El Perú descuartizado (I)

Viernes, 16/04/2021 08:39 AM

El título de este artículo va entre comillas porque pertenece a uno aparecido en la web Otra Mirada del Perú el 14 de abril último. Su autora, Claudia Cisneros Méndez, saca conclusiones y "lecciones" de la reciente experiencia electoral en ese país en la que el docente Pedro Castillo fue votado por más del 16% de la población de los departamentos andinos más empobrecidos. Haré más de una entrega por el número de apartados en que he dividido el artículo de Cisneros y para hacer más accesible su lectura. Esta es la primera.

UNO. Empezaré diciendo que en sentido estricto "descuartizar" es dividir o seccionar algo o alguien en cuatro. A Túpac Amaru II lo descuartizaron. Y esto aparejaba un simbolismo para los españoles más allá de lo bárbaro del hecho que es inherente a su genética. Simbólicamente era seccionar, desmembrar, extinguir la civilización de los cuatro suyos que en quechua se expresa como Tawantinsuyo. Dejo aquí la precisión semántica y el simbolismo de la barbarie judeocristiana.

Las elecciones recientes no "descuartizaron" el Perú ni a su población. Lo que hicieron fue polarizarlo, como no ocurría desde la elección del Comandante Luis M. Sánchez Cerro en 1931. A un lado quedaron los candidatos que representan las expectativas y demandas de las "clases más pudientes y menos pudientes y de las clases medias progresistas" según la estratificación social usada por Cisneros. Al otro lado quedó el candidato de "izquierda" Pedro Castillo. Un docente de escuela primaria que no figuraba en las encuestas de los mercaderes del voto.

DOS. Cisneros dice que la ‘victoria’ de Castillo en la primera vuelta electoral "debe ser dimensionada; atendida y no despreciada, pero tampoco sobre dimensionada. Ha hablado, agrega, sólo un 16% por ciento de la población. Pedro Castillo no es ‘el Perú profundo que habló’, es una parte del Perú desatendido y explotado por las élites económicas, pero también desentendido (aunque no explotados) por los grupos progresistas de clases medias.

Digo yo: Si uno se atiene a lo que el historiador Jorge Basadre quiso decir al usar la expresión "País profundo" (y no "Perú profundo") en el "Colofón" a su ensayo "La multitud, la ciudad y el campo", ese "País profundo" es el país que busca justicia social. No es el "país legal" de las "clases medias pudientes, menos pudientes y progresistas" representadas de una u otra forma por el Estado. Es el "país" de la peruanidad desatendida, olvidada, marginada, explotada por un Estado al servicio de los intereses privados extranjeros y nacionales. Ese 16% es el "País profundo" de casi cinco millones peruanos que van en pos de justicia.

"Con su connotación clasista" esos casi cinco millones de peruanos de hoy representan el país del hambre, de la desocupación, de los que quedaron huérfanos o viudos por el Covid-19 y la crisis sanitaria estatal que viene desde hace dos siglos. Son los que de manera directa enfrentan cada día la corrupción política e institucional causante del genocidio en los 13 meses que van de la pandemia y de su empobrecimiento y abuso secular.

A los "progresistas" de ayer y de hoy esto les es ajeno, distante, indiferente. Para ellos y las clases medias pudientes y menos pudientes están los seguros y las clínicas privadas.

Atenidos a su cómoda situación siguen pontificando como si las políticas nacionales las definieran los gobernantes de turno de la narco colonia peruana.

Encaramados en sus ONG, en el Congreso, en los puestos públicos reiteran, una y otra vez, que los enemigos son los presidentes, sus esposas, sus hijas. Esta no es una miopía de hoy. La mirada provinciana de los problemas económicos, sociales, políticos, ideológicos sustenta la "profundidad" de los análisis de la "izquierda" peruana antes, y de sus "progresistas" hoy.

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