"El anciano propende a enjuiciar
el hoy con el criterio de ayer"
Santiago Ramón y Cajal
El marcado con el número 46 en la lista de presidentes de los Estados Unidos, agarró la vaina en serio, pero muy equivocado; no se podía esperar nada de lo contrario, porque a los 78 años, formado en la propia casa del imperialismo, y elegido para tratar de reparar los daños creados por Trump, quien, al final parecía el dueño de un prostíbulo, ni de vainita se iba a presentar blandengue, o como dicen en el llano: guabinoso, cuando el país asiático: China, viene levantándose paso a paso, como un coloso, próximo a convertirse en la primera potencia económica, y a la vez anunciando el desmoronamiento del todo poderoso aparato económico estadounidense, acostumbrado a resolver por la vía de la fuerza, cualquier movimiento donde intervienen, con la voraz decisión de extraer recursos para alimentar sus ansias de expansión, y poder.
Joe Biden, llegó con el libreto en la mano, pero totalmente repetido, y lógicamente anclado en la época de la guerra fría. Parece que la edad, no le permite darse cuenta, que las ofensas lanzadas a otros mandatarios, solamente sirven para saber que, trae de antemano el "nuevo" inquilino de la Casa Blanca en momentos tan complicados para la humanidad –por la pandemia– y donde el llamado es a la cooperación, y no a la expoliación. En muy poco tiempo, le dijo a toda la humanidad, incluso aquellos que abrigaban alguna esperanza: "Señores, no esperen nada nuevo, se nos está desplomando nuestro ego y arrogancia, y no, nos queda otra, sino sacar el garrote" Los primeros amenazados: China, al calificar a su presidente, de no tener un hueso democrático; luego se dirigió a Vladimir Putin, tildándolo de asesino.
Biden, demuestra con su proceder desesperado, la actitud de un auténtico camorrero, algo que contrasta con la paciencia puesta de manifiesto en los días tumultuosos del antes y después de las elecciones de los Estados Unidos, aún, cuando en los debates por momentos se le salió la clase; pero el que llega a la presidencia de un país, con un historial de invasiones lanzando bombas, como en una fiesta, no podemos esperar lo contrario, porque la ley del imperialismo a través de los grandes monopolios para mantener con vida el capitalismo depredador, es precisamente tomar decisiones violentas, y de esto sabe bastante este señor, por viejo y por diablo.
En la primera rueda de prensa, desde su llegada a la Casa Blanca, sin que nadie le preguntara, se le salió la gran preocupación de la plana mayor del imperialismo, y parece, que Mister Biden, le encomendaron una misión imposible, a menos que haga uso de los botones nucleares, y desate un conflicto mundial, para llevar a cabo sus planes. Sin pensarlo dos veces, como un perfecto borracho –parece que siempre se les sale la verdad– aclaró, porque su discurso entre ofensas, e inocencia, ha seguido aplicando el mismo formato de Donald Trump, pero totalmente convencido, que el avance de China, es casi imposible de detener, y por eso lanzó una advertencia, que parece disimular el llanto del que ve el rancho ardiendo y no consigue con que apagar el fuego: "Bajo mi mandato, China no se convertirá en la primera potencia económica mundial" A este se le puede aplicar el refrán al revés: ¡Piaste temprano pajarito!