Redes Sociales, imperialismo y libertad de expresión

Sábado, 03/04/2021 07:50 AM

 Cuando el 27 de febrero de 1976, grupos de izquierda, secuestraron al empresario estadounidense, William Frank Niehous, durante tres años y cuatro meses, el más prolongado en la historia venezolana; el connotado hecho, develaba una verdad de perogrullo referido al poder imperial y su extensión en el planeta a través de las empresas transnacionales, quienes actúan al servicio de EEUU y al resguardo de sus intereses planetarios. Carlos Lanz Rodríguez, escribió entonces: «El Caso Niehous y la Corrupción Administrativa», develando todo el entramado de corruptelas que rodeaban a la transnacional: Owens Illinois, con el gobierno adeco: «la Owens Illinois se trazó una estrategia tendiendo a dirigir los proyectos arquitectónicos de los Planes de Vivienda del Banco Obrero (hoy INAVI), buscando con esto, asegurar una garantía para su mercado de láminas de vidrio" (Pág. 29) ... y añade, "ante la injerencia en los asuntos internos de Venezuela, por parte de la 0.I., tenemos que preguntarnos si esto ha sido con una compañía tan pequeña, comparando a la 0.I., con las compañías petroleras GULF, EXXON, OCCIDENTAL, etc. ¿a quiénes presionarían, sobornarían o "sugerirían alternativas" para la consecución de los "contratos de servicio"?». Pero quizás, la revelación más importante surgida de la Operación «Argimiro Gabaldón», como le llamaron entonces, fuera que William Niehous era un agente CIA, lo que se develaba al investigar los itinerarios de los numerosos «viajes de negocios» realizados por Niehous y su estrecha relación con el embajador de EEUU, Harry Slaudeman. Antes de su llegada a Venezuela, Niehous, actuó como encomendero de la CIA en el golpe de Estado para derrocar al presidente Salvador Allende, con regularidad acudía a Chile, trasportando dinero que recibirían empresas, camioneros y carabineros comprometidos en las tareas golpistas. «No quiero saber más nunca de Venezuela» dicen que fue la expresión que utilizó el gringo Niehous en sus declaraciones a los medios aquel 1° de julio de 1979; ya liberado, afeitado y esperando su salida de Venezuela, con rumbo a EEUU. En el interludio de la búsqueda del secuestrado, quedaría la vida de Jorge Rodríguez, quien moriría torturado para obligarlo a revelar el paradero del agente CIA y ejecutivo de Owens Illinois.

 

No existían entonces, internet y menos redes sociales, la información era cubierta por el periodismo de investigación y los libros. Con la llegada de la internet y luego, las redes sociales, la supuesta «libertad de expresión», estatuida en constituciones y leyes republicanas, se fue privatizando a conveniencia de los dueños de los medios de comunicación quienes pasaron a convertirse en los garantes del ejercicio de dicho derecho humano a su conveniencia y complacencia o como lo dijera, Tom Chatfiel, en su libro: «Cómo prosperar en la era digital», leamos: «Desde la apertura comercial de la Internet y la creación de la red en 1989, los medios digitales han pasado de informar simplemente sobre la política de nuestro tiempo a contribuir activamente a crearla…», incluso más, al convertirse en actores principales de la política mundial como ha quedado evidenciado en la asociación de Facebook con Luis Almagro quien desde la OEA, ahora se proponen canalizar los resultados electorales en la América hacia canales de interés de la derecha internacional, afín a los intereses imperialistas estadounidenses de dominación global. La internet, también ha funcionado para hacer realidad las previsiones que tanto horrorizaron a George Orwell: «En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario», y que las describe el ex analista de la CIA y desertor, Edward Snowden, quien develó la existencia de PRISM, un programa ya no secreto de espionaje y vigilancia global mediante la recolección masiva de información cibernética en enormes bases de datos y su análisis sistemático por las empresas de seguridad del imperialismo, a las que se han asociado empresas que se nos presentan con contenidos supuestos de «inofensivos» en las llamadas redes sociales, como lo tuitara Snowden: «Empresas que hacen dinero recopilando y vendiendo registros detallados de vidas privadas alguna vez fueron descritas como "compañías de vigilancia". Su cambio de nombre a "redes sociales" es el engaño más exitoso desde que el Departamento de Guerra se convirtió en el Departamento de Defensa.» En un tuit posterior, Snowden, es más explícito: «Facebook hace su dinero explotando y vendiendo detalles íntimos sobre la vida privada de millones de personas, mucho más allá de los escasos detalles que publica voluntariamente. No son víctimas. Son cómplices». Es la conversión, real y concreta, de las empresas de comunicación social llámese tuiter, Facebook que es propietaria de Instagram y WhatsApp, en un perfecto monopolio de las comunicaciones y google, entre las principales estadounidenses, bajo la subordinación de los intereses del poder real del complejo financiero-militar-industrial del Pentágono o Estado Profundo del imperialismo, que ha convertido las redes sociales en empresas de vigilancia global a favor de la hegemonía y los intereses de EEUU. Lenin, no se equivocó, a medida que el imperialismo se desarrolla, hay una concentración del capital financiero (monopolios) y la fusión completa de las corporaciones transnacionales con el Estado-Nación bajo situación de subordinación, se convierten –las transnacionales- en un poder superior dentro del poder formal.

