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Francia y Alemania, la cuna de las pestes y el trabajo de los laboratorios

Miércoles, 22/07/2020 08:55 AM

La Gran Peste llegó a Londres sin avisar. Apareció en Holanda durante unos meses en 1663, hizo una pausa y regresó en 1664. Entonces, no existía otra forma de comunicación que no fuese el boca-a-boca o las cartas de los mercaderes que, a causa de su oficio, tenían relaciones con extranjeros. Por eso, la ambigüedad en determinar el origen: que si el virus se originó en Italia, que si se incubó en China, que si acaso fue en Chipre o Turquía. La gente en Inglaterra pronto olvidó el asunto. Al fin y al cabo, era un tema que no les concernía, ya que el mal parecía estar muy lejos de sus fronteras.

Era diciembre de 1664. Unos franceses dieron la voz de alarma en un barrio londinense. Dijeron que dos personas habían muerto de la peste. La familia había intentado ocultar el hecho, pero los vecinos se alarmaron y pidieron investigar, los médicos llegaron a la casa por instrucciones del gobierno y determinaron, al examinar los cadáveres, que la peste había llegado a Londres. En los días y las semanas siguientes, las parroquias observaron un exceso de entierros y entonces quedó comprobado que la peste había invadido a uno de los extremos de la ciudad y comenzaron a temer que se extendiera a todos los demás barrios de la capital británica.

En apenas días, la epidemia se había extendido y ya no hubo manera de detenerla. Se inició el éxodo. Los nobles y burgueses acomodados comenzaron a huir de Londres con sus criados. Gente de medianos ingresos se agolpaban en los caminos huyendo hacia las montañas y las comarcas más cercanas. Había corrido el rumor de que la mejor defensa contra la peste era huir de ella. Todo Londres lloraba. La voz del dolor se oía por doquier, recordaba entonces Daniel Defoe, que fue de los que se quedó en Londres, en contra del deseo de un hermano de que también huyera, y pudo vivir todo el tiempo de la peste para poder contar lo sucedido.

Pronto, Londres, una ciudad de ordinario bulliciosa, quedaba desierta y con muy pocos transeúntes. Se calculó que unas diez mil casas fueron abandonadas por sus habitantes. Los más pobres y humildes que no pudieron salir de la ciudad, quedaron a expensas de adivinos, astrólogos y quirománticos que ofrecían pócimas, amuletos y hasta exorcismos "para fortalecer el cuerpo contra la peste". De pronto, la peste aumentó su furia y comenzó a entrar en las casas y en las alcobas "para contemplar a todos cara a cara". Los estertores de agonía se escuchaban por doquier, estremeciendo a la ciudad, sin que los sanos se atreviesen a brindarle consuelo por temor al contagio. Los ladrones, asesinos, adúlteros, comenzaron a confesarse en público para obtener el perdón divino. La peste desafió todas las medicinas y aun a los médicos y enfermeras que terminaron apestados, incluyendo algunos de los más eminentes. La gente se encerraba en sus casas, pero la peste llegaba tarde o temprano. Todos morían, sin remedio. Los "carros de los muertos" pasaban a recoger cada tarde a los difuntos, que llegaron a ser unos mil por semana, aunque las cifras nunca fueron del todo ciertas a causa de que muchos murieron en los montes y sus deudos los iban enterrando en cualquier prado, hasta que el último se sentaba a la sombra de un árbol a esperar la muerte.

La peste londinense se caracterizaba por unas ampollas o bubones en las ingles y en el cuello, que se gangrenaban en pocas horas. Defoe cuenta que la epidemia entraba a las casas de los ricos a través de las criadas, que la gente no tomó ninguna precaución cuando aparecieron los primeros indicios, que la gente se contagiaba unos con otros, y que, a pesar de ser Londres una gran ciudad, sólo un hospital sirvió de refugio a los enfermos. Muchos siguieron su vida normal y salían a los mercados a realizar sus compras. Al volver a casa, ya llevaban el virus con ellos. Los cadáveres estaban tendidos en todas las calles y la gente al verlos sencillamente cruzaba a la otra acera.

