Para nadie es un secreto la participación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los EE.UU., del Departamento de Estado y del Pentágono en la elaboración e inoculación de enfermedades biológicas. Además, la CIA y El Mossad (Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales Israelí), actúan en conjunto en la fabricación de guerras biológicas y bacteriológicas, juntos han fabricado virus mortales como El Malpalm, Agente Naranja, Ántrax, AH1N1, Gripe Porcina, VIH, Ébola y el COVID-19, entre otras enfermedades y virus de laboratorio para controlar el incremento poblacional, dominar el escenario geopolítico económico mundial a través de las vacunas y generar caos en la población para dominar su miedo, angustia, depresión y problemas emocionales, ya que es más fácil intervenir así en la mente del ser humano que a través de algún otro instrumento letal. Recientemente el científico japonés de Fisiología y Medicina, Tasuku Honjo, afirmó que el coronavirus no es natural, ya que ha afectado al mundo entero, su temperatura varía de un país a otro. Si fuera natural se propagara en lugares fríos y moriría en lugares cálidos, por lo tanto es completamente artificial. Consideró con certeza que lo creó EE.UU, no proviene de murciélagos. La OMS estimó que el virus proviene de murciélagos a humanos sin haber investigado la posibilidad de que pudo haber sido un incidente de laboratorio militar estadounidense, en Fort Detrick - Maryland, como lo denunció China. Los defensores del país del sueño americano que llaman al coronavirus "el virus chino", creen que fue inoculado por los chinos, solo basta revisar la historia negra de los EE.UU. en el uso de estas armas: en 1947, la CIA desarrolló el ácido lisérgico LSD; en 1953, inició el proyecto MK Ultra para controlar la mente y modificar la conducta del ser humano sin su consentimiento; en 1965, inician el proyecto Mk Search para manipular la mente y la conducta humana; en 1970, diseñaron armas étnicas para eliminar a los hermanos originarios; en 1977, se confirma la contaminación deliberada por el Pentágono y la CIA de 239 poblaciones con agentes biológicos ocurridos entre 1949 y 1969; en 1981, introdujeron en Cuba el dengue hemorrágico y murieron más de 158 personas. En los años 70 produjeron en el laboratorio Merck, vacunas con virus de leucemia y del cáncer a ciudadanos soviéticos, dirigidas por la CIA.
Estamos pasando de una escala de grandes proporciones a otra de inimaginables dimensiones: del COVID-19 a la Tercera Guerra Mundial, porque el imperio necesita urgente una guerra a gran escala, ya que su economía se basa en la guerra. La guerra que ellos financian contra Libia, Siria, Irán, Cuba, Venezuela, ahora contra Rusia, China, Corea del Norte, puede dar lugar a una III guerra. En la I Guerra Mundial el imperio obtuvo jugosas ganancias vendiendo equipamiento militar y civil a Europa; pero las ganancias en la II Guerra Mundial fueron más gigantescas con la venta de armas y equipos a la misma Europa, lo que trajo como consecuencia que la posguerra mejoró la calidad de vida a los estadounidenses y abundancia total; mientras que para Europa la hambruna, a tal punto que los europeos comenzaron a emigrar a América. EE.UU. cree que ante un escenario de esta magnitud pudiera obtener sustanciosas ganancias para sacar adelante su economía, desestimando el poderío bélico de potencias como Rusia y China que no dudarían en atacar al imperio ante sus provocaciones y amenazas usuales. Esta guerra busca apoderarse de los recursos petroleros, gasíferos, minerales y acuíferos en donde existan los mismos, a estos efectos el imperio colapsa la economía de esos países para generar estallidos sociales o ataques a sus fuerzas militares como ocurre actualmente con Venezuela en la zona fronteriza en el estado Apure con Colombia, donde grupos armados irregulares han atacado esta zona, como una forma del gobierno neogranadino de penetrar ilegalmente en nuestro territorio provocando un enfrentamiento con la Fuerza Armada Bolivariana para dar lugar a una intervención del imperio y tumbar el gobierno legítimo de Nicolás Maduro. El ilegítimo de la Casa Blanca quiere jugar todas las cartas para desestabilizar los gobiernos que no les agrada, ya empezó a embestir a Siria, amenaza a China y a Rusia, al mismo tiempo ataca a Venezuela. El COVID-19 logró dormir, silenciar, atemorizar y callar a la mayor parte del planeta, fue y es la excusa para impulsar otros escenarios bélicos para coronar el maquiavélico plan del imperio. EE.UU. intentó, por otro lado, por hacerse con la hegemonía del planeta, frenar el avance de China mediante el COVID-19, pero al no lograr su objetivo nos está conduciendo a una III Guerra Mundial. En realidad China y Rusia están ganando esta guerra bacteriológica, mientras que Europa y EE.UU. son los grandes derrotados.