En el ámbito político, Facebook (Instagram y WhatsApp), se integró a la maquinaria de guerra imperial de EEUU, en la llamada primavera árabe que inició en 2011 y que conllevó al derrocamiento de Mubarak en Egipto, prosiguió con la invasión militar a Libia y posterior asesinato de su presidente Muamar el Gadafi en manos de fuerzas paramilitares de la OTAN, y como corolario el inicio de la guerra en Siria y creación por parte de la CIA, de las fuerzas paramilitares del Estado Islámico. No quedaría allí, su participación en el nuevo escenario de la política imperial pues devendría su participación en el ascenso al gobierno de Mauricio Macri en Argentina, como preámbulo al ascenso de Donald Trump en 2016 a la cúspide de la dirección del imperialismo. Así, lo declararía –el propio Trump- en el programa de tv: 60 minutos del canal CBS, el 13-11-2016: «El hecho de que tenga ese poder en términos de números con Facebook, Twitter, Instagram, etcétera, creo que me ayudó a ganar en una carrera en la que otros gastaron más dinero que yo». Importante declaración, que da fe de la integración: Trump-Redes Sociales o empresas privadas de comunicación. Dato de interés para tomarlo en cuenta sobre los hechos que ocurrirían cuatro años después. Donald Trump, para ganar la presidencia, como confesó su director digital de campaña, Brad Parscale, invirtió en datos y empezaron a trabajar con encuestas online, llamadas telefónicas y big data para conocer mejor a los electores, utilizando esta información para recaudar fondos y centrar mensajes y publicidad en los medios prioritarios y en los lugares y electores claves, contando con el asesoramiento de la compañía británica Cambridge Analytica, la misma que previamente asesoró a Macri en Argentina. Los datos, según el director digital de campaña, Parscale, fueron cruciales para Trump: «Por eso ganamos. Conocíamos perfectamente a los votantes que necesitábamos convencer y los convencimos a gran escala». La big data, pasaba de tener un simple rol estadístico a uno político-financiero para maximizar ganancias de las empresas y ganar elecciones. Tal cual lo denunciara Snowden: «Su modelo de negocio es el abuso. Y sin embargo, argumentan que todo es legal. Ese el problema. Hemos legalizado el abuso de lo personal, a través de lo personal. Hemos creado un sistema que hace a la población vulnerable para el beneficio de los privilegiados" (…) "Los datos no son abstractos cuando son sobre la gente. No son los datos, lo que se está explotando: es la gente".»

Donald Trump, en su ascenso al gobierno se concentró en el uso de tuiter y Facebook. Solo en los Estados Unidos, escribieron un billón de tuits en los días previos a las elecciones. En tuiter, Donald Trump, descargó todo su odio visceral contra Venezuela y los «países de mierda» así los llamó, que como Haití, El Salvador o el mismo México, solo pretendían llevar a su país (EEUU) drogas y delincuencia. Con Trump, se entronizaba a la cabeza del imperio, el fascismo, como expresión de la degeneración del imperialismo en su fase de barbarie: «Cuando el fascismo llegue a Estados Unidos, lo hará envuelto en la bandera estadounidense y portando una cruz» – Sinclair Lewis, premio Nobel de literatura. Se trataba de una realidad que no era nueva para el pueblo estadounidense, que se inició en la Administración Bush, con la aprobación de la Ley Patriota y continuó bajo la complacencia de la Administración Obama y que Trump, tan solo se encargó de visibilizar.

