EEUU: Poder supranacional vs. Poder neofascista

Jueves, 21/01/2021 06:34 AM

“La confrontación va más allá de las tradicionales contradicciones partidistas y de las divisiones al interior de los dos partidos. Está presente a nivel de masas, al interior del Estado profundo y de todo el poder permanente (empresarial, policial, militar, paramilitar y eclesial.”


El proceso de concentración del capital, dentro y fuera de EEUU, ha sido tan bestialmente ascendente como la profundización del abismo social entre la poderosa élite de los mega-ricos estadounidenses y el empobrecimiento de gran parte de su sociedad, de la humanidad y la Madre Tierra.

Estos procesos -además de generar y plantear una contradicción de vida muerte para el planeta y sus pobladores- ha tenido la virtud de fracturar en dos grandes bandos mafiosos la clase dominante-gobernante de esa superpotencia mundial; me refiero al choque frontal, cada vez más intenso y agudo, entre los llamados “globalitas” y los neofascista.

Del Poder-Nación al Poder-Global del Capital.

En su tiempo, el sociólogo Wright Mills describió con mucha agudeza el proceso de conformación de esa élite multimillonaria al interior de la sociedad estadounidense; así como las nuevas modalidades de sus desbordamientos imperialistas en el plano mundial, originalmente analizados al inicio del Siglo XX por V. I. LENIN y sus antecesores.

Entonces, el asiento nacional de las corporaciones capitalistas-imperialistas y el propio Estado- Nación estadounidense, tenían una intensa presencia en esos procesos que fueron determinando la conformación de redes multinacionales de empresas con similares características, articuladas a otros negocios afines; redes consistente en grandes corporaciones con matriz en EE.UU que se expanden y establecen empresas en otras naciones, conformando cadenas empresariales especializadas desde el centro a la periferia del sistema capitalista.

En cada fase las empresas matrices que se tornaron más preeminentes fueron aquellas que más capacidad de renovación tecnológica mostraron y, en consecuencia, más alta productividad alcanzaron; combinada ésta con otros factores llamados a incrementar su poder monopólico y oligopólico, generalmente vinculado a conexiones estatales y partidistas.

Así, los partidos Demócrata-PD y Republicano-PR pasaron a ser los partidos de la gran propiedad y del gran capital altamente concentrado, tanto en la esfera de influencia interna de ese poderoso Estado-Nación, como en el plano internacional.

Esto, acompañado de una agenda común bilateral, y de competencias y pugnas moderadas dentro del sistema político y del Estado Federal (suma de la diversidad de Estados de la federación); diferencias determinadas casi siempre por las características de sus bases sociales y multirraciales, y el peso de lo conservador y/o lo liberal al interior de sus estructuras.

Igual se fue conformando una especie de “Estado profundo” o poder permanente (no sometido a elecciones), con capacidad de arbitraje, imposición y concertación en función de los cambios en la correlación de fuerzas y el carácter de las diferencias.

El PD, en la política interna, por necesidad –en cuanto a la relación entre lo liberal y conservador, y lo racista y anti-racista- siempre ha tendido a potenciar algo más que el PR los componentes liberales, anti-racistas y los programas sociales. En el PR ha operado una dinámica inversa.

Ambos partidos finalmente mezclaron sus matrices ideológicas originales con el avance progresivo la concepción neoliberal o neoconservadora y sus impactos en las estructuras partidistas; concepción desarrollada y promovida por los ideólogos del capitalismo en el contexto de la crisis capitalista de final del siglo XX y de la restructuración técnica, organizativa e ideológica impuesta desde entonces por las elites dominantes a nivel nacional e internacional.

Más recientemente, la vertiginosa acumulación capitalista estimulada por el patrón tecno-científico micro (electrónico, informático, robótico…) -justo en el entronque del desenlace de la modernidad y la entrada a la posmodernidad- provocó un salto cualitativo espectacular en la transnacionalización del gran capital y en su proceso de concentración de riquezas y de poder a escala global.

Así, con su impronta neoliberal, la mundialización –denominada desde entonces globalización- abrió grandes avenidas a las empresas transnacionales, progresivamente colocadas por encima de los Estados establecidos en sus países de origen, incluido EEUU Y todas las potencias capitalistas.

Por encima de las burguesías imperialistas de factura nacional, se conformó una clase capitalista transnacional, una súper-burguesía mundial y un poder supranacional cuyos intereses y decisiones privilegian lo global y superan el Estado-Nación

El funcionamiento de las élites globalistas.

Los híper-millonarios más vinculados a las llamadas tecnologías de punta y a vertientes empresariales que las alimentan o emplean (informática, complejo-militar-industrial-financiero, industria aeroespacial, industria farmacéutica y de salud, energía limpia y mega-minería), se convirtieron en una élite que domina gran parte del dinero, de la propiedad y del mundo; y que operan sin importarle la vida de una gran parte de la humanidad.

De las élites del poder en el Estado-Nación -tal y como lo describe el profesor de sociología estadounidense Peter Phillips, quien siguiéndole los pasos a W. Mills analiza a profundidad este fenómeno en su libro MEGA CAPITALISTA.-Una élite que domina el dinero y el mundo, se transitó a otra fase de de la concentración del capital y las riquezas mundiales: del Poder-Nación imperialista al de una “élite transnacional centralizada”

Esa elite –agrega Phillips- “funciona como una red no gubernamental formada por personas adineradas, educadas de forma similar, con intereses comunes acerca de cómo gestionar, facilitar y proteger una riqueza global concentrada, y garantizar el crecimiento continuo del capital” y al mismo tiempo “influye y utiliza las instituciones controladas por las autoridades gubernamentales –concretamente el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), la OTAN, la Organización Mundial del Turismo (OMT), el G7y el G20, entre muchas otras-“, entre las que a mí me parece importante mencionar la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Mundial del Comercio (OMS).

