No es nada bueno que se acelere el contagio del Covid 19. Faltan rastreadores para establecer las cadenas de contactos y evitar contagios comunitarios. La sanidad que nos protegió a todos, la pública, exige refuerzos urgentes e importantes. A todas luces no hay personal suficiente en todos los escalones de un sistema de salud muy castigado por unos recortes nunca revertidos. Los centros de atención primaria continúan a medio gas, las listas de espera no dejan de crecer y el personal sanitario ha vuelto a las movilizaciones exigiendo más reconocimiento, medios, dinero y plantillas. Mucho apelan las autoridades a una responsabilidad personal que resulta imprescindible. Ahora bien, hacen entre muy poco y nada para revertir la política neoliberal que, para rescatar bancos, cercenó, sin piedad, unos servicios públicos que representan la garantía del ejercicio de derechos básicos para la ciudadanía.
En la crisis de 2008, mucho menor que la actual, la Unión Europea exigió hasta cambiar la constitución (art.135) para así blindar los réditos a los tenedores de deuda y al propio capital financiero. Ahora, en su eterna reunión, los jefes europeos siguen supeditando todo acuerdo a que de él salgan reforzados los de siempre. Ya nadie se acuerda del subsidio de desempleo europeo o del dinero sin condiciones que nos iba a llegar. Sus propuestas de ahora han cambiado algo la música con respecto a las que se oyeron en la crisis anterior, pero mantienen el mismo estribillo: que no se toque ni la reforma laboral, ni se impongan impuestos a las grandes fortunas, que se revisen y reduzcan pensiones. Estará contento el PP, que defiende a brazo partido esa misma política. En las propuestas de los gobiernos tacaños y austeritarios de Holanda, Suecia o Finlandia tienen Casado y Abascal un gran y potente aliado. Una prueba más de que esta es la Europa del capital, no la de los pueblos y la gente. Los sindicatos recuerdan que hay que derogar la reforma laboral. Solo la calle decidirá, porque de los despachos de Bruselas no sale nada bueno. El margen del Gobierno de Coalición Progresista, que se jugó casi todo a la carta de Europa, se estrecha a velocidad de vértigo.
Nada bueno tampoco esta semana en Zarzuela. La gira turística del Rey Felipe se estrella donde siempre: la corrupción que acompaña a su nombre y una multitud que en Poblet (por Barcelona ya ni pasan) exige república.
Nada bueno, una vez más, en los juzgados. La Audiencia provincial de Madrid ha confirmado la absolución del PP y de sus tres trabajadores por la destrucción de los ordenadores de Bárcenas. Sin salir de los temas "informáticos", hay que destacar que también se ha sabido esta semana que las cloacas del Estado usaron el programa "Pegasus" para espiar a destacados políticos catalanes de Esquerra Republicana.
La justicia española no detectó delito en el PP; tampoco Pegasus detectó como el rey emérito esquilmaba a la población a base de comisiones, ni como la totalidad de las empresas del IBEX 35 dejan su huella en los diversos paraísos fiscales. Ni una ni otro están para eso. Es la razón por la que no escandalizan al poder, sino al pueblo. Solo del pueblo y su lucha saldrán las buenas noticias de empleo, salud, educación, igualdad y también de las repúblicas que necesitamos para garantizarnos lo que las malas noticas de ahora nos niegan.