Xi y Putin por el desarrollo pacífico, mientras Trump se eriza de atrasada beligerancia
Por: Finian Cunningham
Lunes, 12/10/2020 06:28 AM
Strategic Culture Foundation
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Oportunamente, durante el 75º aniversario del establecimiento de la Organización de Naciones Unidas, ONU luego de la derrota del fascismo y del nacimiento del multilateralismo, debemos revisitar aquel catastrófico momento crucial a través de las palabras contemporáneas de los líderes mundiales. O avanzamos cooperativa y pacíficamente o descendemos a la barbarie –una vez más.
Donald Trump, Xi Jinping y Vladimir Putin se encontraban entre los líderes mundiales que intervinieron en la asamblea general de Naciones Unidas esta semana marcando el aniversario número 75 de la fundación de la organización. Dos visiones se hicieron presentes, una retrógrada y reaccionaria expresada por Trump, la otra promoviendo un mundo basado en la cooperación pacífica.
Todos los discursos fueron pronunciadoa vía teleconferencia debido a la pandemia del coronavirus lo cual impidió una asamblea completa en Nueva York. De los tres líderes mencionados, Trump apareció remoto y extraño. Su intervención fue sorda en el evento. Setenta y cinco años después del fin de la II Guerra Mundial –la más horrible conflagración en la historia—y la derrota del fascismo, Trump se vio como un analfabeto histórico, apatanado y para emplear una expresión vulgar, por completo a la altura de su propio trasero. La Organización de Naciones Unidas fue fundada a partir de las cenizas de la guerra que cobró una tasa de por lo menos setenta millones de muertos –casi la mitad de estos muertos fue sufrida por la Unión Soviética. El nuevo organismo mundial se basó en la premisa de nunca permitir una repetición de ese horror a través de la común aceptación de los principios de respeto por la soberanía de las naciones, la humanidad en general y el rechazo a la agresión. Se trata de la Carta de Naciones Unidas, nada menos.
Lo que expresó Trump fue una abominación de los principios de la ONU. Su diatriba estuvo erizada de agresividad hacia China sobre la base de alegaciones espurias acerca de la pandemia del coronavirus, culpando a Beiyín por “haber desatado la plaga contra el resto del mundo”. De manera ominosa –al igual que en declaraciones en meses anteriores—exigió que China sea responsabilizada por la enfermedad. Aparte de antagonizar con China, el presidente Trump también elogió y presumió sobre el poderío militar norteamericano. Luego de décadas de haber librado guerras ilegales a través del Medio Oriente y en otras partes –lo cual ha costado millones de muertos—De manera incongruente Trump alegó que Washington estaba llevando la paz a la región a través de una serie de tardíos y dudosos “acuerdos” entre los regímenes monárquicos árabes e Israel.
Abreviando, se trató de la habitual arrogancia sobre el excepcionalismo norteamericano, conocido también como supremacía nacionalista y la doctrina militar que “el poder tiene la razón”. Ya antes habíamos escuchado toda esa mojigatería ilusoria y bombástica a otros líderes norteamericanos. Quizás, la única cosa a favor de Trump fue la brevedad y la manera deslucida en que lo hizo en vez del florido y retórico camuflaje digamos como el de Obama que pinta al imperialismo norteamericano como un tipo de fuerza benigna para la humanidad. Trump nos ahorró la molestia de desempacar las mentiras y las pretensiones virtuosas que la mayoría de los dirigentes norteamericanos gustan tanto. Lo que conseguimos con Trump es esencialmente el rudo poder chovinista norteamericano y su agresividad.
En franco contraste, tanto el presidente Xi de China como el presidente de Rusia Vladimir Putin quienes intervinieron después de Trump, que pronunciaron discursos muy a propósito de la ocasión. De manera significativa, ambos recordaron al mundo que Naciones Unidas fue fundada a partir de la histórica “guerra anti fascista”. Ambos reiteraron que los principios de la colaboración pacífica, la no agresión, el respeto por la soberanía y la necesidad mundial de trabajar de manera cooperativa en un ámbito de multilateralismo mutuo.
No hubo diatribas, recriminaciones ni fanfarroneo acerca del poderío militar como tampoco groseras “plegarias a Dios” acerca de no tener que usar “nuestro avanzado armamento” como lo hizo Trump en lo que solo se podría comprender como una directa amenaza al resto del mundo para que este acepte la “paz” norteamericana a través del cañón de un fusil.
En torno al urgente problema de la pandemia del coronavirus, tanto Xi como Putin, apelaron a la cooperación global para derrotar a este enemigo común de la humanidad. El líder ruso ofreció poner a disposición la recientemente estrenada vacuna Sputnik V para el resto del mundo, “libre de gravámenes comerciales”. El jefe de la ONU Antonio Guterres, agradeció a Putin por la oferta rusa de la primera vacuna del mundo desarrollada contra el coronavirus.
De vuelta con Trump, se trató de una diatriba recargada de beligerancia con la consabida presunción norteamericana de unilateralismo. No hubo humanidad en las palabras de Trump, solo un desagradable narcisismo y un presumido derecho norteamericano para castigar a otros a quienes considera adversarios. (¿Cuándo los líderes norteamericanos no han considerado a otros como sus adversarios?).
Con toda certeza, si los fundadores de la ONU hubiesen presenciado los discursos pronunciados esta semana, seguramente habrían reconocido la fraternidad de las visiones emitidas por Xi y Putin. Ellos habrían reconocido la descrita esperanza del desarrollo común del ser humano. Y habrían apreciado los pragmáticos principios emitidos.
Con certeza se puede decir también que si los fundadores de la Organización de Naciones Unidas hubiesen escuchado el discurso de Trump habrían retrocedido horrorizados ante semejante y demagógica diatriba. Frente a ese tipo de tóxico ultra nacionalismo, militarista y belicosa política como la que expresó Trump, que corresponde a la misma despreciable categoría que el mundo pensó que había derrotado cuando se fundó la Organización de Naciones Unidas: el Fascismo.
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