La derrota electoral que le propinara el pueblo estadounidense a Donald Trump y un evento inesperado y excepcional, como lo fuera la toma del Capitolio que ejecutarían los seguidores de Trump -en concordancia al llamado del expresidente- para expresar su descontento al reconocimiento de su derrota electoral, que conmocionara al pueblo estadounidense haciéndolos conscientes sobre la realidad del peligro real y concreto que ha germinado en su interior, y que representa un peligro real para su democracia, como lo explica el colectivo estadounidense, CrimeTinc, con su advertencia hecha pública el 06 de enero 2021: «Los hechos de hoy desacreditarán a Trump a los ojos de los centristas, pero también forzará el discurso de lo políticamente aceptable más a la derecha. Mientras tanto, la nueva derecha y el fascismo se armarán para intentar replicar lo sucedido. La represión estatal que seguirá a esto afectará a todo el mundo, como cuando Erdogan recortó libertades tras reprimir un golpe de derechas. La represión estatal incorporará a elementos de centro y buscará aislar a los ‘extremistas’. Y si la derecha es la única que presiona, se le harán concesiones». Los propietarios de los medios y redes sociales, optaron por aislar a Trump en plena concordancia con el nuevo gobierno demócrata, electo en noviembre 2020 y proclamado en enero 2021. Tuiter, Facebook e Instagram, cerraron las cuentas del expresidente Trump, lo que le obligó a firmar un decreto y modificar el artículo 230 de la Ley Federal de Telecomunicaciones de EEUU, mediante la cual se haría que las plataformas digitales se hicieran responsables de lo que sus usuarios y usuarias publicaran. Con ello, demostraba Trump, que la supuesta inmunidad de las redes sociales tiene sus límites, ya que de acuerdo a esa modificación de la Ley, las plataformas digitales deberán eliminar contenidos que promuevan discursos de odio, terrorismo, amenazas de muerte, fraudes o tráfico sexual, lo que pareciera ser la única obra a rescatar de la Administración Trump en sus cuatro años de gestión. Trump, y con él todo el andamiaje de empresas de comunicación y redes sociales, constituyen un nuevo arquetipo de fascismo que privilegia los negocios sobre la política, la maximización de las ganancias sobre los valores democráticos y denota que la crisis del imperio continuará, como lo explica –acertadamente- el expresidente colombiano @ernestosamperp: «El problema para EEUU no es Trump que, loco o no loco, se va en dos semanas de la Casa Blanca. El problema son las 74 millones de personas que votaron por él, que seguirán alimentando el racismo, la violencia y el fascismo entre los estadounidenses.»…

Postscriptum: Facebook y tuiter, cierran las cuentas de Donald Trump en concordancia con el poder real del complejo financiero-industrial-militar de EEUU, alias Pentágono y lo invisibilizan en las redes sociales por su desafío al poder profundo. En concordancia con las sanciones de Trump, continuadas ahora por Biden, se cierran cuentas de chavistas y organismos del Estado Bolivariano en tuiter. Facebook, suspende cuenta del Presidente Nicolás Maduro, para impedirle mostrar al mundo que Venezuela, a pesar de las sanciones y el bloqueo imperialista de EEUU y Europa, es capaz de producir medicamentos para combatir el Covid-19 con total eficacia, prueba de ello es el Carvativir o gotitas maravillosas del Dr. José Gregorio Hernández. Instagram, suspende cuenta del Presidente Maduro para impedirle comunicarse –directamente- con el pueblo venezolano, como muestra del ejercicio democrático pleno, sin paragón en el planeta que rige en Venezuela. Se trata de una guerra digital, que tiene como objetivo a Venezuela y cuyo frente de agresión se ubica en el internet y dentro de éste, las empresas privadas de la comunicación o redes sociales. ¡Con el totalitarismo digital ha chocado Venezuela! Como denunciara –acertadamente- el Presidente Nicolás Maduro. No por casualidad, el filósofo esloveno Slavov Zizek, denunciara que: «Zuckerberg y Elon Musk son mucho más peligrosos que Donald Trump». La Declaración Universal de los DDHH, proclama en su artículo 19 que: «Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, el de difundirlas sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.» En tiempos de totalitarismo digital, los medios digitales convierten en «dictador» a Nicolás Maduro y en «demócratas» a Zuckerberg y Elon Musk. Así de retorcido, está el mundo digital actual…


 

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