En pocos días, la economía languideció. Artesanos, constructores, industriales, los barqueros y aduaneros que vivían del tránsito diario de las naves que transportaban mercancías por el mar, los despedidos de sus empleos –lacayos, criados, tenedores de libros de comerciantes arruinados, dependientes de tiendas- se vieron súbitamente en la miseria. El pan desapareció de las mesas, de modo que muchos terminaron no muriendo de la peste sino del hambre. En solo ocho semanas, la peste inglesa había producido más de cien mil muertos. De pronto, sin existir medicamento alguno para sanar a los infectados del mal, la peste desapareció, ante el asombro de la misma clase médica. Perdió fuerza y comenzó a extinguirse. Ninguna medicina, ninguna fórmula curativa, había sido la responsable de su liquidación. Ella misma se evaporó y la gente comenzó de nuevo a salir a las calles, y los apestados eran saludados sin temor al contagio que ya no ocurrió más. Había pasado, en dos meses, aquel suceso sanitario que, en palabras de Defoe, fue "algo espeluznante de veras, como ninguna lengua podría describirlo".

La peste bubónica inglesa fue una epidemia nacional, contraria a las terribles pandemias que han asolado al mundo desde muchos siglos atrás, como la Plaga de Justiniano que en el siglo VI produjo una gran mortandad en el imperio bizantino, dejando muy diezmada a su población. Esta plaga se extendió por toda Europa, Asia y África, y permaneció activa durante dos siglos. Se determinó que fue la misma peste bubónica o muerte negra que asoló a Londres y la misma que en el siglo XIV —y hasta el siglo XVIII— produjo la muerte de 75 millones de personas. Hubo una tercera pandemia de peste que se originó en la provincia china de Yunnan en el siglo XIX y que se mantuvo activa hasta finales de la década de los cincuenta del siglo veinte. Abarcó sólo a Asia y generó la muerte de 12 millones de personas. Con otras características, una pandemia letal fue la Gripe Española de 1918 que mató alrededor de 100 millones en tan solo dos años, o sea entre el 3 y el 6% de la población mundial de entonces. No se originó en España, como pueda creerse. En España fue donde se dio a conocer la terrible enfermedad. Todavía, los historiadores y expertos debaten si se originó en China, en Francia, e incluso en una base militar norteamericana, la de Fort Riley, en Kansas. Esta pandemia afectó a República Dominicana ocasionando, según algunas fuentes, cerca de dos mil defunciones y contagiando a casi 100 mil personas, un número muy alto tomando en cuenta que el primer censo que se hiciera en el país, en plena intervención norteamericana, dos años después, arrojó la cifra de 894,384 habitantes en todo el territorio. Antes de la Gripe Española, ocurrieron las pandemias de la viruela y el sarampión. La primera ha sido la que más muertes ha producido desde el siglo XVIII cuando apareció por primera vez: unos 300 millones de personas. De hecho, la primera vacuna surgió para enfrentar esta enfermedad que, como la peste bovina, ha sido ya erradicada. No así el sarampión que tiene 3,000 años de antigüedad, que ha producido la muerte a 200 millones de individuos y aún no ha podido ser eliminada por completo. El tifus, ya bastante controlado, fue una pandemia ocurrida antes que la gripe española, en 1914, y que mató a 4 millones de personas en Europa, especialmente en España. El cólera y el ébola han tenido siete pandemias, sin contar que los expertos creen que se conoce desde el año 460 antes de Cristo. Proviene de la India, ha matado a millones de personas y sigue vigente, ocasionando cada año entre 21,000 y 143 mil defunciones. El ébola, que se originó —y se quedó— en África, y el SARS que también vino de China, de la provincia de Cantón, en 2002, fueron epidemias, aunque esta última se propagó a Vietnam y Hong Kong.

Li-Meng Yan es una epidemióloga de la Universidad de Salud Pública de Hong Kong que el pasado 28 de abril huyó de China con destino a Estados Unidos para revelar lo que sabía del coronavirus al resto mundo.

