Elecciones en Bolivia: Análisis no apto para reformistas (II)

Viernes, 23/10/2020 07:17 AM

Indudablemente, para quienes tenemos una concepción dialéctica-materialista del mundo y de la historia, tomando en cuenta la realidad concreta de la oferta de opciones electorales y la coyuntura política boliviana y regional, no podemos menos que saludar el triunfo de las candidaturas del MAS-IPSP.

Sin embargo, para que las legítimas sensaciones de júbilo, euforia o alegría no le nuble a más de uno la capacidad de análisis, también es necesario advertir que –tanto por parte del nuevo gobierno, como de las organizaciones populares, patrióticas, revolucionarias y antiimperialistas de Bolivia y del mundo– se debe hacer una descarnada e integral evaluación de los casi 14 años de gestión gubernamental del MAS-IPSP, incluyendo diversos errores que alimentaron su desgaste y la pérdida de apoyo obrero-popular, e incluso la calidad del rol que como partido de gobierno jugó ante las acciones golpistas en noviembre pasado.

Es de recordar que, con excepción de las elecciones del 20 de octubre de 2019, la votación presidencial a favor del MAS-IPSP ha sido bastante contundente: 53,7% (2005), 63,9% (2009), 61,0% (2014), 47,08% (2019) y 54,85%[1] (2020); con clara diferencia frente a la segunda opción más votada: 25,2% (2005), 37,2% (2009), 36,5% (2014), 10,57% (2019) y 25,93%[2] (2020).

Por su parte, también con excepción de las elecciones del pasado año, la votación por la principal candidatura de oposición se ha mantenido en una bien definida franja porcentual de apoyo: 28,6% (2005), 26,7% (2009), 24,5% (2014), 36,51% (2019) y 28,92%[3] (2020).

Alguien podría argumentar que la excepcionalidad de los datos en los comicios de octubre de 2019 no se debió a un «voto castigo» sino a una «abstención castigo» (que, por cierto, es uno de los principales fenómenos electorales que hemos visto en Venezuela los últimos 13 años), pero las cifras de participación en Bolivia echarían por tierra esa afirmación: 84,5% (2005), 95,7% (2009), 87,9% (2014), 88,3% (2019) y 88,4%[4] (2020).

Con miras a las recientes elecciones del 18 de octubre, diez organizaciones políticas de la izquierda boliviana (entre ellas el Partido Comunista de Bolivia, PCB) suscribieron una declaración enfatizando que: «reiteramos nuestro respaldo militante a la candidatura del Movimiento al Socialismo-IPSP encabezada por el binomio de Luis Arce Catacora y David Choquehuanca», puntualizando que han «apoyado las medidas progresistas del gobierno del MAS en una coyuntura histórica particular, siendo conscientes de nuestras diferencias estratégicas, y criticamos lo que no se hizo», al tiempo que ratificaron continuar «con el objetivo de transformar la condición capitalista dependiente de Bolivia en el horizonte de la liberación nacional y la construcción del socialismo»[5].

El órgano de prensa del PCB resaltó que, en particular, para los comunistas bolivianos:

«En 14 años de gobierno "progresista", con conquistas para las masas empobrecidas, postergadas y marginadas, se dejó intacto el poder político de la oligarquía y sus acólitos y no se logró el empoderamiento de la clase obrera y de los trabajadores en general.

»El gobierno del Estado plurinacional, ignorando lo acontecido con procesos similares en el contexto latinoamericano, persistió en su actitud de tender la mano a las elites económicas, considerando erróneamente que las mismas aceptarían el proceso de cambio resignando sus aspiraciones de control y dominio […]

»El proceso se ha detenido y retrocedido a niveles alarmantes, corresponde revisar crítica y autocríticamente sobre lo acontecido, para encontrar la forma de reencausar un proceso que no es patrimonio de una agrupación política […] sino de todo el pueblo boliviano.

»Las organizaciones de izquierda, y el Partido Comunista de Bolivia, están obligadas a construir y transitar el camino unitario en pos de la verdadera independencia y soberanía nacionales, estructurada en torno a criterios clasistas y populares, desechando las posiciones colaboracionistas con clases y sectores alineados con los grandes capitales nacionales y extranjeros.»[6]

En este contexto, el editorial del periódico comunista explicó que el PCB «junto a varias organizaciones políticas de izquierda, va trabajando en búsqueda de la unidad en la acción y frente a la coyuntura, para recuperar al movimiento popular, democrático, revolucionario, antiimperialista y antioligárquico. Para hacer frente a la derecha, a sus expresiones fascistas, para apuntalar la reconfiguración del Estado de derecho, sea vía elecciones o cualquier medio de lucha […]», por lo que su posición «no puede ser de meros espectadores pasivos, sino ser protagonistas y coadyuvantes en la derrota de la fascistización en todos los frentes de lucha […]»[7].

Estos planteamientos le resultan difíciles de entender a quienes, desde la obnubilación que produce creer en espejismos e ilusas fantasías –sin asumir que tengan una consciente voluntad de engaño–, decretaron que «los triunfos de la izquierda en América Latina» significaban procesos de cambio «irreversibles» y que nuestra región no vivía «una época de cambios, sino un cambio de época»[8], asumiendo el inicio de una supuesta «nueva Era en América Latina»[9], obviando los límites objetivos que tiene ganar elecciones o gobiernos dentro de las reglas de un Estado burgués y confundiéndolo con el alcance y contenido que significa conquistar el poder.

Por eso, destacadas figuras del «progresismo» latinoamericano, embriagadas con un estilo de dirección personalista y mesiánico, en diversas ocasiones han sumado sus voces y acciones a los históricos ataques de la derecha contra planteamientos y fuerzas de transformación revolucionaria –sobre todo cuando no les apoyan en elecciones o se vuelven incómodamente críticos–, sacan a relucir epítetos como: «la izquierda del 3% en permanente oposición, sin vocación de poder, acostumbrada a protestar y no a proponer», y, aunque a esos personajes les encanta decir «hay que ser autocríticos», casi en coro –acostumbrados a la subordinación genuflexa– recitan el guion: «como decía San Ignacio de Loyola, comprender que, en una fortaleza asediada, cualquier disidencia es traición.»[10]


[1] Con el 97,68% de las actas computadas, según «Consolidación oficial de resultados de cómputo en proceso» del Órgano Electoral Plurinacional (OEP).

[2] Ibidem.

[3] Ibidem.

[4] Ibidem.

[5] Unidad, Nº 932, octubre de 2020, p.13.

[6] Idem, p.10.

[7] Idem, p.2.

[8] RT, «América Latina no vive una época de cambios, sino un cambio de época», 24 de noviembre de 2011.

[9] Mesa Redonda, «El cambio de época en América Latina», 13 de diciembre de 2014.

[10] Rafael Correa, «El cambio de época», 14 de febrero de 2018.

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