Marco Gandásegui y la lucha contra la invasión y ocupación militar de Panamá -1989

Sábado, 19/12/2020 04:24 PM

Marco Gandásegui y la lucha contra la invasión

y ocupación militar de 1989

Por Olmedo Beluche

(Este artículo, que ha sido publicado en la Revista Tareas No. 166, es un homenaje al Profesor Marco Gandásegui, fallecido el pasado 24 de abril de 2020, y a su titánica labor denunciando la invasión y ocupación militar de Panamá por Estados Unidos)

Mienten, quienes asocian la invasión norteamericana contra Panamá del 20 de Diciembre de 1989 con la palabra democracia. La invasión constituyó una masiva violación de los derechos humanos: incontable cantidad de muertos, sobre todo civiles, miles de heridos, decenas de miles de refugiados de guerra y más de cinco mil presos políticos. A todo lo cual hay que añadir violación del derecho a la información, represión a la libertad de expresión y coacción a la libertad de prensa.

Las primeras semanas y meses después de la invasión se instaló en el país un temor a denunciar la masacre cometida por el ejército de Estados Unidos. Los familiares de los caídos fueron maltratados e insultados presentándoles a sus muertos como si fueran "delincuentes" o su sinónimo de entonces: "batalloneros". A otros les intentaron comprar su silencio con falsas promesas de "indemnizaciones". Muchos exfuncionarios e intelectuales vivían "pecho a tierra" por temor a los pases de factura.

Pese al lógico temor que infundían los invasores y sus títeres locales, desde las primeras semanas, algunas voces se fueron alzando poco a poco para denunciar la verdad de lo que fue la invasión del 20 de Diciembre. La señora Corro, el maestro Olivardía, el profesor Sterling demostraron su valor combatiendo con la palabra y poniendo la cara cuando imperaba el pánico.

En medio de esa situación fue emergiendo una entidad que sirvió de caja de resonancia, de lugar de reunión, de tribuna para la denuncia: el Centro de Estudios Latinoamericanos, CELA, "Justo Arosemena", cuyo motor y cerebro era Marco Gandásegui, hijo.

A principios de 1990, después del acto en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá organizado por la Asociación de Estudiantes de Sociología, que dirigía Briseida Barrantes, y el Movimiento Estudiantil ¡A Luchar!, en que por primera vez hablaron formalmente Olivardía y Corro, cuyas palabras recogió Ricaurte Soler en su libro sobre la invasión, hablé con Gandásegui sobre la posibilidad de hacer un libro que recogiera los testimonios de las víctimas.

Enseguida el profesor Gandásegui no solo había acogido mi idea, sino que estaba sugiriendo nombres a entrevistar y asumiendo el financiamiento del CELA para lograrlo. Lo cual evidencia una característica personal de Marco Gandásegui: su compromiso ético con las causas populares, su militancia antiimperialista y su valor personal, siendo que en esos momentos muchos pasaban agachados para no confrontar a las nuevas autoridades impuestas por la ocupación extranjera.

Me sumé al equipo del CELA y bajo la coordinación de Gandásegui se hicieron las entrevistas y en diciembre de 1990 se publicó La verdad sobre la invasión. Allí recogimos documentos, testimonios de víctimas de El Chorrillo, Colón y San Miguelito; de combatientes de los Batallones de la Dignidad; de periodistas; datos sobre la cuantía de los daños materiales, muertos y heridos aportados por diversas instituciones; cerrando con entrevistas a prominentes personalidades de la época que valoraban lo sucedido.

En los siguientes años el CELA, dirigido por Gandásegui, editó tres veces el libro con tirajes de más de mil ejemplares cada una, convirtiéndose en uno de los primeros documentos testimoniales sobre la masacre, en un momento en que el arzobispo McGrath aún pretendía que el hecho se recordara "como una libración" y los medios de comunicación exaltaban a las tropas invasoras y al gobierno del triunvirato juramentado en la base militar de Clayton.

