¿Trump o Biden? Ante el dilema estamos como “con la empalizà en el suelo”. ¿`La revolución dónde está?

Miércoles, 04/11/2020 03:24 PM

Estar "con la empalizá en el suelo", como parece obvio, es tener las defensas muy bajas. Estar desmoralizado, deprimido y hasta desesperanzado. O, por lo menos, en un enorme estado de incertidumbre que todo aquello genera.

En este momento, después de más de 36 horas de cerrada la jornada de votación en EEUU, el asunto es más que un enredo. Nadie sabe quién ganó y uno se "encalamoca" más, cuando Trump se declara ganador, pero al mismo tiempo denuncia que le han hecho fraude. En nuestra cultura nadie que esté ganando habla de fraude, eso lo suelen hacer los perdedores.

Por esto también, pareciera que las elecciones no fueron allá sino aquí, pese no escuche a nadie decir, "ese enredo revela el atraso de aquí, pues si esas elecciones fuesen en EEUU, al minuto ya sabríamos quién ganó".

El año pasado, habiendo ganado Evo, la oposición, con la ayuda muy eficiente de Almagro y la OEA, obedeciendo órdenes de más arriba, denunció que el presidente reelecto había hecho fraude y por eso desataron un golpe de Estado amparado en la fuerza militar que de hecho fue mucho más fraudulento y a partir de allí hubo una cadena de fraudes, como desconocer lo previsto en la constitución acerca del relevo del poder en caso de ausencia del presidente, hasta llegar a la última de la cola, a quien no le tocaba, como lo fue la señora Añez.

Ahora, cuando Luis Arce, gana la nominación presidencial, con lo que se ratifica la falsedad del fraude de Evo, la derecha de ese país vuelve a cantar fraude e incita a los militares que continúen con el golpe.

Porque como hemos dicho, cantar fraude implica desconocer los resultados electorales y por eso, no es habitual que el ganador cante fraude; de eso se ocupa el perdedor.

Las informaciones provenientes de EEUU, a través de los diferentes medios, son por demás confusas y hasta uno saca la conclusión que quienes las difunden también están por demás confundidos y Trump intenta confundir mucho más o, es evidente que todos nosotros por ese asunto estamos no sólo pendientes, sino "con la empalizá en el suelo", porque pase lo que pase, digamos todo cuanto se nos ocurra, no tenemos la más mínima idea que nos deparará.

Porque en esto último está la clave del asunto. Estamos seguros todos, de un lado u otro, que esa decisión tendrá sus efectos sobre nuestras vidas y por eso, cada quien, se pega de su santo, para que influya en los resultados, lo que habla de nuestra inefable ingenuidad.

La diatriba política venezolana, eso que suelen llamar la polarización, que supone a cada uno de nosotros en un polo u otro, aunque sea mentira, pero es lo que conviene a los polos, tiene a buena cantidad de ciudadanos deseando que gane Biden o Trump, como si el ganador entraría a gobernar desde Miraflores.

El presidente Maduro dijo, días atrás, algo más o menos parecido a "nosotros nos da igual quien gane", pero al día siguiente, la señora Cilia Flores, habló como que ellos esperaban que, de un momento a otro, se produciría un acercamiento entre el gobierno de EEUU y el de Venezuela.

Uno que vive en este mundo e inmerso en todo este cúmulo de acontecimientos e informaciones, asoció las dos declaraciones a las elecciones del país del norte. Por eso mismo, como que nosotros y ellos, hemos sido arrastrados por ese huracán que, aunque su epicentro esté lejos, nos golpea porque los vasos comunicantes son abundante y expeditos.

Nos encanta decir con orgullo, más por la gesta bolivariana que por lo que hayamos hecho después, que en verdad es muy poco, tanto en la IV como en la V, que somos independientes y que aquí se hace lo que nos da la gana y nos "salga del forro", pero el proceso electoral gringo, tanto la campaña, el día de las votaciones, ayer martes, como las horas posteriores signadas por la incertidumbre, "nos tienen con la empalizá en el suelo".

