A lo largo de casi seis décadas, millones de personas de diferentes continentes se han beneficiado con la ayuda médica cubana.
Esa lucha por la salud y la vida en otras partes del mundo tuvo la chispa inicial el 23 de mayo de 1963, cuando salió desde Cuba hacia la recién liberada República de Argelia la primera brigada internacionalista cubana.
De sus 55 integrantes iniciales, que en total llegaron a 57 contando a otros dos jefes de brigada que rotaron en esa etapa y a un médico que se les integró, ya solo quedan vivos una decena. El tiempo pasa implacable por nuestras vidas y no ofrece perdón.
Por eso me resultó muy agradable localizar al doctor Pablo Resik Habid, quien fungió como jefe de esa primera brigada médica, aunque se incorporó unos meses más tarde, en enero de 1964, a solicitud del entonces ministro de Salud, José Ramón Machado Ventura.
Resik, que nació en Santa Clara el 21 de octubre de 1930, terminó la carrera de medicina en 1957, dos años antes del triunfo de la Revolución. Tras graduarse laboró como anestesiólogo en varios hospitales. Desde el triunfo de la Revolución se incorporó a trabajar en la organización de la Salud Pública, y cuando partió hacia Argelia era subdirector de Asistencia Médica de La Habana.
A pesar del largo tiempo transcurrido, Resik mantiene muy claros sus recuerdos de aquella epopeya, los que narra con soltura.
La situación de Cuba en 1963 no era muy halagüeña, explica, pues de los 6 000 médicos existentes antes de la Revolución, ya había emigrado la mitad, entre ellos muchos profesores de la única escuela de medicina. Se habían iniciado las agresiones militares, políticas y económicas de Estados Unidos contra la Isla y eran momentos difíciles. Pero la situación de Argelia era peor, pues tras zafarse de las cadenas del colonialismo, se quedó prácticamente sin médicos y con su economía desbaratada.
La decisión de Fidel y del gobierno fue genial, agrega, y demuestra la sensibilidad y la valentía política desde los inicios de la Revolución. Hoy, 57 años después, comprendo y valoro más estos principios.
Debo significar que aquella misión se estableció bajo el concepto de la voluntariedad, pues nadie fue presionado ni obligado a participar, concepto que ha primado en todas las misiones internacionalistas. Muchos más de los que fuimos estaban dispuestos a cumplir con la tarea.
La brigada se conformó sobre la base de las necesidades más urgentes planteadas por las autoridades argelinas. Fueron 54 compañeros, 42 hombres y 12 mujeres (posteriormente se integró uno más para hacer el cómputo de 55). O sea, 29 médicos de variadas especialidades; 14 enfermeros; 7 técnicos (RX, optometría, laboratorio, anestesia) y 4 estomatólogos.
Viajamos hacia Argelia en un antiguo avión Britania. Al frente iban el doctor José Ramón Machado Ventura, entonces ministro de Salud Pública, y el doctor Gerald Simon, quien era viceministro de ese organismo. Después de ubicar a los internacionalistas, Machado regresa y Simon permanece allá para acabar de asentar los coloboradores. Más tarde fue sustituido por el doctor Mario Escalona, ya fallecido, quien se mantuvo hasta enero de 1964, cuando yo viajo a Argelia en avión, vía Gander, y me hago cargo del destacamento. Esa primera misión regresa a mediados de 1964 y yo me quedo hasta agosto para ubicar a la segunda delegación.
Al preguntarle cómo evaluaría esa misión después de 57 años, inmediatamente responde: Siempre digo que dejamos atrás la gran patria: Cuba y la pequeña familia. Y allá formamos una pequeña patria, con todos los cubanos que estuvimos, y una enorme familia porque, constantemente, todos nos preocupábamos por todos.
La misión tuvo una profunda significación en cuatro aspectos. El humano: al dar esa ayuda con un sentido de fraternidad, de humanismo, comprender la necesidad que tenía ese pueblo y brindarle nuestro aporte desinteresado. A mí me dejó con una gran satisfacción interna, con la felicidad de dar, que es mucho mayor que la de recibir. El político: conociendo a Argelia y su situación, pudimos comprender en la práctica lo que fue el colonialismo para las grandes masas del pueblo argelino. El cultural: pues para muchos de los participantes resultó la primera salida al exterior, y aprendimos cosas en un medio muy diferente al nuestro, con un clima desértico, sahariano. Diferencias culturales relativas al idioma, la comida, costumbres, religión, hábitos. El científico: nos ayudó a completar nuestra formación profesional, pues trabajamos en un medio extraño, con tremendas dificultades, sin las posibilidades técnicas que teníamos en Cuba, y con enfermedades nuevas que no conocíamos.
Por eso, concluye Resik, aun me emociono mucho al recordar cómo lloraban los habitantes argelinos cuando regresaron los primeros integrantes de la brigada internacionalista.