Quinientos veintiocho años han transcurrido desde la llegada del primer europeo al ‘nuevo mundo’ –para ellos, los que parecían, desde entonces haber perdido el rumbo– ¿Quién iba a decirlo? Más de cinco centurias después, el ‘jubilado’ Rey ha declarado, en inocente carta escrita a su ‘primogénito y sucesor’, que «viendo las cosas por el lado positivo, menos conflictivo, para la existencia y continuidad de la monarquía»; mejor vivirá un exilio dorado, en aquella, la isla La Española, de quinientos años atrás, allá, a las puertas caribeñas –en los límites fronterizos de la justicia y legalidad–, del hoy continente americano, en esa su isla de ensueños, dónde no lo señalen ni atrapen por las causas a juzgar. En esa isla paradisiaca, es sin duda su Majestad, el Rey, a la que toda autoridad está subordinada.
Ahora resulta que; «la justicia internacional anticorrupción y fraude no es aplicable contra el Rey en la caribeña isla», ni suizos ni españoles tienen autoridad legal en territorio isleño para solicitar su detención, extradición o encarcelamiento –¡tanto que señalan y persiguen a quién les venga en gana, mientras no sea rey!– ¡Pobrecito ese Rey; desconocedor de la legalidad y el sistema de justicia!, simplemente amaneció de buenas y decidió venir a vivir a plenitud sus últimos días, en un exilio dorado a expensas de la inimaginable fortuna acumulada en su creativo paraíso fiscal. Lejos de la manos de la justicia que dice perseguirlo. ¡Qué manso e inocente cordero!, no esperó en su territorio mientras se aclara y resuelve todo. ¡Ni tonto el mata elefantes!, prefirió salir corriendo a resguardarse, en lo que quinientos veintiocho años después, siguen asumiendo como suyo a expensas de las cuantiosas fortunas allí ocultas inapropiada e ilegalmente a la vista de todo el sistema penal internacional.
Lo triste de todo es que; ante el ‘inocente’ pronunciamiento del ‘cazaor y mataor de elefantes’, parece no haber autoridad isleña que se digne a impedir su ‘entrada en fuga’ de la justicia anticorrupción y lavado de capitales, ¡tanto es así la inversión ilícita que resguarda esa soberanía!, o aún siguen sintiéndose enclave colonial europeo.
«¡Apártese maja que ya llega el Rey; ‘cazaor y mataor de elefantes’, a vivir entre nosotros! ¡A convertirnos en la novel y fastuosa monarquía americana!»
Clase a parte: ¿Qué harán los gringos ante tan declarada y abierta amenaza contra sus intereses en la región, por la corrupción y el lavado de capitales, digo?