La científica, en una entrevista concedida a FOX News, desveló que el Gobierno de China era conocedor de la existencia de la COVID-19 tiempo antes de informar oficialmente sobre el brote ocurrido en Wuhan. Además, Li-Meng Yan narró cómo sus superiores silenciaron su investigación sobre la epidemia, que podrían haber evitado muchas muertes. "No se trata de política, se trata de salvar vidas. Se podrían haber salvado miles de vidas", apuntó.

Exiliada en Estados Unidos, la viróloga también denunció que el Gobierno de su país está tratando de destruir su reputación y de silenciarla. "La razón por la que vine a Estados Unidos es porque tengo que dar el mensaje de la verdad sobre la COVID-19", indicó Li-Meng Yan desde el lugar donde permanece escondida, ya que cree que si hubiese contado su historia en China habría acabado "desaparecida o asesinada".

Li-Meng Yan, epidemióloga de la Universidad de Salud Pública de Hong Kong, aseguró que fue una de las primeras científicas del mundo en estudiar el nuevo coronavirus y señaló que en 2019 recibió el encargo de su supervisor y consultor de la OMS, el doctor Leo Poon, de llevar a cabo una investigación secreta sobre un coronavirus parecido al SARS que había surgido en China. "El gobierno de China se negó a permitir que los expertos extranjeros, incluidos los de Hong Kong, investiguen en China", manifestó la epidemióloga. "Entonces recurrí a mis amigos para obtener más información", continuó. Uno de ellos, que es científico del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de China, conocía de primera mano los casos y supuestamente le contó el 31 de diciembre sobre la transmisión de la enfermedad antes de que China o la OMS admitieran que tal propagación era posible. En medio de las discusiones con colegas de profesión sobre nuevo coronavirus, Li-Meng Yan subrayó que los de la ciudad de Wuhan, que más tarde se convertirían en el epicentro de la pandemia, guardaron silencio y pidieron a los demás que no buscaran más detalles. "No podemos hablar de eso, pero necesitamos usar máscaras", recordó la científica que dijeron.

La cronología oficial de la pandemia de covid-19 ha cambiado con el tiempo porque todavía queda mucho por descubrir sobre la enfermedad, la forma como se propaga y, principalmente, su origen. En Venezuela, los epidemiólogos cubanos ya sabían de los ataques de virus que el país desde Colombia, vía frontera, y algunos de ellos me entregaron unos kits de emergencia contentivo de alcohol, jabón de manos, guantes quirúrgicos, algodón, agua oxigenada y seis blíster de pastillas contra el zika, kinkuya y polivitamínicos, había una razón, fui socorrista de La Cruz Roja Venezolana y en el período de estudiante universitario en el período 1971- 78 un grupo de ocho educandos de educación superior fuimos preparados por monitores cubanos y dos norteamericanos que lograron infiltrarse en Alianza para el Progreso y eran de tendencia comunista y en un plan encubierto nos daban clases en el Polideportivo Misael Delgado, estos estudiantes o nosotros procedíamos de diferentes partidos políticos, dos de la ultraizquierda, llamase Ruptura, uno de COPEI, dos de Acción Democrática, y los otros procedían, uno del MEP y dos del MAS.. En mi caso, como demócrata fui ubicado en los diarios o medios de comunicación y escribía treinta artículos de opinión mensual, más el trabajo de redactor de mesa y el fin de semana cubría sucesos. A esto se sumaba, mis estudios y aprender los sistemas computarizados, porque la cibernética abría surcos a nivel global. Simplemente, mi objetivo era prepararme para la vez y no estar dando tumbos, porque al fin de cuentas, Venezuela es gobernada desde tiempo memoriales, comenzando por José Antonio Páez, José Tadeo Monagas, José Gregorio Monagas, Isaías Medina Angarita, el Libertador Simón Bolívar, Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez, entre los civiles de aquella época tenemos a Vargas. Es decir, los militares y los civiles nos han gobernado desde 1829 y en la época democrática, Carlos Andrés y los demás presidentes, todo lo consultaban con el comandante Hugo Chávez Frías desde la Escuela Militar y con Fidel Alejandro Castro Ruz, el ex ministro de defensa Ochoa Antich Abe mucho de esto y no extraña que su hermano Henrique sea miembro de la mesa de diálogo. Es un solo bloque político dividido en varias segmentaciones políticas.

