El 17 de mayo pasado corrió por el mundo la versión de la Revista Semana de Colombia de que el Comandante fariano Jesús Santrich había fallecido en un supuesto choque entre bandas ilegales.
La dirección de FARC-EP /Segunda Marquetalia confirmó su muerte y desmintió la versión de Semana, ofreciendo contundentes informaciones sobre el operativo montado por el Ejército colombiano para acribillarlo en territorio venezolano, en un punto próximo a la frontera colombo-venezolana mientras se desplazaba junto un número indeterminado de camaradas en una camioneta, cumpliendo tareas propias de su determinación de continuar la lucha.
Ha caído un gigante que procuró tomar el cielo por asalto… y sigue en eso en el más allá.
No conozco más detalles del ataque que los ya publicados en el comunicado difundido por su organización político-militar.
No se sabe cómo pudieron llegar hasta él e interceptarlo a tiros y "granadazos" sus tenaces perseguidores… después de que Santrich hace unos meses se burlara magistralmente del intento de extraditarlo a EEUU y logra escapar del control del Estado terrorista colombiano; para reemprender, ya libre, la misión de hacer realidad nuestro hermoso sueño colectivo: crear, paso a paso, dolor a dolor, alegrías y tristezas incluidas, el paraíso de la pobrecía oprimida en esta Tierra martirizada por el gran capital, pendiente aún de ser redimida.
Coincide ese alevoso acto criminal con la reciente decisión de la Corte Suprema de Colombia de aprobar su extradición a EEUU. Sin dudas la saña de sus verdugos frente a su inmensa autoridad política y moral movía permanente fuerzas muy poderosas contra su derecho a vivir y a defender sus convicciones-
No creo –y no se debe creer- en la versión oligárquica de la Revista Semana que persigue encubrir el crimen alevoso ejecutado por comandos especiales del ejército de Colombia bajo tutela de EEUU.
Ese medio de comunicación sirve a las tramas que procuran enlodar y estigmatizar a los combatientes incorruptibles.
Conocí de cerca sus cualidades humanas, su talento, su sensibilidad social.
Escuché a sus compañeros y compañeras de guerrillas describir como se despojó de las comodidades familiares y de su brillante futuro profesional para asumir la opción por los pobres y el ideal comunista.
Me desgarra el alma saber que finalmente, luego de una tenaz persecución, la mano peluda CIA-MOSSAD-DAS llegó a un punto donde estaba el guerrillero poeta, dibujante, saxofonista e intelectual de alto calibre.
Estamos colectivamente conmovidos e indignados por esa acción punitiva. Acompañamos en el dolor al pueblo de Colombia, a la heroica insurgencia de ese país hermano y a los seres queridos de Santrich.
Sus verdugos creen que lo mataron, pero Santrich –como cantaba Alí Primera- es de los muertos que no mueren, tal y como fue un comandante "no vidente" con vista de águila, mente aguda y tierno corazón.
Por más que traten de llevárselo, el Comandante, amigo y camarada entrañable, se queda por entre nosotros/as; trasciende el hecho, crece más aun y se reproduce en las calles y montañas ensangrentadas de la Colombia de Bolívar, Gaitán y Manuel.
El gigante se eleva y se reproduce en nuevos bogotazos y nuevas Marquetalia.
Los capos de la corporación criminal y opresora, de donde brotan nuevos ríos de sangre y fábricas de pueblos empobrecidos, han querido reír a carcajadas y a penas logran exhibir algunas muecas.
La indignación popular en su contra, pidiendo sus cabezas y su poder, los llena de pánico y les impide disfrutar su fechoría. Mientras el imperio decadente que la tutela, luce desconcertado porque su "patio trasero" se rebela y arde de indignación.
El volcán urbano ha llegado para no retroceder. La siembra de tantos héroes y heroínas está mostrando frutos en calles, plazas y caminos. El relevo brota por todas las esquinas. El saxo de Santrich anima el baile redentor en su Colombia, en su Venezuela, su Caribe, Chile, Haití, Honduras, Bolivia y toda Nuestra América.
La Casa Blanca tiembla y Santrich sigue escribiendo versos heroicos y sonriendo sin jactancia.
Son tiempos muy duros, pero esperanzadores.
Tiempos para sembrar solidaridad y desplegar internacionalismo.
A ese compás, los muertos que no mueren, los gigantes de Nuestra América, se abrazan en la Ceremonia de las Almas con los vivos que combaten, con las jóvenes generaciones que han perdido el miedo, se levantan henchidos de dignidad y les dicen a esas hienas insaciables de dolor ajeno, cada vez más acorraladas por los pueblos: ¡Basta de escarnio y de farsas! ¡Esto tiene que cambiar! ¡Rearmemos la utopía: Patria Grande y Socialismo!, como decimos en el Movimiento Continental Boliovariano-MCB, querido y admirable comandante.