Coronavirus: geopolítica del hambre que vendrá

Miércoles, 15/04/2020 07:32 AM

La geopolítica alimentaria mundial que resultará de la pandemia COVID 19 está apenas conformándose. Hay muchos elementos en juego, entre otros incremento de la protección frente al ingreso de productos con posible riesgo directo o indirecto, la acumulación de inventarios nacionales por encima de la posibilidad de exportarlos previendo una elongación de la pandemia superior a dos años, incremento en las exigencias sanitarias a los largo de la cadena desde los sitios de producción, almacenamiento, transportación y del personal involucrado en la red de suministro de alimento en el mercado internacional y posiblemente, el factor más perturbador (por cuanto se estima que las precauciones no permitirían expandir los contagios) es el precio de los principales commodities agroindustriales que estarán al alza por cuanto el abandono de la producción y otros problemas colaterales a la pandemia han afectado la disponibilidad y sus efectos se verán en el futuro cercano.

En este momento expertos de los países con urgencias alimentarias deben estar observando sus cifras de disponibilidad de alimentos en el corto plazo, porque el problema básico de los ajustes del comercio internacional de alimento, serán inmediatos. En el mediano plazo posiblemente existirán otras reglas del juego pero las inmediatas conllevan establecer los sistemas sanitarios a lo interno y del comercio internacional en el marco del COVID 19; con la suerte que existen referentes de otros virus que son rastreados por exigencia de los compradores, especialmente en productos de origen animal. En cereales, leguminosas de grano comestible, soya, aceites y grasas visibles, y otros productos el mundo mantendrá la duda y la precaución sobre la posibilidad de mover coronavirus en los embarques. Aun cuando las condiciones parecen extremas para el virus, el mal manejo en cosecha, almacenamiento y transporte y posterior distribución podría contaminar la carga. Pero más extremo, existe la posibilidad, aunque remota, inhumana y terrorista, que micro cápsulas de virus puedan ser inoculados en las cargas, partiendo que existen tecnologías de esta naturaleza.
Las anteriores consideraciones tienen asidero en las opiniones de tres organismos fundamentales de la geopolítica mundial: la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial del Comercio. En conjunto señalaron recientemente la posibilidad que los países más vulnerables a la inseguridad alimentaria podrían pasar penurias para satisfacer las cifras requeridas de disponibilidad y consumo de alimentos. Habría que agregar que además del efecto COVID 19 existen los efectos de sus problemas estructurales para la producción de alimentos. Si agregamos las estimaciones del Programa Mundial de Alimentos, África seguirá carente en tanto otros países donantes han optado por mantener mejores inventarios porque no saben el tiempo de duración de la pandemia.

A lo interno de muchos países , y es muy curioso, quienes otrora criticaban fuertemente las políticas de entrega de ayudas alimentarias a la población, y objetaban los malos resultados del asistencialismo alimentario en África hoy pareciera han cambiado su posición y distribuyen cajas de alimentos generosas entre los afectados indirectos por el COVID 19, aquellos que han perdido su trabajo y tienen sus ahorros en negativo. Un caso evidente es en EEUU, por citar el más renuente asistencialista del mundo.

En el continente americano, Brasil, EEUU y Argentina disponen de las mejores capacidades de producción de alimentos para este año 2020. Brasil que adelantó información sobre una posible cosecha record en maíz, arroz y soya, ha venido declinando sus estimados. Existe temor porque las regulaciones de movilización de carga y el cierre de muchos puertos pudieran ralentizar las operaciones de compra venta de alimentos. Estos tres cultivos representan para Brasil el 93 % del total de la producción agrícola y el 87 % del área sembrada. Es decir, si el coronavirus continua avanzando en Brasil, a ese ritmo vertiginoso que está tomando, va a ser difícil que la gestión pública y privada, pueda acometer la inversión prevista en el 2020 con los resultados que creyeron muy favorables. Algo similar podría suceder en EEUU cuyos pronósticos de mortalidad a causa del COVID 19, podrían superar los 200 mil decesos. Una alerta nacional allí, podría afectar la producción interna, sin que se afecten sus reservas de alimento, pero si los compromiso para cubrir los convenios recientemente suscritos con China. Argentina parece estar más cómoda en cuanto a la menor agresividad del virus (actualmente) y por tanto en mejores condiciones para llevar a cabo sus planes de producción agrícola 2020. Algunas informaciones de prensa dan por hecho que la producción de alimentos está exceptuada del aislamiento obligatorio debido al COVID 19. Entonces Argentina se arriesga y apuesta a producir con éxito la carne de res y la soya que van al mercado chino y representan el 70 % en cada caso de la producción nacional. Los miedos argentinos están en que China desacelere la demanda interna e incumpla con los convenios suscritos.
China es el dinamizador de estas tres economías agrícolas, no se sabe cómo serán las reacciones políticas frente a China que superó la pandemia, al menos sabemos que Argentina si tiene interés en venderle a China.

El caso más complejo es la Unión Europea. Está cuidando sus inventarios y también favoreciendo la adquisición de alimentos en sectores vulnerables de la población que han quedado cesantes. Poco se habla de la producción interna, inclusive tienen muchas dificultades para conseguir jornaleros. En su vecindad, Rusia tiene inventarios y estima buenas producciones en 2020. No ha frenado las exportaciones y espera seguir en alerta. Las sanciones a Rusia por la UE dejaran de serlo, las romperá la escasez de alimentos. Varios países el Movimiento de los No Alineados esperan contratar algunas compras de alimentos con Rusia e inclusive algunos esperan donaciones generosas de alimentos en tiempos de pandemia.

Todo esto ocurre en un mundo desigual e inhumano donde 1200 millones de pobres padecen hambre y la pandemia ayuda a aumentar esta cifra, aunque sea temporalmente. Así, el hambre que vendrá es parte de los miedos de lo que sería una nueva configuración del poder en función de las necesidades de alimentos.

Lo menos que puede hacer un país con bajas producciones de alimentos como en nuestro caso (Venezuela) es cuidar lo poco que tiene e ir por más producción. Sobre esto escribiré luego.

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