¿Por qué los intelectuales (si quedan) no se pronuncian? acerca de la situación extraordinaria que vive el mundo?
¿No advierten cuanto menos algo extraño en todo esto? ¿No perciben en las circunstancias y en los diversos modos de considerar los especialistas del globo, tanto los adjuntos a los gobiernos como los que son independientes, discrepancias hondas e incluso arcanos? ¿No tienen nada qué decir acerca de todo cuanto se nos informa y se nos impone a la ciudadanía, a la población, en todos los países de una manera desigual, como verdades asertóricas? ¿Acaso quienes, analizando todas las piezas del puzzle, tal como manejan los gobiernos la situación, vemos contradicciones llamativas y actuaciones vacilantes, unas veces, y otras absurdas; incluso la OMS que tan pronto advierte en un sentido como en otro, estamos mal de la cabeza? ¿Es que acaso no se consideran intelectualmente concernidos, pues dan por buenas las verdades oficiales? ¿Prefieren esos intelectuales seguir analizando abstracciones que no van a ninguna parte o hacer incursiones en un espacio tan resbaladizo como es la política en general, filosóficamente inabordable, y en España intelectualmente despreciable?
Traduzco actualmente una obra moderna de un autor británico, Paul Johnson que no está traducida al español: "Le grand mensonge des intelectueles". Y en este periodo de tiempo ahí está Bertrand Russell comprometido con la paz y no lejos de perder el juicio a cuenta de intentar retener el agua entre las manos, que es lo que me parece su propósito de detener el horror de las dos grandes guerras que al mundo entonces se le vino encima pese a sus meritorios esfuerzos...
Ahora no es una guerra convencional porque las mentes pequeñas que en el fondo encierran los políticos nos la han canjeado por un clima equivalente en muchos aspectos: ruina de infinidad de personas, suicidios opacos aunque se estén produciendo en cifras insoportables, sufrimiento local y global, vacunas imposibles pues el virus letal se ha diseñado como mutante, pugna entre los mismos habitantes de los países a cuenta de algo que a los débiles convierte en dóciles ovinos y a los no débiles nos subleva. Ahora no es una guerra, pero hombre, es una situación que pasará a la Historia como algo tan extraordinario como una guerra, que las generaciones futuras, si las hay, habrán de contar como algo bien distinto de lo que ahora se nos cuenta y los intelectuales abordarán como Voltaire analizó "El terremoto de Lisboa" con la grandeza de una mente sin parangón, pues las neuronas de la actualidad aun entre lúcidos, en general, adolecen de la más absoluta necedad .
Muchas gracias a todos los países del planeta por no habernos metido de lleno en un holocausto final. Pero yo pido a los intelectuales, no ya sólo españoles -tan pocos hay que no los reconozco- sino a los que están acostumbrados a contemplar las miserias de los hombres y mujeres desde las estrellas para discernir, que nos alumbren de una vez con su su visión de un estado de cosas que, sobre todo mi generación, la más avanzada en el tiempo, ve con total desconfianza y todas las sospechas…