La brutalidad sólo provoca resentimiento, hostilidad y nuevos enfrentamientos

Viernes, 27/08/2021 09:40 AM

El caso de Irak, Sadam no representaba una amenaza para la seguridad de Estados Unidos, pero sí para las empresas energéticas del país, ya que acababa del firmar contratos con una gigante petrolera rusa y estaba en negociaciones con Total (Francia). Las petroleras estadounidenses y británicas veía que se quedaban sin nada; las terceras reservas más importantes de petróleo del mundo se estaban escapando de las manos angloamericanas. La retirada de Sadam del poder ha abierto perspectivas de oportunidades para los gigantes del petróleo, incluyendo a ExxonMobil, Chevron, Shell y BP (todos ellos han puesto las bases para nuevos negocios en Irak), y también para Halliburton (perfectamente situada, después de su traslado a Dubai, para vender sus servicios energéticos a todas esas compañías).

Durante la Segunda Guerra Mundial, el presidente Franklin D. Roosevelt expreso su opinión contra los que se aprovechan de las guerras: "No quiero ver ni un solo millonario en Estados Unidos surgido como resultado de este desastre mundial". Uno se pregunta cuál hubiera sido su actitud respecto a Rumsfeld, quien, en 2004, no pudo resistirse a canjear unas cuantas acciones de Gilead, ganando así 5 millones de dólares fáciles (según su informe anual) mientras era secretario de Defensa un pequeño aperitivo de los beneficios que le esperaban cuando dejase el cargo. En la administración Bush, los que han aprovechado la guerra no sólo exigen entrar en el gobierno, ellos son el gobierno y no hay distinción entre las dos facetas.

Y no podemos olvidar la puerta giratoria entre el gobierno y la empresa. Siempre ha estado ahí, pero las figuras políticas acostumbraban a esperar hasta que su administración dejaba el poder para hacer efectivo lo conseguido a través de las conexiones con el gobierno. Con Bush, la bonanza del mercado de la seguridad nacional ha resultado ser demasiado tentadora para muchos cargos públicos. Así, en lugar de esperar al final de sus mandatos, cientos de personas de numerosas agencias gubernamental ya han cobrado su parte. Según Eric Lipton, que ha estudiado este fenómeno en el Departamento de Seguridad Nacional para el New York Times, "los grupos de presión y los organismos de control veteranos de Washington afirman que el éxodo de tal cantidad de ejecutivos antes del final de una administración apenas tiene paralelismos en la época moderna". Lipton identificó 94 casos de funcionarios públicos que habían trabajado en seguridad nacional y que actualmente participan en algún sector de la industria de seguridad nacional.

En ciertos aspectos, sin embargo, las historias de corrupción y puertas giratorias transmiten una falsa impresión. Implican que todavía existe una línea nítida entre el Estado y el complejo, cuando en realidad esa línea desapareció hace mucho tiempo. La innovación no radica en la rapidez con la que los políticos han pasado de un campo al otro, sino en cuántos se sienten facultados para participar en ambos mundos de manera simultánea. Hay gente hacen política, ofrecen consejos de primer orden y hablan con la prensa como expertos y estadistas desinteresados, al tiempo que participan activamente en el negocio de la guerra y la reconstrucción privatizadas. Representan la culminación de la misión corporativista: una fusión total entre élites políticas y empresariales en nombre de la seguridad, con el Estado en el papel de presidente del gremio (y como la gran fuente de oportunidades gracias a la economía de los contratos).

Dondequiera que haya surgido desde Santiago hasta Moscú, Pekín o el Washington, la alianza entre una reducida élite empresarial y un gobierno de derechas se ha descrito como una aberración: capitalismo oligárquico y ahora, "capitalismo de amiguetes". Pero no es una aberración, sino el punto al que ha llevado la cruzada de la Escuela de Chicago (con su triple obsesión: privatización, liberalización y supresión de los sindicatos).

—La tenaz negativa a elegir entre sus intereses relacionados con el desastre y sus deberes públicos fue la primera señal de las llegada de un auténtico Estado corporativista.

¡La Lucha sigue!

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