Debate Biden-Trump: gana el pueblo de los EEUU

Lunes, 05/10/2020 01:38 PM

Cuánta diferencia hay entre el victorioso Donald Trump que se enfrentó a Hillary Clinton, en 2016, en un debate en que –literalmente- se la comió verbalmente, y el Donald Trump enfrentado a Joe Biden, a finales de septiembre de este año 2020. En 2016, Trump, se vendió como el héroe que salvaría a los EEUU de la bancarrota en que Obama dejaba al país. "Nuestro país es un desastre (...) Nuestras carreteras y puentes se hacen pedazos, nuestros aeropuertos están en condiciones tercermundistas, y 43 millones de estadounidenses se alimentan con vales de comida", decía entonces un Trump destellante y atropellador de la dama a la que se enfrentaba en dicho debate. Mediante la estrategia de auto presentación positiva, Trump, se presentaba como el agente del cambio, el outsider, que no pertenecía al establishment del corrupto sistema de gobierno imperial. Este mensaje, caló hondo en sectores de la población que se sentían abandonados por el gobierno de Obama. Trump, prometía: "Hacer a América Grande de Nuevo" (Make America Great Again), regresar a la época del bienestar económico. Con un discurso centrado en la economía, atraía y daba respuestas al principal problema de las clases media y trabajadoras estadounidense, repetía sin cesar: "He creado diez mil empleos", "crearé 25 millones de empleos cuando sea presidente", "aumentaré los salarios para los americanos que más lo necesiten", "conozco nuestra complejas leyes de impuestos mejor que ningún otro presidente y soy el único que puede arreglarlas". Trump, hizo propio de su estilo el lenguaje ofensivo y directo para presentar en término negativos a sus opositores. Las elecciones en Estados Unidos, en 2016, transcurrieron en un período turbulento, marcado por una crisis en el sistema de valores que comenzó a surgir tras la recesión económica de 2008, que disminuyó –considerablemente- el nivel de vida de la clase media estadounidense y su clase trabajadora. El magnate inmobiliario, se convirtió en la voz de los ciudadanos inconformes con la situación del país. Hablaba a un pueblo, que apostó por Obama, creyendo que éste si le resolvería los gravísimos problemas económicos que le afectaban y perdió su apuesta. Los problemas económicos, aún persisten con Donald Trump de presidente. Ello, explica del porqué de la estrategia discursiva de Trump contra Biden, evitando en todo momento, profundizar algún tema de interés para el pueblo estadounidense. Frente a la esperanza de un pueblo, ávido de respuestas ante sus gravísimos problemas, acentuados ahora por la pandemia por coronavirus, y la polarización de una sociedad enfrentada consigo misma y totalmente dividida. Decía, Trump, en 2016: "La gente está muy enfadada. Creedme, muy enfadada", imagínense como estará hoy, al ver desvanecidas sus esperanzas puestas en el magnate inmobiliario hecho presidente. ¡Sentir que Trump fue otro fraude más! No se equivocó, Noam Chomsky, cuando en 2016, sentenció: "Creo que Trump sería un desastre".

Y ciertamente, eso fue Trump en estos cuatro años de gestión presidencial, y nos atrevemos a dudar que un pueblo de las características del estadounidense, se resigne a calarse cuatro años más de deterioro económico, masivo desempleo, sin derechos sociales ni humanos, y un poder ejecutivo cada vez más omnipotente y alejado de los principios constitucionales, que alguna vez enarbolaron los padres fundadores y que hoy Donald Trump, sencillamente, ha echado al canasto de la basura, a tal punto, que coloca en entredicho la autenticidad del sistema electoral estadounidense y anuncia por adelantado un fraude electoral, que aún no ha ocurrido y por ello, se niega –obstinadamente- a comprometerse a reconocer un resultado cualquiera que sea el que resultare, el venidero 03 de noviembre.

Si a alguien se parecen los EEUU de este 2020, es a la Venezuela de finales de los 90, finales de la cuarta república: un pueblo obstinado de su viejo liderazgo político, sumido en la corrupción y la desidia, imposibilitado siquiera de ofrecer soluciones a los gravísimos problemas de sobrevivencia de la población venezolana de aquel entonces, una élite negada a reformas estructurales, que ese sistema político bi-partidista reclamaba con urgencia. El pueblo venezolano, para hacer valer sus reclamos tuvo que acudir a una insurrección popular (27 febrero 1989), dos insurrecciones militares (4 febrero y 27 de noviembre de 1992), hasta que finalmente, pudo alcanzar su respuesta en diciembre de 1999, mediante la vía electoral pacífica, y parió un líder a su imagen y semejanza: Hugo Rafael Chávez Frías. Un nuevo liderazgo emergió, bolivariano y popular, expresión de las clases desposeídas que pujaron por su nacimiento. El liderazgo estadounidense, es producto de una guerra del norte contra el sur, de la más sangrienta de las guerras de la segunda mitad del siglo XIX, la Guerra de Secesión norteamericana (1861-1865). Fue, en ese horno, que se crearon Jefferson, Lincoln, Washington y otros líderes que moldearon y crearon lo que actualmente se conoce como los Estados Unidos. Dicha guerra, estuvo marcada por la lucha contra la esclavitud de los afroamericanos. Eran los tiempos, que el partido demócrata de entonces, intimidaba al negro estadounidense con su organización paramilitar: Knights of the White Camelia (Luisiana, 1867), que en conjunto con el Klu Klux Klan, reforzaban la postura racista de ese partido. De hecho, en 1871, se generaron graves desórdenes (tan igual como los ocurridos este año, 2020, en EEUU), muchos de los cuales se concentraron en los condados de Carolina del Sur, que obligaron al Gobierno Federal a imponer la ley marcial y enviar la Guardia Nacional para restablecer la normalidad. El tema racial, es histórico pues constituye una reivindicación que la revolución burguesa estadounidense, no pudo resolver en su transición al capitalismo y mucho menos, al imperialismo. Los liderazgos posteriores, a la Guerra de Secesión, surgieron entre los benefactores del capitalismo emergente, aquellos que les iba muy bien en sus negocios, gracias a lo cual podían acceder al gobierno de esa poderosa nación en construcción. EEUU, nace como un país bi-partidista: Republicanos y Demócratas. Allí, los encajonó la élite dirigente, surgida tras aquella guerra. Tal cual, implantó en la Venezuela de la cuarta república, esa élite imperialista. Un sistema político a su imagen y semejanza, que hizo implosión con el final del siglo XX. Hoy, los EEUU, evidencian signos similares a esa fenecida Venezuela cuartarrepublicana. Bien, lo caracteriza el mismo Trump, cuando señala: "La gente está muy enfadada. Creedme, muy enfadada". Por ello, votó por Obama, después, giró a la ultraderecha con Trump y ahora se encuentra en el dilema de no tener una alternativa creíble y confiable. Nada descartable, que para el surgimiento de un nuevo liderazgo alternativo al bi-partidismo, el pueblo de los EEUU, deba acudir a una nueva guerra interna.

