El apoyo de los expatriados latinoamericanos al caudillismo de Trump

Viernes, 16/10/2020 01:18 PM

La clase política norteamericana de críticos comentaristas, encuestadores, columnistas y las interminables noticias cablegráficas con la cháchara de opinantes, están en estos momentos adelantando la noción que el candidato presidencial demócrata, Joe Biden, está teniendo problemas con el apoyo de parte de la comunidad hispana. Este argumento se basa en la torpemente falsa premisa que la comunidad hispana es políticamente monolítica y que está gravitando –como lo ha hecho en años recientes—hacia los candidatos republicanos. Con certeza, existe una base conservadora en el voto hispano entre la mayoría de exiliados políticos de origen europeo en el sur de la Florida, quienes vinieron a Estados Unidos huyendo –junto a sus cuentas bancarias en el exterior—de gobiernos socialistas y progresistas que llegaron al poder luego de arrojar a dictaduras de "caudillos" alimentados por la Agencia Central de Inteligencia, CIA en Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Al instalar un nuevo núcleo de poder político en la ciudad de Miami, los expatriados cubanos que fueron apoyados por la CIA y la dictadura de Fulgencio Batista en Cuba, financiada por la Mafia, establecieron en Miami una comunidad derechista cubana conocida como la "Pequeña Habana". La CIA empleó a los ex militares cubanos de las fuerzas armadas de Batista para reclutar mercenarios y realizar operaciones "anti comunistas" en Centroamérica, Bolivia y en la región caribeña, lo que incluyó la fallida invasión de "Bahía Cochinos" en Cuba con el propósito de derrocar a Fidel Castro y en el año 1980 la "guerra de los contra" para derrocar al gobierno Sandinista de Nicaragua.

Luego que el dictador nicaragüense Anastasio Somoza fuera depuesto por los izquierdistas Sandinistas en la revolución del año 1979 los seguidores de Somoza se trasladaron al sur de la Florida, congregándose en la "Pequeña Managua" en Miami uniéndose a sus acompañantes de viaje cubanos para fomentar movimientos políticos anti progresistas a través de América Latina. Con posterioridad a la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela el año 1999 las oligarquías europeizantes de Venezuela, temerosas de ver que el poder político se estaba deslizando hacia la población mixta indígena blanca promoviendo políticas socializantes, tomaron sus chequeras y se trasladaron hacia el sur de la Florida y conformaron una estrechamente unida comunidad en El Doral en el condado de Miami Dade, posteriormente conocida como la "Pequeña Caracas". Numéricamente inferiores en número en comparación con los cubanos, los venezolanos y exiliados colombianos, muchos de ellos ricos y algunos vinculados a los carteles de la droga, se instalaron en la "Pequeña Habana" y en la "Pequeña Caracas". La razón principal de la inmigración colombiana es la de escapar a la violencia en Colombia causada por los carteles de la droga que a su vez son apoyados por los sucesivos gobiernos colombianos pro Estados Unidos.

Cuando los republicanos dicen que Donald Trump está ganando apoyo entre la comunidad hispana de la Florida, se refieren principalmente a los exiliados blancos de Miami Dade. Estos denominados "hispanos" mayoritariamente no tienen los rasgos de los indígenas nativos latinoamericanos o de raíces afro-caribeñas de sus compatriotas que apoyan el socialismo y apoyan a candidatos como Trump debido a su nostalgia por sus caudillos antidemocráticos y fascistas como Fulgencio Batista, Somoza y Marcos Pérez Jiménez de Venezuela. En la Pequeña Habana el más odiado después de Fidel Castro es el presidente John F. Kennedy junto a Barack Obama en un tercer lugar. La Pequeña Habana y sus contrapartes la Pequeña Managua y la Pequeña Caracas son ambientes propicios para la política de ultra derecha y políticos extremistas.

Lo que nunca menciona el complejo "noticioso" del info-entretenimiento de Estados Unidos es el abrumador apoyo que recibe la boleta de Biden-Kamala Harris de parte de la comunidad caribeña del sur de la Florida, bahameños, jamaiquinos, haitianos y otros provenientes del Caribe de habla inglesa, francesa y creole. Harris, cuyo padre es jamaiquino, está recibiendo el apoyo del sur de la Florida además de parte de Houston y de las regiones de Texas que cuentan con nutridas comunidades de origen caribeño.

Por otra parte, Trump tiene muy poco apoyo entre los mexicanos-americanos de Texas, Nuevo México, Arizona, Nevada y California. Ellos presenciaron al gobierno de Trump separar a bebés y niños de los brazos de sus padres provenientes del sur de México, Guatemala, Honduras y El Salvador que buscaban asilo. La comunidad hispana nunca olvidará las fotografías de bebés y niños de migrantes mestizos y Maya obligados a permanecer en jaulas y campos de concentración instalados en la frontera de la parte sur de Estados Unidos.

