Argentina

IMPSA: ¿Qué culpa tiene el gamelote?

Martes, 01/09/2020 02:26 PM

El día que se firmó el contrato entre la empresa argentina IMPSA y el Estado venezolano para instalar 12 aerogeneradores en el desierto de La Goajira, el Ministro del área era el coronel Jesse Chacón.

Ese día un gamelote argentino y otro venezolano se repartiéndose 232 millones de dólares sacados del presupuesto de PDVSA y el Banco Central, en nombre de la potenciación del sistema energético venezolano. Resultó lo opuesto.

Corrían los días azarosos de la transición entre 2012 y los primeros meses de 2013. Todo estaba trastornado en la administración y en los ministerios del gobierno bolivariano. El impacto de la inminencia de la muerte del Comandante Presidente desarticuló varios de los controles administrativos y los gamelotes desataron sus anhelos y ambiciones.

En ese ambiente de lujuria gamelotiana, IMPSA, la principal empresa argentina de telecomunicaciones obtuvo 232 millones de dólares por esos 12 equipos de energía eólica en La Goajira. Menos de un año antes, por otro gamelote similar firmado con el mismo Ministerio, IMPSA había competido con la multinacional danesa Vestas para instalar en Nueva Esparta 100 equipos de igual tecnología.

Parece que IMPSA se mandó algunos gamelotes en Brasil durante el segundo gobierno de Dilma, porque le incoaron una demanda judicial millonaria por defectos en sus equipos y malos servicios.

Pero la cosa es más grave, digamos más gamelóticamente criminal. En dos sentidos.

El social: El alto promedio de cortes en la energía eléctrica sufridos por las familias venezolanas desde 2013 alcanza al 50% del consumo diario. Más grave en el Zulia donde deben soportar proporciones superiores de corte. Los efectos en el estándar de vida y el daño a los alimentos por la ruptura de la cadena de frío ha sido devastador, solo comparable a un estado de guerra.

En lo económico y ético: Además del negociado de los dos contratos, hubo una estafa por sobreprecio y un fraude tecnológico.

Le pagaron a IMPSA por 12 equipos en La Goajira, lo mismo que había cotizado Vestas, la más grande del mundo, para un proyecto de 100 equipos en Nueva Esparta. O sea, por 88 equipos menos IMPSA ganó lo mismo que por 100 de Vestas.

Este fraude también fue tecnológico: Los equipos instalados por IMPSA no servían para Venezuela. Sólo podían ser usados en la Patagonia y la pampa argentina donde la velocidad de los vientos es superior a los 8.5 por segundo promedio que predomina en Venezuela. De hecho nunca se conectaron al sistema eléctrico nacional y la población sufrió consecuencias cuyos daños se llama sufrimiento, no "gamelote". Este inofensivo arbusto silvestre no tuvo la culpa.
Negociado, sobreprecio y fraude tecnológico, tres gamelotes en un mismo paquete.

En 2012 no había comenzado el bloqueo imperialista. Este fraude de 460 millones fue como una pedrada en la vidriera de un PBI resquebrajado por el derrumbe de los precios del petróleo y demás materias primas y la crisis financiera global del 2008-2009.

Habría que ser muy gamelote, o sea, idiota, para no comprender que la determinante geopolítica del colapso de la economía bolivariana es el bloqueo. Pero ese apenas es el punto de partida de la trituración de la prosperidad bolivariana de 2002 a 2012.

También se requiere ser un verdadero gamelote, para negar el alto costo social de la suma de negociados y fraudes gamelotianos que junto al bloqueo mantienen a Venezuela en la condición de sociedad de parias.

No es que antes de 2013 no hubiera corrupción. Al contrario. La diferencia es que aquella basura privado-administrativa quedaba opacaba, velada bajo el alto consumo e inversiones sociales que sostuvieron la prosperidad relativa.

En el estado general de penuria actual el gamelote brota como la basura de un tubo digestivo.

IMPSA se dedica al negocio de las telecomunicaciones: transmisión de datos, acceso a Internet y telefonía, turbinas, entre otros. Sus dueños son la familia Pescarmona. Hace poco abandonaron la empresa dejándola a sus cinco acreedores tras negociar una deuda de casi mil millones de dólares en un tribunal norteamericano.

Su dueño, Enrique Pescarmona es un conocido misógino. Se atrevió a decir en la prensa argentina que "las chicas de 14 años se hacen preñar por unos mangos (unos pesos)".

Si sólo fuera un despreciable misógino sería un oprobio humano para la mitad femenina y transgénero de la sociedad. Pero si además, es un experto en fraudes empresarios que aprovecha confusiones gubernamentales de "inocentes" gamelotes ministeriales, tenemos como resultado un desastre anunciado y continuado.

O sea, el bloqueo imperialista no actúa solo en el saqueo a la economía de Venezuela y en la destrucción del consumo de las familias trabajadoras pobres.

¿Qué culpa tiene el gamelote?

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