Es claro que lo de “no gubernamental” de esas red hay que relativizarlo, en tanto siendo verdad que no responden a los gobiernos nacionales establecidos, procuran convertirse ser en un “gobierno mundial” de facto o “Estado Global”.

El perfil común de tales megamillonarios trae al imaginario colectivo de la humanidad a figuras tipo Bill Gates, Soros, Rockefeller, Elon Musk, Jeff Bezos (Amazon), Mark Zuckerberg (Facebook) y Carlos Slim (Claro), quienes no por simple coincidencia, son los magnates más ricos del mundo que más capitales y poderes están acumulando en medio de la pandemia y del consiguiente agravamiento de la crisis de salud y la profunda multi-crisis de decadencia que estremece el sistema capitalista-imperialista occidental.

Fascistas-trumpistas vs globalistas.

Estos son, entre otros, los denominados “globalistas”, que a partir de este 20 de enero, a través del Partido Demócrata y de Biden como instrumentos acceso a las instituciones estatales (en los que influyen determinantemente), retomarán el control de la Casa Blanca, concomitante con la mayoría lograda en ambas cámaras legislativas.

Su grave problema ahora es que no están solos, ni la tienen fácil, en los dos principales terrenos de juego del capitalismo gansterizado: ni en el gran play internacional, ni en la cancha estadounidense.

El poderío de EEUU y de esa facción como componente fundamental de su poder transnacional, está en declive; gravemente afectado por una crisis de decadencia que se traduce en perdida sensible de su hegemonía mundial, profundizada en medio de la pandemia.

La unipolaridad mundial se fue a pique. China, Rusia y todo el polo internacional que le lleva la contra a EEUU y sus socios occidentales, incluidos de manera sobresaliente los pueblos en lucha por su liberación, le ha erosionado su supremacía económica, política y militar; mientras la “magia” del incremento de la productividad se trasladó al Oriente.

La estabilidad interna y la unidad del poder estadounidense, también son cosas del pasado. La fractura es profunda y parece irreversible, más allá de quien o quienes controlen temporalmente los poderes electivos del Estado Federal.

La confrontación va más allá de las tradicionales contradicciones partidistas y de las divisiones al interior de los dos partidos. Está presente a nivel de masas, al interior del Estado profundo y de todo el poder permanente (empresarial, policial, militar, paramilitar y eclesial.

Los dos bandos, fuertes los dos, al interior de EEUU operan como dos poderes enfrentados.

El relevante componente estadounidense en la conformación de la clase capitalista transnacional y el poder imperialista global, relegando considerablemente e imponiéndose sobre lo nacional, ha creado otra mayoría chauvinista de corte fascista, que influye en amplias sectores de partido republicano, que gravita dentro y fuera de él, y conforma otra élite del dinero en el poder nacional.

Esta otra mayoría -al contar con poder empresarial, militar y masas fanatizadas- erosiona los viejos factores de consensos y arbitrajes internos, nutriéndose de los miedos de la clase obrera blanca y la población blanca en general, afectadas por el traslado de capitales y empresas gringas al exterior, y sensiblemente empobrecida por las crisis recurrentes; temerosa por demás del crecimiento de la inmigración vario-pinta.

Racismo, xenofobia, homofobia, conservadurismos diversos y fundamentalismo religioso, se mezclan y se potencia para ampliar y compactar ese torrente ultraconservador.

Los Trump y los Pompeos abundan por millones. Su fuerza endurecida va más allá de la Casa Blanca y del Capitolio, y tiene tanto impacto divisionista como para eventualmente abrir las compuertas de sucesivas fracturas en una nación federada proclive a la secesión y a la disgregación de sus componentes.

El liderazgo ultranacionalista y neofascista puede no tener el peso mundial de las elites “globalistas”, ni tantas garras en el negocio de las armas y de la guerra. Pero mirando hacia el interior de EEUU, su ultra-nacionalismo, su paramilitarismo, su chauvinismo de gran nación, su racismo extremo, y todo lo que representa el “trumpismo”, indudablemente han dotado a esa facción de un poder real muy superior al que antes tenía.

La tozudez, la prepotencia, la violencia y todo lo estrambótico que esa facción exhibe, forma parte de un acumulado cultural degradante, que también los “globalistas” contribuyeron a crear desde la industria del cine, su enorme poder mediático y impronta guerrerista; que ciertamente le sirven para mucho, pero no para controlar su desenfreno en las redes sociales y otros medios.

Estos son atributos que los propios “globalistas” y los líderes “demócratas” ejercen despiadadamente contra los pueblos que exigimos justicia y demandamos respeto a nuestra dignidad mancillada!

Ese cuadro estadounidense, lejos de presentar vencedores, anuncia nuevas peleas y abre una etapa de confrontaciones agudas, y lejos de disiparse con represalias y represiones administrativas, como el anunciado juicio político a Trump, bien podrían agudizarse ¡Ya veremos! (20-1-2021, Santo Domingo, RD)

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