Ese duro año de 1990 el CELA y su director se convirtieron en el eje de un cúmulo de actividades, eventos, debates, reuniones, publicaciones, incluso participación de todo su equipo, encabezado por Marco Gandásegui en las Marchas Negras, organizadas por el Comité Pro Rescate de la Soberanía, ente coordinador que aglutinó a un significativo sector del movimiento popular con el Comité de Familiares de los Caídos, los refugiados de El Chorrillo, etc.

En torno al CELA se reunieron importantes personalidades políticas y académicas. Con Gandásegui, la otra figura central del CELA era Ricaurte Soler, y junto a ellos solían participar Carmen Miró, Simeón González, José Stoute, Magela Cabrera, Eduardo Flores, Roberto Méndez, entre muchos más.

La revista Tareas, editada por el CELA y dirigida a dos manos, por Soler y Gandásegui, constituyó otro baluarte de combate a la ocupación y denuncia de la invasión. La multitud de artículos publicados en las páginas de Tareas en esos primeros años de la década de los noventa dan cuenta de ello. Tengo registrados al menos 23 ensayos publicados por Tareas que son referencias importantes sobre el tema.

En 1990, el CELA colaboró con Bárbara Trent en la elaboración del documental sobre la invasión que llegaría a ser premiado con un Oscar de la Academia de Ciencias Cinematográficas, que se denominó La decepción de Panamá.

La labor editorial de Gandásegui con el eje de la invasión abarcó la reflexión literaria sobre el acontecimiento publicando, por ejemplo: Las luciérnagas de la muerte, de José Franco; Negra pesadilla roja, de Mario Augusto Rodríguez; Operación Causa Justa: la larga noche de la invasión, de Enrique Chuez.

Otros ensayos importantes editados por Gandásegui en ese período fueron: Las casas son para vivir, que no vuelva la guerra, de Antonella Ponce; La batalla de San Miguelito: así se organizaron los Batallones de la Dignidad, de Rolando Sterling; La invasión a Panamá: Estrategia y táctica para el nuevo orden mundial, de Giancarlo Soler Torrijos; Panamá, 20 de diciembre de 1989. ¿Liberación… o crimen de guerra?, de Roberto Méndez.

Esa labor incansable de Gandásegui desarrollada en esos primeros años noventa, en torno a la denuncia de la invasión y sus consecuencias, era una parte fundamental de su personalidad y coincide con dos imágenes que preservo de él en la memoria, la primera y la última vez que lo vi.

La primera, por 1976, estando aún en secundaria, José Cambra me invitó al II Congreso de la Asociación Centroamericana Sociología (ACAS) en la Universidad de Panamá, y allí estaba Gandásegui desplegándose como organizador del evento; la última, a inicios de marzo de 2020, poco antes de la cuarentena, presentando el último número de Tareas bajo su responsabilidad.

La sociología panameña tiene una larga historia, que algunos remontan hasta Justo Arosemena en el siglo XIX, o a Georgina Jiménez la primera socióloga panameña de mitad del siglo XX, como nos enseñó el propio Gandásegui. Pero la sociología panameña consolidada como una profesión, a partir de los años 70 y 80, le debe mucho a ese dinamismo académico socialmente comprometido de Marco Gandásegui quien fue, en todas las circunstancias, uno de los ejes de los Congresos Nacionales de Sociología, de los debates y eventos de todo tipo.

Dinamismo que le había hecho ganar el respeto que él tenía en la esfera internacional tanto en la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), de la que fue presidente en el período 1979-81, y de cuyo Consejo Consultivo hizo parte. También destacó Gandásegui en el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), del cual fue creador y coordinador del Grupo de Trabajo de estudios sobre Estados Unidos. En la Asociación Centroamericana de Sociología (ACAS), fue cofundador y activo organizador de sus congresos, en especial los realizados en Panamá. En todas estas entidades era conocido y sinceramente apreciado.

Como dijéramos en el acto conmemorativo de los 50 años de la publicación de La concentración del poder económico en Panamá, organizado por el Polo Ciudadano, lo más importante de la obra y la vida de Marco Gandásegui es su compromiso militante al servicio de las causas populares.

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