Trump y la soberbia imperial

Jueves, 30/07/2020 11:26 PM

El Estado acechador más grande del planeta, Estados Unidos, tiene el descaro de acusar a terceros, en este caso a la República Popular China, de realizar dentro de sus instalaciones diplomáticas supuestos actos de "espionaje industrial". Parece una chanza o una broma pesada, pero conociendo a Trump nadie se puede confiar. Su mente siempre gira alrededor de psicóticas alucinaciones que lo hacen desvariar de manera recurrente. Pero cuidado, el acusador es el Comandante en Jefe del ejército más criminal, despiadado y sanguinario del planeta, que cuenta con una amplia estructura de espionaje y contraespionaje encabezado por la NSA, la CIA, el FBI y demás esperpentos que vulneran a diario los derechos de millones de personas. Que hipocresía la de Trump.

Hay que recordar las revelaciones de Snowden y WikiLeaks que nos pusieron al tanto de la amplia red de "control ciudadano" creada con la excusa de la lucha contra el terrorismo, pero que luego se consolidó como un método efectivo para "vigilar" las comunicaciones (teléfonos, correos electrónicos, redes sociales, etc.) de todos los habitantes del planeta tierra, mediante el uso de avanzados programas informáticos de captura de Big Data. A la cabeza de esta red de espionaje está la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), la cual cuenta con el total acceso y colaboración a las bases de datos de las más importantes empresas informáticas como Google, Microsoft, Facebook y Apple. Absolutamente todo lo que hacemos en estas redes informáticas queda registrado en los archivos de la agencia.

Estados Unidos no está solo en esta tarea de espionaje a nivel planetario, lo acompañan sus inescrupulosos socios de los Five Eyes: Inglaterra, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Los cuales no tienen ningún escrúpulo a la hora de "recoger la data" de jefes de Estado, presidentes de corporaciones, políticos, funcionarios de organismos internaciones, hasta llegar efectivamente al mismísimo ciudadano común.

Con Trump nunca se sabe a qué objetivos responden sus alocadas acciones. Su diplomacia de carrito chocón es la punta del iceberg de un gobierno totalmente irracional, que jamás ha respetado las normas internacionales. Sus desplantes y erupciones coléricas parecen parte de su estrategia de campaña a menos de 100 días de las elecciones presidenciales, siempre buscando generar todas las chispas posibles y prender la pradera en infinidad de conflictos.

Así cae China dentro de las maniáticas obsesiones del desequilibrado Trump. El acoso y la persecución se ejecutan de manera permanente. Arrancó con la turbulenta perorata para renovar el Acuerdo Comercial y toda la coacción ejercida con la imposición unilateral de aranceles; luego ha embestido de manera directa a empresas de capital chino como Huawei; ha movilizado su arsenal de guerra (barcos, aviones y tropas) amenazando la soberanía de Pekín sobre el Mar de China Meridional; y más recientemente aprobó una ley para aplicar restricciones y sanciones unilaterales a diplomáticos, empresas o miembros del Partido Comunista Chino.

Para escalar las agresiones Trump ordenó el cierre abrupto del consulado de China ubicado en Houston, considerado una fragrante "violación de las normas internacionales y de los acuerdos consulares entre los dos países". A la salida de los diplomáticos chinos, una jauría de agentes federales y fuerzas policiales ejecutaron la toma de las instalaciones forzando las entradas del edificio consular. Con la sobriedad que los caracteriza, y manteniendo la política de reciprocidad, China ordenó el cierre inmediato del consulado norteamericano en Chengdu. Con este tipo de prácticas Trump exacerba el odio antinorteamericano. Que luego no se queje cuando otros países le apliquen sanciones similares por ser una amenaza, inusual y extraordinaria, para la continuidad de la vida en la tierra.

Hay que destacar, que utilizando el vetusto verbo de los famélicos fantasmas de la Guerra Fría, Pompeo señaló hipócritamente (pero sin pruebas), que el consulado chino en Houston era un "centro de espionaje y robo de propiedad intelectual", acusando a ciudadanos chinos (estudiantes e investigadores) de robar datos de sus universidades. La psicótica y maniática percepción del gobierno de Trump es que cualquier ciudadano chino está presto a "hackear servidores", acceder a "secretos de tecnología militar" y nada menos que hasta "robar datos de la vacuna para la Covid-19". Ese gobierno sufre de una grave disociación psicótica colectiva. Una verdadera irresponsabilidad que puede estimular actos de xenofobia y discriminación en contra de ciudadanos de origen chino.

Para complementar el olímpico descalabro del gobierno neocolonialista de Trump, su agente y avanzada discípula golpista, la dictadora Jeanine Áñez, de manera discrecional e ilegal volvió a postergar, ahora para el 18 de octubre, el proceso electoral para elegir un legítimo presidente para el Estado Plurinacional de Bolivia. El candidato del Movimiento al Socialismo, Luis Arce, denunció que "Postergar las elecciones es una ilegalidad" y que "Las fechas van cambiando al borde de ser inconstitucional". Todo parece que la extrema derecha golpista, que va detrás de la ambulancia en todas las encuestas, huele ya el olor de la derrota, incluso una barrida total en la primera vuelta. Las fuerzas populares se han ido reorganizando, superando la represión, las persecuciones políticas, los acosos y las inhabilitaciones electorales.

Para ratificar que las garras siniestras del imperio norteamericano estuvieron metidas flagrantemente detrás del golpe de Estado en contra de Evo Morales, el magnate Elon Musk ratificó que el mayor interés del gobierno norteamericano era apropiarse de los inmensos yacimientos de Litio de Bolivia, para lo cual señaló con total soberbia que "¡Daremos un golpe a quien nos dé la gana! Acéptalo". Estamos frente a novedosas formas de neocolonialismo, donde ejecutar un golpe de Estado se convierte en una prioridad corporativo-empresarial. Una etapa superior del perverso metabolismo de los agentes del imperio norteamericano.

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