Si a cualquier azerí (habitante de Azerbaiyán) se le preguntara en este momento, qué opina del conflicto que ha recrudecido por estos días de finales de septiembre y comienzos de octubre del año 2020, entre el gobierno de su país y el gobierno de Armenia, seguramente que opinará que la posición de su gobierno es la correcta, porque está defendiendo la integridad del territorio azerí, en tanto que la región en disputa, Nagorno Karabaj, históricamente ha formado parte de este último. Y esta respuesta, sin duda, obedecerá a la visión que tiene la población azerí, como producto de la educación histórica y geográfica que ha recibido.
Una respuesta similar, pero en sentido contrario, seguramente que dará un armenio (habitante de Armenia), siguiendo la misma lógica del azerí anteriormente consultado, con lo cual tendríamos dos respuestas contrapuestas, emanadas de dos individuos que pertenecen a naciones-estado con identidades muy diferentes, tanto desde el punto de vista étnico, como lingüístico y religioso.
Lo anterior adquiere un gran significado, al momento de referirnos al concepto de territorio, en tanto que éste no tiene únicamente una connotación físico-espacial, sino que el mismo es el resultado del conjunto de elementos que lo conforman de manera interrelacional, con lo cual, éste presenta características diferentes según el momento en el que se le analice. Es decir, un territorio, ubicado según determinadas coordenadas geográficas, analizado en 1930, tendrá la misma ubicación que en 1990, pero, debido a los procesos que en él se han dado a lo largo de sesenta años, tendrá características diferentes en la última fecha, en comparación con las de la primera.
Lo que ocurre en Nagorno Karabaj es algo similar a lo que ha ocurrido a lo largo de los años en los Territorios Palestinos, en la región de Sinkiang (China), en Crimea (Rusia) y en La Araucanía (Chile), para mencionar algunos casos, en los que procesos --naturales o estimulados-- migratorios y de crecimiento demográfico, que han involucrado a poblaciones con determinadas características étnicas, lingüísticas y religiosas, han modificado sustancialmente las características de los territorios, con implicaciones políticas y geopolíticas importantes.