Para quienes la vida nos ha llevado a transitar este mundo durante más de 60 años, no deja de ser sorprendente ver al pueblo de Cuba, por primera vez, tomar las calles, como lo hicieron este domingo, para salir a protestar, en nuestra opinión, erradamente, en contra del gobierno revolucionario, que preside actualmente Miguel Díaz Canel.
De hecho con la posición que fijamos en este escrito, que apenas comenzamos a redactar, nos exponemos a los ataques despiadados de la ultraderecha fascista que se mueve con sus largos tentáculos desde el propio Miami, allá en el imperio, que lleva precisamente más de 60 años tratando de derrocar al gobierno revolucionario, que llegó a encabezar, por varias décadas, su gran líder, su maestro, el comandante Fidel Castro Rust, y luego su hermano Raúl.
Al parecer las nuevas generaciones de cubanos desconocen o olvidan que la tragedia que viene sufriendo ese mismo pueblo se debe a las implacables políticas coercitivas, alimentadas de sanciones y bloqueo, que el imperio Norteamericano, por tanto tiempo, le ha venido imponiendo a la isla caribeña.
Daba gusto ver como décadas atrás las convocatorias que hacía el comandante Castro recibían todo el apoyo del pueblo cubano, que de hecho se concentraba en el famoso Malecón, para oír la palabra sabia, por largas horas de su líder y para protestar, al mismo tiempo, el asedio del imperio.
El mundo entero observaba, incluso con asombro y admiración, estas apoteósicas concentraciones; ver tanta gente junta, reunida al unísono enarbolando las banderas de la rebeldía, de la resistencia, de la dignidad, mientras la "gusanera" cubana, que dejó la isla para seguir apoyando la sociedad prostituida de antes, desde el propio Miami, se comían las uñas de rabia y estupor, al ver que sus maquiavélicos planes no tendrían cabida ante semejante respaldo.
Hoy con estupor, hay que decirlo así, vemos que "la tortilla esta invertida". Al parecer la nueva generación de cubanos se han dejado impresionar por los "espejitos" bellos que el imperio utiliza para cambiar la memoria de estos hermanos, que llevan toda su existencia soportando carencias, de todo tipo, pero sobre todo, de esas cosas banales, como son, por ejemplo, los típicos celulares.
Es evidente que algo está fallando en el propio seno de la revolución. La generación que antecede a la actual siempre estuvo clara, pero además decidida, como lo demostró una vez que el imperio norteamericano trató de invadir a la isla, por la conocida bahía de Cochinos, en donde con arrojo y valentía lo espantó a fuerza de inteligencia, más que a balas.
Tengo la percepción que la salida de tantos médicos cubanos a exterior, a llevar salud, y me perdonan los galenos por pensar así, en el fondo le ha caído mal a Cuba. Mucho de ellos se han contaminado con las bagatelas que frece el capitalismo. Un televisor pantalla plana, un celular inteligente, o una consola de juego, son los objetos más deseados en la mente de un cubano actual, que seguir de pie dando ejemplo ante el mundo con su arrojo y dignidad enfrentando el asedio del imperio.
Aquí en Venezuela recordamos aún aquella frase que puso de moda el propio comandante Hugo Chávez Fría, una vez que la oposición extremista trató varias veces de dar con el traste de la revolución, y lo siguen haciendo.
La significativa frase aún nos palpita en la mente: "Candelita que se prende, candelita que se apaga". Definitivamente Cuba debe apelar a este método, pues después de sufrir por más de 60 años las políticas maquiavélicas del imperio, el brutal bloqueo, no es posible que una buena parte de la nueva generación de cubanos trate de buscar la caída de la revolución.
A nuestro entender en Cuba hay que tomar de nuevo lápiz y papel para enseñarle a su nueva generación las razones reales del porqué la isla vive como vive, pero sobre todo hay que enseñarles que aprendan a internalizar el inmenso esfuerzo que ha venido haciendo la revolución para conquistar logros, como le es reconocido a nivel mundial, por ejemplo, en materia de salud.
Me vienen a la memoria algunos cubanos que vivieron en nuestro hogar una vez que llegaron a Venezuela a participar en la Misión Barrio Adentro. Varios de ellos se sintieron extasiados de ver el consumismo libre y los enormes televisores pantalla plana, que nunca habían visto tan de cerca. De hecho, cuando regresaban a Cuba, bien en vacaciones o de regreso definitivo, lo mucho o lo poco que ahorraban en nuestro país lo invertían comprando estos tipos de aparatos, para satisfacción propia, la de sus hijos y el resto de la familia, allá en la isla.
Es elocuente que la crisis que vive Cuba y sufre su pueblo no es culpa del gobierno revolucionario, sino del imperio, que persiste en mantener las sanciones y el bloqueo en contra de ese noble pueblo, que al parecer se ha venido dejando contagiar por las políticas mediáticas que desde el norte se alientan para que se rebele, erradamente, en contra del gobierno digno de la revolución, que no se entrega ni está dispuesto a rendirse, porque así se lo dicta su conciencia.