Es una sola historia, así sucede con las pandemias y se fomenta para controlar la natalidad y procurar la muerte de personas mayores de edad, ordenadas por las grandes Corporaciones y el Fondo Monetario Mundial.

Todavía no está claro cómo y cuándo el virus SARS-CoV-2 comenzó a infectar a la especie humana. Y como Cuba se dejo infectar, es una ciberguerra microbiológica de todos contra todos para asumir el control cibernético y hermenéutico del poder mundial, teniendo como base el dinero de la masa trabajadora que en el universo financiero es llamado Soberano y el Capital de los grandes financistas y caporales de la droga que regulan las actividades comerciales mediante el Banco Mundial, ( BM)Banco Internacional de Fomento Agrícola, ( BIFAI), Fondo Monetario Internacional, (FMI) , Banco Interamericano de Desarrollo, (BID), City Bank, (CB) Y La Casa del Tesoro Estadounidense asesorada por el Banco Central de Alemania y del Reino Unido.

Hay consenso entre los científicos en que el primer brote ocurrió en un mercado de Wuhan que vendía animales silvestres vivos y muertos. Pero los investigadores no saben si el virus apareció allí o "aprovechó" ese lugar para propagarse de una persona a otra. "Si me preguntas qué es lo más probable, te digo que el virus proviene de mercados que venden animales salvajes", dijo Yuen Kwok-yung, microbiólogo de la Universidad de Hong Kong, a la BBC.

Las lagunas se mantienen. Los primeros casos de covid-19 se informaron oficialmente a fines de diciembre 2019, pero un estudio realizado por médicos en Wuhan, publicado en enero por la revista médica The Lancet, descubrió que el primer caso conocido de covid-19 en un humano había ocurrido semanas antes. El paciente era un anciano de Wuhan que no tenía conexión con el mercado.

Pero ¿cómo, entonces, se pueden solventar estas lagunas? Algunos expertos abogan por hacer investigaciones usando métodos de la vieja escuela.

"Estos brotes deben investigarse adecuadamente con personas en el terreno, una por una. Debes hacer lo que hizo John Snow. Interrogas a las personas y comienzas a construir hipótesis que se ajustan a los hechos, y no al revés", señaló el epidemiólogo Tom Jefferson, vinculado a la Universidad de Oxford, en una entrevista con The Telegraph elaborado por John Snow para investigar un brote de cólera en Londres en el siglo XIX.

El doctor John Snow (1813-1858) es considerado uno de los fundadores de la epidemiología moderna. En 1854, él decidió investigar sobre el terreno un brote de cólera que entonces golpeaba Londres. La enfermedad había matado a decenas de miles de personas en esa ciudad durante las dos décadas anteriores.

Snow no aceptaba la teoría más extendida en ese momento, según la cual el contagio se debía al "aire podrido y viciado". En su famoso análisis de datos, Snow entrevistó a los residentes de la ciudad y de forma pionera hizo un mapeo caso por caso y acabó determinando que la causa del brote era en realidad una fuente pública de agua contaminada por desechos. El descubrimiento provocó una revolución en las investigaciones sobre la propagación de enfermedades. La presencia del nuevo coronavirus en las heces aumenta la posibilidad de contagio a través de las aguas residuales y el amotinamiento de personas en mercados, gasolineras y fiestas patronales.

¿Como hago con los vecinos que botan residuos de comida y basura en el traspatio de mi hogar y no van a los depósitos municipales?

Hay que fijar los procedimientos de ley y hablo de Parque Valencia, (Carabobo) en Venezuela a un kilómetro de la Alcaldía, lamentablemente nadie se ama asimismo y menos a la ciudad o los urbanismos y al final, los hospitales repletos de enfermos gripales.

