Las palabras de Fidel a los intelectuales de las artes y letras (I)

Sábado, 07/08/2021 07:42 AM

Nosotros aquí, sinceramente, no hemos querido sino contribuir a la comprensión y a la unión de todos.

Este discurso de Fidel en el encuentro durante tres días con estos intelectuales se pronunció el 30 de junio de 1961 y desde entonces ha sido objeto de los análisis más diversos y hasta contrapuestos. Como se produjeron otros dos encuentros o momentos con los intelectuales, en ocasión del Primer Congreso de la Uneac, considero pertinente aportar algunas consideraciones respecto al que consideraré como episodio UNO efectuado en la Biblioteca Nacional. Ya me referiré posteriormente a los otros dos episodios.

Cabe resaltar que los allí reunidos representaban solo una parte de la intelectualidad cubana, la de las artes y letras, si nos atenemos al concepto real y amplio de este concepto. Y por lo tanto, los asuntos abordados estuvieron relacionados con los intereses privativos de este sector y la cultura que asumían, y no necesariamente inmanente de toda la cultura representativa del pueblo cubano desde el pasado y en particular del futuro que ya emergía y se proyectaba en ese momento histórico. Pues cultura es el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.

Llama la atención que el líder que empleó tres días para librar una batalla victoriosa en Girón que tuvo su alcance heroico también en todo el país para inscribir en la historia de América y el Caribe la primera derrota del imperialismo yanqui, y sin que hubieran curado todavía las heridas y efectos de aquel ataque artero, también tuviera la paciencia y hasta la alta consideración para el sector en aras de procurar la unidad, de emplear tres días para escuchar reclamos variados y no precisamente las valoraciones de aquel acontecimiento extraordinario que se inscribía como algo inédito y singular para la historia y la cultura patriótica y política de Cuba y del continente. Tampoco tendría como objetivo analizar la significación cultural, única experiencia continental y hasta mundial, de un proyecto social que se proponía alfabetizar a cerca de l millón de personas en un año, y que era, en fin, una obra superior, en lo humano, a cuantas obras individuales habían escrito los reunidos y que era, en definitiva, una obra vinculada intrínsicamente al quehacer y misión de los escritores y artistas que tuvieran la vocación y la voluntad de continuar su obra creadora en el país..

Se han comentado los diversos reclamos —algunos de ellos se han arrastrado como rémora hasta el presente— relacionados con la exhibición de un audiovisual, sobre el derecho o no del gobierno para establecer una política cultural, sobre los aspectos de formas y contenidos de la creación artística y literaria, etc. Pero lo que apenas se menciona es que todas las preocupaciones y fantasmas allí enarbolados, estuvieron presentes desde el mismo día del triunfo de la Revolución.

No se pueden comprender las palabras de Fidel en este primer episodio, si no se analizan sus discursos a los sectores populares, a los profesores y estudiantes de las universidades, a los miembros de determinadas instituciones y organizaciones de otros sectores intelectuales. Además, de todo lo que aparecía publicado en la prensa por los opinadores más connotados de la época, y que Fidel denunció en determinados discursos. Durante dos años y medio, tuvo lugar un largo proceso de esclarecimiento de los fines de la Revolución, de convencimiento para lograr el éxito de los planes sociales en todos los campos, de lucha frente a los fantasmas ideológicos, la denuncia de la estrategia imperial de provocar la deserción de los profesionales de todas las ramas. El fantasma real era el del comunismo, que se acentuó en todos los sectores especialmente después de la declaración del carácter socialista de la Revolución. Ese era el raigal asunto que subyacía y emergía en la reunión en la Biblioteca Nacional. Y que tendría un mayor alcance en su contexto temático en el congreso de la Uneac, y en el que prevaleció, no obstante, el sentido de la unidad y de la participación de los escritores y artistas, como parte del pueblo, en las batallas presentes y futuras que libraba la revolución.

Y es que como ha demostrado la historia de la humanidad todas las revoluciones verdaderas han significado cambios profundos que se han puesto de manifiesto en las estructuras políticas, y en general socioeconómicas, y específicamente culturales, de una comunidad nacional. Este cambio implica siempre ruptura, hasta cierto punto, con un pasado que se niega a morir y cuyos defensores son las clases conservadores, y el nacimiento de una época nueva que irrumpe avasalladora para crear y desarrollar una nueva cultura liberadora. Y ese era el dilema que estaba presente en las ideas que Fidel expresara a los intelectuales de las letras y las artes aquel día 30 de junio.

