Por la libertad

Viernes, 01/01/2021 09:11 AM

En estos días desfilan una serie de expertos por las salas virtuales del senado de la nación para aportar elementos al debate por el aborto legal seguro y gratuito, a favor y en contra. Lo que nos ha expuesto, nuevamente, a escuchar una cantidad considerable de vejámenes sobre nuestros cuerpos, vidas, existencias. Me pregunto ¿es esto la democracia, que debamos escuchar violencias tan grandes sobre nuestro derecho a decidir? Supongo que sí, que es la famosa libertad de expresión, que cada sector político puede expresarse según sus ideales, pero ¿cuál es el límite?

Si bien este debate ha mejorado considerablemente respecto del 2018, todavía hay un núcleo duro de personas que se creen con el derecho a decir lo que se le venga en gana sobre nosotr*s sin ningún costo y sin ninguna consecuencia. Incluso l*s políticos que se expresan a favor de nuestros derechos lo hacen muchas veces acudiendo a una retórica obsoleta a estas alturas. Son muy poc*s quienes han escuchado más atentamente las discusiones feministas que impulsaron esta lucha y esta ley. Hemos escuchado la palabra mujer unas mil vece, todo el meollo de la cuestión está allí, que las mujeres decidan, pero ¿Qué mujer, quien mujer? ¿Qué se construye detrás del sujeto político Mujer? ¿A quién nombra el significante Mujer? ¿Cómo ponen sobre la mesa l*s políticos el modo en que atraviesa la lucha de clases el debate por el aborto? En un contexto neoliberal que ha precarizado la vida de tant*s, la distinción entre ricas y pobres a secas ¿qué nombra?

Una de las luchas de los feminismos es descentrar el sujeto político del mismo, es decir, poder nombrar las variables que hacen a ese significante Mujer, que engloba las diversas formas de existencias, raciales, de diversidad corporal, discapacidad, sexualidad, identidad de género. La discusión sobre el aborto trajo a escena -nuevamente- la pregunta por el quién. ¿Quiénes abortan? ¿Sólo las mujeres abortan? Es una decisión política tener que estar explicando en el 2020, en un país que tiene una de las mejores leyes de identidad de género del mundo, que no sólo las mujeres abortan, que hay mujeres con pene y varones con útero que también abortan, y que necesitan que la letra de la ley los nombre para poder acceder a un sistema de salud que insiste en invisibilizar y normalizar. El aborto legal seguro y gratuito es una lucha que también está en la agenda LGTBIQ+, las lesbianas también abortamos.

Muchos politic*s y oradores han hecho énfasis en la distinción de clase como una clave para legalizar el aborto, afirmándola solo entre pobres y ricas. En el extremo que va desde “las ricas y pudientes”, las mujeres con dinero propio o de sus familias que abortan en clínicas privadas, ya sea porque son esposas de, hijas de, la amante de, o la empleada de. Al otro extremo “las mujeres pobres” que mueren en clinicas clandestinas, o por realizarse abortos en sus casas sin la información necesaria. Es un hecho el que las personas que no pueden acceder a un aborto en condiciones dignas mueren. La discusión del impuesto a la riqueza dejó a la vista que el porcentaje de personas ricas en este país es muy pequeño ante el resto. ¿Porque las traemos al debate por el aborto si son tan pocas? ¿para mostrar que el acceso al aborto es una desigualdad más?, ¿no podemos imaginar otra retórica que nombre a esa masa precarizada que también aborta en condiciones de clandestinidad? Condiciones que son parte constitutiva de una vida atravesada por la opresión en todas sus formas, donde el aborto no es viable, no solo por su falta de acceso sino porque no entra en el imaginario social de muchas vidas como una opción.

Hay una frase que dice: Las ricas abortan, las pobres mueren. Abortar y sobrevivir es un privilegio de clase. ¿A quién interpela esta frase? ¿A quiénes abortaron, a la sociedad, a la iglesia que se opone? ¿Cómo suena esta frase dicha por nosotras y como suena dicha por los partidos del régimen, es decir los políticos que deberían poder hacer algo para revertir esta situación? las palabras no son solo lo que dicen, son también quienes la enuncian, donde y cuando. No estoy de acuerdo con la reapropiación de nuestras consignas por parte de los partidos del régimen, y aquí incluyo a la izquierda partidaria, quienes han sostenido esta lucha desde siempre, pero que a veces cometen el error de arrojarse el derecho de hablar por nosotr*s, por el mero hecho de haber acompañado los procesos de lucha por el aborto.

En un mundo donde la desigualdad social es moneda corriente, los feminismos han sido uno de los movimientos que han intentado transitar esa brecha social, con sus diferencias políticas, históricas, partidarias y de clase social también, bregando por un derecho humano como lo es el aborto legal seguro y gratuito, lucha que ha sido el punto de unión entre todos los feminismos.

Nuestros representantes políticos muchas veces no están a la altura de nuestras demandas y de nuestras formas de organización, simplificar la discusión entre binarismos, verdes o celestes, desdibuja las particularidades de cada lucha, y sus respectivas genealogías como sus lugares de habla y las condiciones para la misma.

Somos much*s quienes abortamos de manera muy precaria y sobrevivimos, porque toda persona que haya abortado de manera clandestina es una sobreviviente, y ni los políticos ni nadie, deberían hacernos sentir culpables de haber sobrevivido. Los procesos de revictimización a los que fuimos expuestas en estos días, y a los que seremos expuest*s el 29, quienes abortamos, son devastadores.

Con esto no quiero decir que los feminismos estemos por fuera de la política, todo lo contrario, construimos, imaginamos mundos mas libres por fuera de los recintos, porque las instituciones políticas han demostrado tener sus propios límites con respecto al feminismo. Quizás también estamos construyendo un partido propio, como el cuarto que reclamaba Virginia Woolf, pero de otra manera, con otras formas, intentando convivir con las pluralidades de voces y posturas, aunque se que suena como una idea muy romantizada de los feminismos.

Los pro aborto clandestino dicen entender a la mujer, no juzgarla, ni criminalizarla, han montado su discurso anti derechos en la vida y en el trauma. Insisten en hablar del trauma que genera abortar, del daño irreparable, cuando miles le hemos dicho en la cara a más de uno que el principal trauma es la clandestinidad, por eso mismo escuchar tantos argumentos de porqué el aborto debería seguir siendo clandestino nos hace volver a ese lugar del trauma que ellos mismos generan, nos revictimiza, por ende, nos genera violencia. La discusión por la vida amerita palabras más largas, análisis bien profundos, pero apuesto a contar una historia personal, con la certeza de que podría no ser mía, que es la historia de muchas, porque en los feminismos entendimos que lo personal es político en tanto y en cuanto es colectivo. Y hemos hecho de la política una manera de vida.

Noe Gall es activista lesbiana feminista prosexo. Córdoba, Argentina.

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