Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona
Hace setenta y cinco años esta semana el mundo atravesó un infernal umbral con el lanzamiento de dos bombas atómicas contra Japón por parte de Estados Unidos. La Humanidad había alcanzado la capacidad tecnológica para infligir aniquilaciones masivas e instantáneas.
La destrucción de Hiroshima y Nagasaki junto con más de doscientos mil vidas humanas—de los cuales el 90% eran civiles—lo cual no constituyó una acción militar para poner fin a la Segunda Guerra Mundial, como nos quiere hacer creer la declaración oficial norteamericana. Se trató de una acción política para iniciar la Guerra Fría, llevada a cabo deliberadamente por la dirigencia norteamericana con el propósito de asegurar la hegemonía de Estados Unidos contra la Unión Soviética y todos los demás. Se trató de una acción perversa un asesinato masivo premeditado—un genocidio—con el propósito político de introducir el terror contra todos los adversarios percibidos de las ambiciones norteamericanas de dominio global.
Muchos historiadores, incluyendo a respetables…
https://www.atomicheritage.org/history/debate-over-bomb-annotated-bibliography
eruditos norteamericanos, han comprobado que el bombardeo atómico contra Japón no tuvo nada que ver con finalizar rápidamente la Guerra en el Pacifico y "ahorrar vidas norteamericanas". Sencillamente se trató de un acto de indescriptible barbarie con propósitos políticos que apuntaban a ganar la anticipada Guerra Fría. Las bombas fueron lanzadas justo cuando el Ejército Rojo Soviético ingresaba a la Península de Corea con el propósito de incrementar la lucha contra las fuerzas imperiales japonesas, tal como se había acordado anteriormente entre Stalin, Roosevelt y Churchill en la Conferencia de Yalta entre los aliados en el mes de Febrero de 1945. No obstante, durante el mes de Agosto de 1945 Washington y Londres se habían desplazado considerablemente para adoptar una posición más hostil hacia Moscú con vistas a desafiar a la Unión Soviética por las esferas de influencia en el mundo de la post guerra.
No hay duda que el indiscriminado asesinato masivo de civiles japoneses mediante un nuevo armamento con un salvajismo sin precedentes que fue llevado a acabo como una demostración psicopática de poder de parte de Estados Unidos. Se trató de plantear una última advertencia. Abreviando, fue un acto supremo de terrorismo. El anterior bombardeo británico-norteamericano de ciudades alemanas y el bombardeo incendiario de Tokio infligieron acumuladamente más víctimas, pero, la destrucción instantánea de Hiroshima y Nagasaki introdujo una nueva palanca de terror, que significó la aniquilación total solo con una bomba.
Durante el año 1949 el monopolio del terror de Washington perdió su ventaja cuando la Unión Soviética desarrolló su propio armamento atómico. Durante más de siete décadas el mundo ha vivido bajo la sombra de una catástrofe nuclear, a veces estuvo peligrosamente cerca, como en el caso de la crisis misilística cubana del año 1962.
Hoy en día Estados Unidos y Rusia poseen cada uno…
aproximadamente seis mil cabezales nucleares—alrededor de más del 90% del arsenal total del mundo. Las existencias actuales son bastante más reducidas en número en comparación con décadas pasadas. No obstante cada uno de estos artefactos contemporáneos tiene una potencia explosiva muchas veces superior a las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Resulta inconcebible que la vida humana y el planeta como lo conocemos sobreviviera a una guerra nuclear. Debido a esa onerosa razón y con el propósito de evitar "la destrucción mutua asegurada". Washington y Moscú históricamente han cooperado en la redacción de varios tratados de control de armamentos. Pero durante las dos últimas décadas, el lado norteamericano ha revocado un tratado tras otro. El gobierno de Trump está amenazando con cancelar el último tratado que queda, el Nuevo START, acuerdo que expira en el mes de febrero del próximo año a menos que sea renovado, Washington parece vacilante y asume una política de calculada ambigüedad que podría ser afirmada positivamente.
Poca duda habría en que la Guerra Fría ha regresado de manera vengativa en lo concerniente al gobierno norteamericano y sus medios propagandísticos de prensa corporativa. En años recientes, más bien semanas, el envilecimiento y los vituperios contra Rusia y China se han intensificado y convertido en un verdadero frenesí.
Semana entrante y semana saliente, la paranoia y hostilidad que emanan desde Washington contra Moscú y Beiyín se han acumulado y se comparan con las desenfrenadas e incoherentes provocaciones de la era macartista de los años cincuenta. El regreso a Washington de la mentalidad de la Guerra Fría es concomitante con la crisis política y económica que está desestabilizando el poderío norteamericano al tiempo que su presunto imperio global se asoma al colapso.
En este contexto, el recuerdo de Hiroshima y Nagasaki asume totalmente un propósito más urgente. Tendrá que reconocerse que Washington utilizó la aniquilación nuclear como un armamento terrorífico y continúa empleando esa perversa táctica hasta la actualidad. Nunca ha habido una disculpa oficial de parte de Washington por este monstruoso crimen que cometió el mes de agosto de 1945 debido a que los gobernantes norteamericanos siempre han querido mantener el "derecho" de aterrorizar a otros. La actual promoción de la guerra de parte de Washington hacia Rusia y China en medio de acusaciones provocativas y sin fundamento, como también el incremento de su presencia militar en regiones susceptibles con un telón de fondo de un control de armas sin restricciones, todo eso solo puede significar una cosa: Washington está tratando de utilizar la carta del terror para someter a otros, al tiempo que corre el diabólico riesgo de incitar a una guerra nuclear.
El mundo debe saber que los políticos norteamericanos y los medios corporativos que los apoyan, actúan colectivamente como un loco. Finalmente el poderío norteamericano descansa en el terrorismo coercitivo. En todo caso, Rusia y China no van a tolerar semejante conducta psicopática y afortunadamente, cuentan con los medios para contrarrestar la amenaza. La pretendida virtud de Estados Unidos está finalmente siendo denunciada en relación a la fea realidad que yace en el fondo.
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