En el debate, Donald Trump, imposibilita a Joe Biden de toda posibilidad de desarrollar una propuesta que despierte la más mínima esperanza de ese pueblo, harto de su élite política. "Nunca discutas con un ignorante (decía el escritor Mark Twain), te hará descender a su nivel y ahí te vencerá por experiencia". Eso, ni más ni menos fue lo que hizo Trump en ese debate. "Payaso, mentiroso, racista", fueron parte del arsenal lingüístico empleado por Joe Biden para refutar las agresiones de un Trump desafiante y encolerizado. La Política, quedó en un segundo plano. Dimes y diretes, como muestra del bajo nivel político en que se encuentra la élite dirigente de los EEUU. Quizás, la peor en este siglo. Ante un pueblo, que está despertando del largo letargo en que le han sumergido esos medios de incomunicación, más de dominación de sus mentes. Mucha razón tiene Nacy Pelosi, líder del Congreso, cuando le recomienda a Biden evitar otro debate con Trump. La coincidencia es general, en cuanto a que fue el moderador del debate, Chris Wallace, quien mantuvo la altura del debate. Así están las cosas en EEUU, si de Política se trata.

En febrero 04 de este año, Donald Trump, en su Mensaje a la Unión, anunciaba triunfalista: "Los años de Decadencia terminaron", definitivamente, no sabe o no quiere saber, cuán desconectado está de la realidad histórica de su nación. Marx, señalaba, que las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época, o dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. Pero, la clase dominante en el imperio, ya no expresa las ideas dominantes. El pueblo estadounidense, lucha por imponer sus ideas en las calles, totalmente contrarias a las de la élite gobernante. Tom Wolfe, decía: "El lenguaje no es uno de los atributos singulares del hombre: ¡el lenguaje es el atributo de todos los atributos!", vaya vergüenza, que sintió el pueblo estadounidense al escuchar y ver hablar a Donald Trump y Joe Biden. ¿Por qué no te callas, hombre?" Joe Biden. "Todo lo que ha dicho hasta ahora es simplemente una mentira. Todo el mundo sabe que es un mentiroso" Joe Biden. "Es difícil hablar con este payaso. Discúlpeme, persona" Joe Biden. "Si tú fueras presidente, no habría 200.000 muertos, habría dos millones" Donald Trump. "Fuiste el peor de tu clase en la universidad. No utilices la palabra inteligente conmigo. Nunca uses esa palabra. Porque, ¿sabes qué? No tienes nada de inteligente, Joe. En 47 años, no has hecho nada", Donald Trump. Tal fue, el nivel antipolítico, alcanzado por Biden y Trump. Decía, el escritor Octavio Paz: "La palabra es el hombre mismo. Sin ellas, es inasible. El hombre es un ser de palabras." El lenguaje importa… Así pues, ésta es también la era del lenguaje, refería Mark Thompson, en su obra: Sin palabras, y concluía: "Con tiempo, los líderes, comentaristas y activistas dotados de empatía y elocuencia pueden emplear las palabras para no solo explotar la opinión pública, sino moldearla." No fue, este el caso, ni el objetivo de Donald Trump y menos de un Joe Biden, que le siguió los pasos en el esperado debate.

La vergüenza de ese debate, se expresó en la negativa a una nueva exposición a hacer el ridículo, nuevamente, ante las cámaras. Como ya lo anunció la lideresa demócrata Nancy Pelosi de evitar otro debate. Por su parte, Donald Trump, acude a la artimaña de enfermarse de Covid-19 y alejarse por un buen tiempo de la exposición al público, como evidencia de cuán grande ha debido ser el regaño que les hiciera a ambos, el establishment o poder profundo del imperio. Ninguno de los dos candidatos, demostró tener capacidad de respuesta ante los grandes retos que les está imponiendo, la nueva realidad surgida ante la pandemia por coronavirus y el nuevo orden mundial, que está pujando por nacer. Nuevo Orden, en que los EEUU, ya no será el protagonista. "Habla el desengañado: buscaba grandes hombres y no he encontrado nunca más que monos imitadores de su ideal…" (El Ocaso de los Ídolos (o Cómo se Filosofa a Martillazos) Federico Nietzsche)…

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