En muchos casos, resulta incorrecto referirse a los Maya y a otros nativos buscadores de asilo provenientes del sur de México y América Central como Latinos, Latinas o Hispanos, ya que ellos son de origen Amerindio y solo hablan sus lenguas tribales nativas y desconocen parcial o totalmente el idioma castellano y mucho menos el inglés. Lo que ha forzado a estos desesperados pueblos hacia el norte con la esperanza de asilo son las dictaduras encabezadas por caudillos, la CIA y financiadas por los capos narcotraficantes abandonando sus países de origen, particularmente desde el Triángulo del Norte formado por Guatemala, El Salvador y Honduras.

A diferencia de los exiliados del sur de la Florida a quienes gustosamente Estados Unidos concedió residencia y ciudadanía, los exiliados mestizos e indígenas del suroeste de Estados Unidos no consiguieron ser miembros de ningún club de campo (esto incluye el club de propiedad de Trump, Mar-a-Lago ubicado en Palm Beach, Florida), comunidades cerradas y cuentas bancarias donde se lava dinero en Miami esperándolos en Estados Unidos. El promedio de los migrantes financieramente solventes para la Florida provenientes de Venezuela, Chile, Colombia. Panamá y Perú pagan un promedio de alrededor de 450,000$ por una vivienda de cuatro dormitorio con un gran patio y piscina. Ese tipo de afluencia ciertamente no es la regla entre los emigrantes que van al suroeste norteamericano o Texas.

Para muchos de estos seguidores hispanos de Trump en el sur de la Florida que consideran a Trump como un apoyo a la tradición del caudillismo en América Latina, clasismo y racismo institucionalizados, lo cual es un lugar común en las historias de sus países de origen pero que si constituyen un anatema para la era moderna en la democracia constitucional de Estados Unidos y el imperio de la ley.

Desde la independencia unos 141 caudillos han ocupado los palacios presidenciales de países latinoamericanos, sus gobiernos cleptocráticos y nepotistas se han mantenido en el poder con los militares y los bastiones oligárquicos, consecuencia de generaciones que han aplicado dictaduras en vez de gobiernos democráticos. Jamás ha habido un caso semejante de caudillo como presidente en toda la historia de Estados Unidos, es decir, hasta la llegada de Trump.

Las tradiciones culturales traídas a Estados Unidos por exiliados blancos ricos de origen europeo desde América Latina han resultado como consecuencia que ellos estén brindando su apoyo cuando se trata de senadores cubano-norteamericanos como Marco Rubio y Ted Cruz. Las órdenes para que Trump y los senadores como Rubio y Cruz de plantear sanciones contra Cuba, Venezuela y Nicaragua han sido emanadas por exiliados ricos dese la Pequeña Habana, la Pequeña Managua y la Pequeña Caracas en la Florida. Para ellos sencillamente se trata de canjear sus votos a favor de la política exterior de Estados Unidos para castigar a Cuba, Venezuela y Nicaragua.

La amenaza planteada por Trump y la política del Caudillismo no se pierde en la comunidad de la diáspora negra de las Indias Occidentales en Florida. La inscripción de la jamaiquina-norteamericana Kamala Harris a la boleta demócrata ha electrificado a la comunidad India Occidental. Aquellos electores de la Florida y Texas que cuentan con raíces en Jamaica, Guyana, Belice, Trinidad & Tobago, Barbados, las Bahamas, Curazao y Haití saben demasiado bien lo que es provenir desde países que comparten territorios o fronteras marítimas con países latinoamericanos gobernados por caudillos amenazantes. Ellos no se alinean con Trump o sus seguidores caudillistas del sur de la Florida. La tradición política de los norteamericanos de origen en las Indias Occidentales proviene de la democracia parlamentaria de Westminster, no de una proveniente de tiranos militares con el pecho de sus uniformes llenos de medallitas, tampoco de jueces y abogados que usan pelucas que se ven en todos los tribunales británicos. Sumados a las filas anti Trump en la Florida están los residentes puertorriqueños residentes en el estado, muchos de los cuales son testigos trasplantados desde su Comunidad con Estados Unidos arrasada por los huracanes y su pueblo agredido repetidas veces por Trump y su gobierno.

Los hispanos de clase obrera en la Florida a diferencia de los expatriados ricos latinoamericanos, se preocupan cada vez que escuchan a Trump mencionar la posibilidad de acceder a un tercer y un cuarto período como presidente de un gobierno inconstitucional. Muchos de los emigrantes más pobres en Estados Unidos vinieron huyendo de los dictadores en sus países de origen en América Latina y lo último que desean es ver a Trump proclamándose presidente vitalicio.

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