Sin embargo, aunque el escenario bélico no está descartado, está en curso enfrentamientos globales con otras características a las convencionales. A raíz del COVID-19 la humanidad quedó más desprotegida: por un lado los países más pobres como África y América del Sur sufrirán las consecuencias de no poder tener acceso a la vacuna por sus altos costos y si la tiene es probable que sea para aniquilar esta población sensible como ocurrió en los años 70 con nuestros hermanos originarios. La falta de empleo, de poder adquisitivo, está generando más pobreza, más crisis en los países que no puedan sostener a sus ciudadanos. La falta de alimentos provoca más pobreza, más indiferencia de los gobiernos poderosos que provocaron esta tragedia. El agua será uno de los principales instrumentos que utilizará el capitalismo salvaje para desaparecer a la población; en algunos países este servicio es un privilegio, su costo es demasiado elevado para poder pagarlo, la falta del vital líquido empieza a generar conflictos. Abro un paréntesis aquí para destacar que fue un error de la OMS no haber declarado el servicio del agua durante la pandemia, para la humanidad, como gratuito y obligatorio, en virtud de que este recurso es la base fundamental para eliminar el virus, ya que es contradictorio exigir lavarse las manos con agua, cuando en muchos países no se tiene acceso al agua potable. El temor, el miedo, la depresión son las otras armas que inocularon a la humanidad para aterrorizarlas, en vista de que no se le explicó que cada ser humano tiene la capacidad de reforzar naturalmente su sistema inmunológico, afirmando que solo la fuerza del amor, un abrazo y la compañía curan más que el aislamiento y la desconfianza. Mientras esto ocurre las potencias se enfrentan día a día por el control del mercado, aprovechando la coyuntura de la debilidad de éste en los países más vulnerables o que tienen una recesión económica a consecuencia de las sanciones del imperio y de la U.E. Estamos ante una guerra invisible, empezó sin darnos cuenta, ya bastantes muertos hay por el COVID: por el mismo virus, por la depresión, suicidios, infartos, aparición de cáncer, ente otras causas. El combate no es una lucha de individuos contra individuos, sino un todo organizado que integran muchas partes. Como plan de acción los países vulnerables como Venezuela deben declarar a EE.UU. como una amenaza usual, extraordinaria y temible para el mundo, declarar a su presidente como ilegítimo; buscar aliados en el campo militar para arremeter contra cualquier ataque terrorista del imperio o de sus súbditos; concientizar a la población acerca de la importancia de defender la soberanía de la Patria, apoyando a su FANB, tomando decisiones que nos beneficie a todos como Estado Nación y ser responsables de las mismas; dar un viraje acerca del control sanitario del virus, tomando como ejemplos a China y Rusia para el manejo de la pandemia, no que las medidas vayan en detrimento de la población y de su economía que ya bastante deprimida está. Si para conseguir la paz es necesario hacer la guerra, hagamos la guerra; si para conseguir un mundo más humano es necesario romper con el sistema, rompámoslo; si para formar el hombre nuevo es necesario romper paradigmas, transformemos el viejo modelo y hagamos el milagro de un nuevo Renacer para la humanidad.