesario impulsar la lucha por una respuesta desde la clase trabajadora y los pueblos del mundo. Como medidas inmediatas frente a la emergencia, necesitamos en primer lugar un shock de inversión en salud pública destinando partidas presupuestarias específicas bajo control social. Hay que garantizar que todos las pruebas, tratamientos y vacunas sean completamente gratuitos. Para ello todos los insumos y la infraestructura para combatir la pandemia deber ser declarados de utilidad pública sujetos a expropiación. Garantizar el reparto gratuito de elementos de prevención y tratamiento. Asimismo, toda la capacidad instalada de los servicios privados de salud, deben quedar a disposición del sistema público. Que se garanticen licencias con el pago completo del salario y el pago de la totalidad del salario a los trabajadores en cuarentena y que se prohíban despidos. Subsidios para los trabajadores informales, autónomos y desocupados. Prohibición de desalojos, y soluciones habitacionales inmediatas para las personas sin hogar. Fin a toda persecución a los migrantes, ninguna expulsión y pleno acceso al sistema de salud. Contratación inmediata, con plenos derechos laborales, de todo el personal necesario para el sistema de salud y marcha atrás de toda medida de austeridad. Hay que eliminar el lucro privado de la salud con sistema de salud estatal único bajo control democrático de trabajadores y usuarios. Ni un dólar a Wall Street y los especuladores, nacionalización de la banca y el sistema financiero. No pago e investigación de las deudas externas. Abajo todas las reformas flexibilizadoras del empleo y jubilatorias. Es hora de poner los recursos para garantizar la salud de los pueblos, no para el FMI y las corporaciones capitalistas.
16.03.2020
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