En 2003, durante la pandemia de otro virus SARS-COV, la infección de cientos de residentes en el mismo edificio en Hong Kong se atribuyó a fugas en la tubería de alcantarillado.

En la pandemia actual, todavía no hay evidencia de que esto haya ocurrido o de que la transmisión del SARS-CoV-2 sea viable después de ser excretado en las heces.

Tampoco hay ninguna recomendación oficial sobre el uso de lejía para contener el contagio a través de las aguas residuales, como ha estado circulando en los grupos de WhatsApp. La contaminación ocurre principalmente a través del tracto respiratorio.

Los estudios indican que el sistema de tratamiento de aguas residuales puede eliminar la presencia del virus, pero la precaria situación sanitaria en países como Colombia, Brasil y Venezuela por la sirvenguezura de algunos ciudadanos, puede conducir a la descarga de una gran carga viral en los ríos sin el tratamiento adecuado.

Según datos del Sistema Nacional de Información sobre Saneamiento, correspondientes a 2018, solo 46% de las aguas residuales generadas en Brasil son debidamente tratadas. La falta de saneamiento en estos países genera más de 300 mil ingresos hospitalarios por año, pero aún no es posible afirmar que la presencia de coronavirus en las aguas residuales representa un riesgo para la salud de la población porque es húmedo y del aire.

El SARS-CoV-2 puede aparecer en las heces de hasta la mitad de los pacientes con covid-19, incluidos los que han tenido diarrea, un síntoma reportado por 1 de cada 5 pacientes. Algunos estudios indican que, en general, el virus aparece en las heces aproximadamente una semana después de los síntomas y puede permanecer durante otras cinco semanas después de la recuperación del paciente.

Según algunas investigaciones, el método para monitorear la presencia del virus en el sistema de alcantarillado de una ciudad permite alertar sobre la existencia de un brote entre siete y diez días antes del registro oficial.

Antes de que arribara el corona virus o COVID-19 a la provincia china de Wuhan vino el VIH o SIDA, descubierto en Francia, que ha originado la muerte de 25- 35 millones de personas y que todavía sigue su curso. El corona virus es una pandemia viajera. Hasta ahora, vuela en aviones o se descarga desde los barcos. Se ha ido expandiendo, como nunca antes en la historia, a través del contacto con extranjeros, hasta que el virus logra situarse localmente y el contagio se produce entre los habitantes de un mismo territorio. Donald Trump acusa a Europa, China ha afirmado que pudo originarse en una base militar de Estados Unidos, y la teoría de la conspiración hace su agosto en pleno invierno, mientras 162 países viven la pandemia, con 212 mil casos de contagio —hasta hace unos días— y más de 8 mil muertos. La pandemia viajera nos recuerda que la humanidad ha sufrido epidemias aterradoras y tenaces desde tiempos inmemoriales. Recogidos en casa, aterrados algunos, otros muchos aún indiferentes o escépticos, estamos conociendo la pandemia más grande de la historia, por ser la más extendida geográficamente. Empero, está todavía muy lejos de asemejarse a las otras pandemias que ha conocido la humanidad. No sabemos aún cuáles serán en definitiva sus alcances y su durabilidad, por más evaluaciones –a veces, contradictorias- que nos oferten galenos y expertos en crisis sanitarias. Lo que más conviene es alejarnos del espíritu latino –que compartimos con los italianos- y reproducir (al ritmo de nuestra herencia hispánica, sin compartir las dilaciones y remiendos de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias) la máxima de España y Venezuela, en este momento crítico: ¡Quédate en casa!

En momentos de extrema incertidumbre como los que actualmente vive la humanidad, resulta muy difícil anticipar el curso de la economía, que en gran medida depende de la capacidad de los sistemas sanitarios para controlar eficientemente la propagación de una pandemia que ha mostrado una gran capacidad de contagio, e incluso se advierte, como ha ocurrido esta semana en Hong Kong, de un rebrote del virus en lugares que se consideraban ya fuera de peligro. Ha quedado claro que el éxito contra el Covid-19 va a depender del esfuerzo coordinado de la comunidad internacional, tanto en lo sanitario como en lo económico.

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