Sin duda, aunque haya quienes eso ocultan y hasta niegan, abundan quienes han puesto nuestro destino y hasta sus percepciones en lo que digan en definitiva las urnas o los dictámenes de las autoridades competentes, eso que llaman tribunales electorales. Por eso aquella simulación del presidente de "nos da igual un resultado u otro" que no es más que una confesión que en eso se ha pegado, lo que fortalece o es más elocuente en las palabras de la señora Flores.

La confusión y los buenos deseos son tan abundantes que hay quienes esperan de esos resultados la solución de los problemas nuestros. Y la fe y esperanza, que habla mal de nuestra independencia, son tan grandes que unos y otros, partidarios de Trump o Biden, creen hallar allí el principio de nuestra recuperación y bienestar.

Se espera, desde el bando más conservador, que pudiera llamarse de la ultraderecha, que Trump de nuevo presidente lleve al máximo su acción agresiva contra Venezuela, lo que pudiera ser terminar de matarnos de hambre y sobre nuestros cadáveres andantes, enviar una enorme fuerza militar que nos remate y entierre nuestros huesos.

Pero hay en el otro lado, no sólo quienes se hacen ilusiones con Biden sino hasta con el mismo Trump, como qué resuelto el dilema electoral, y no estando bajo la presión que en ese sentido significa el votante latino en La Florida, éste podría empezar por desmontar sus presiones, dado que ya ha logrado objetivos importantes, como la Ley Antibloqueo, y optar por una nueva diplomacia. Cuestión o aspiración esta que, bien se inserta con las declaraciones del presidente y su esposa; sin negar que, al mismo tiempo, hacen el mismo juego con el deseo que gane Biden.

La loquera y hasta confusión de sentimientos, sueños e identidades es tal, que en el diario estadounidense New York Times, leí ayer un artículo destinado, según su título y definiciones preliminares, a comentar sobre el voto latino en esas elecciones, escrito por una dama, según sus propias palabras, nacida en Venezuela, pero más orgullosamente ostentando la reciente ciudadanía del país del Lincoln, en el cual su autora espera que esas elecciones, más que en EEUU, impacten sobre Venezuela. Es como si ella, quien se preparaba para votar por primera vez como ciudadana de aquel país, no votaría por el próximo jefe de la Casa Blanca sino de Miraflores.

Y pensando en aquello, refirió su "triste", como deprimente experiencia, de cuando votó por primera y hasta ahora única vez en Venezuela, tuvo que hacer "una cola y al final (qué cosa más horrenda) mojarse el dedo meñique en tinta". Una cosa según ella, por lo menos fue eso lo que percibí a través del texto, que también casi me permitió ver su rostro desdibujado al recordar aquella salvajada, de muy mal gusto, que no lo gustaría volver a experimentar. Y ella ya había votado y lo hizo por internet, hasta desde la comodidad de su casa y sin embadurnarse de tinta su dedo.

Pasó por alto que un sistema como ese, por demás vulnerable, tanto que al propio Trump despierta desconfianza, aplicado en Venezuela, no sería del gusto ni aceptación de los suyos, tanto que estos piden volvamos al sistema manual, el de las tarjetas, la tinta, a la que atribuyen falsamente rasgos de invulnerabilidad y el "acta mata voto". No sé si olvidó o pasó por alto deliberadamente, que una de las tantas razones esgrimidas por la oposición ultraderechista en Venezuela, para alegar fraude, fue que en una elección se dejó de usar esa tinta para impregnar el meñique del votante.

Pensando en aquella dama, ciudadana estadounidense y venezolana, por la inocente y oportunista generosidad de nuestra Carta Magna, descubrí que no sólo nosotros, quienes aquí adentro estamos sufriendo los efectos del desastre ocasionado por el bombardeo de las sanciones de Trump, la ineficiencia y hasta complicidad deliberada o no de quienes aquí gobiernan, sino también quienes allá viven y tienen sus sueños y una que otra pesadilla, tienen "la empalizá en el suelo", con el falso dilema, desde nuestra perspectiva, ¿Trump o Biden?

Y el drama alcanza su momento más expectante ahora, la angustia sube de nivel, la incertidumbre aumenta, cuando casi a 36 horas de cerrada la jornada electoral, como si fuese en el país más recóndito del mundo y donde los votos se contasen como quien lleva las carambolas en las mesas de billar, no sabemos de quién pegarnos. Si de Biden o de Trump.

¿Y la revolución dónde está?

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