Estas ideas selectas de Fidel reflejarán mejor las esencias de sus palabras:

Teníamos mucho interés en estas discusiones. Creo que lo hemos demostrado con eso que llaman "una gran paciencia".

Nosotros hemos sido agentes de esta Revolución… A su vez, esa revolución económico-social tiene que producir inevitablemente también una revolución cultural en nuestro país.

Nosotros creemos que con el esfuerzo de todos estamos llevando adelante una verdadera revolución, y que esa revolución se desarrolla y parece llamada a convertirse en uno de los acontecimientos importantes de este siglo.

Había ciertos miedos en el ambiente, y algunos compañeros han expresado esos temores… La gran preocupación que todos nosotros debemos tener es la Revolución en sí misma… ¿Es que nosotros creemos que la Revolución no tiene peligros?

¿Cuál debe ser hoy la primera preocupación de todo ciudadano?... ¿Los peligros reales o imaginarios que puedan amenazar el espíritu creador, o los peligros que puedan amenazar a la Revolución misma?

Permítanme decirles en primer lugar que la Revolución defiende la libertad, que la Revolución ha traído al país una suma muy grande de libertades, que la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la preocupación de alguno es que la Revolución vaya a asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene razón de ser.

La Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios… Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir. Y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie —por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera—, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella. Creo que esto es bien claro.

La Revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura, cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un verdadero patrimonio del pueblo.

Nosotros no estamos haciendo una revolución para la posteridad; esta Revolución pasará a la posteridad porque es una revolución para ahora y para los hombres y las mujeres de ahora.

Creo que ha habido personalismo y pasión en la discusión. ¿En estas discusiones no ha habido personalismo y no ha habido pasión? Es que todos absolutamente aquí vinieron despojados de pasiones y de personalismos? ¿Es que todos absolutamente hemos venido despojados también de espíritu de grupo? ¿Es que no ha habido corrientes y tendencias dentro de esta discusión? Eso no se puede negar. Si un niño de seis años hubiese estado sentado aquí, se habría dado cuenta también de las distintas corrientes y de los distintos puntos de vista y de las distintas pasiones que se estaban debatiendo.

Y que ha habido querellas, ¿quién lo duda? (RISAS.) Y que ha habido guerras y guerritas aquí en el seno de los escritores y artistas, ¿quién lo duda? (RISAS.) Y que ha habido críticas y supercríticas ¿quién lo duda? y que algunos compañeros han ensayado sus armas y han probado sus armas a costa de otros compañeros, ¿quién lo duda?

Nosotros aquí, sinceramente, no hemos querido sino contribuir a la comprensión y a la unión de todos. Y hemos tratado de evitar palabras que sirvan para herir a nadie ni para desalentar a nadie.

Por eso debe celebrarse ese congreso con espíritu verdaderamente constructivo, y puede celebrarse. Y creemos que ustedes son capaces de celebrar en ese espíritu ese congreso. Que se organice una fuerte asociación de artistas y de escritores —y ya era hora—, y que ustedes organizadamente contribuyan con todo su entusiasmo a las tareas que les corresponden en la Revolución. Y que sea un organismo amplio, de todos los artistas y escritores.

Y no nos apresuremos en juzgar la obra nuestra, que ya tendremos jueces de sobra. Y a lo que hay que temerle no es a ese supuesto juez autoritario, verdugo de la cultura, imaginario, que hemos elaborado aquí. Teman a otros jueces mucho más temibles: ¡Teman a los jueces de la posteridad, teman a las generaciones futuras que serán, al fin y al cabo, las encargadas de decir la última palabra!

Al contrario: le pedimos al artista que desarrolle hasta el máximo su esfuerzo creador… Les estamos pidiendo que las desarrollen en favor de la cultura precisamente y en favor del arte, en función de la Revolución, porque la Revolución significa precisamente más cultura y más arte. Les pedimos que pongan su granito de arena en esta obra que, al fin y al cabo, será una obra de esta generación.

En conclusión, así comenzaron a cimentase las bases sobre las que se asentarían las obras grandiosas y multifacéticas de los escritores y artistas de Cuba que han sido fieles a su pueblo. Próximamente incursionaremos en los otros dos episodios trascendentes.

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