El islamismo y las culturas que lo han adoptado desde tiempo inmemorial (pues hay que distinguir la religión de la cultura que ha acogido la religión, su manera de interpretarla y de aplicarla) es un asunto recurrente que está muy relacionado con los momentos que ahora vive Afganistán, con su historia y especialmente con su historia más reciente, y, sobre todo, con el foco que los medios ponen sobre los hechos. De todos modos, como en el asunto migratorio, hay en este del feminismo extremo un fuerte ramalazo de universalidad semejante al del proletariado marxista que abarcaba en otro tiempo a los trabajadores de todo el mundo. La lucha y desvelos de la mujer van mucho más allá de su cercanía y de su país. Se rebela contra todo lo que a la mujer le afecta y la agravia. Pero desde exclusivamente el punto de vista de la observadora occidental, como si la mujer fuese el apéndice único de las cosas que en el mundo los individuos civilizados y los cultos desean cambiar, cuando grandes sectores de la sociedad dan una resuelta prioridad a las oprobiosas desigualdades sociales que existen en nuestro país, España, y en numerosos países del mundo por no decir la mayoría.
Y aquí está el centro de mi atención y de mi análisis. El mundo y los países donde la mujer está en un plano secundario respecto al hombre son muchos. Y algunos de ellos no sólo son ignorados ordinariamente -es imposible e indeseable por la salud nerviosa personal abarcar más de lo que los obstáculos que nuestro barrio, nuestro municipio, nuestra autonomía y nuestra nación nos problematizan nuestras vidas y nuestra sensibilidad individual- nos presentan cada día. En otros tiempos calmos, en aquellas doradas épocas en que lo cotidiano nos sonreía, podía uno asomarse al exterior, resentirse e indignarse con cuestiones como ésta, es decir, sobre lo que les ocurre a millones de personas, de mujeres, de niños, de ancianos. Pero en los tiempos actuales en que la miseria, el sufrimiento, los excesos y los abusos de todo tipo, y no sólo los del hombre sobre la mujer sino de los hijos sobre los padres o los abuelos, de los padres sobre los hijos, de la sociedad española en general sobre los débiles sociales, etc, prestar una atención inusitada a lo que ocurre en un país a miles de kilómetros de distancia y sin ninguna conexión cultural, religiosa y mental con la nuestra, es sólo efecto, como tantos otros, de la influencia de la "noticia" del día y de los días que ejercen los medios que viven de la debilidad mental de millones de personas; no efecto de algo sobre lo que podamos cambiar. Abrumarnos por los acontecimientos que tocan la fibra sensible de la gente sensible está muy bien, pero bramar por lo que te cuentan quienes venden morbosamente lo que saben va a atraer la atención y la venta de ejemplares es una muestra de la escasa personalidad de la gente vulgar. Si nuestro interés estriba en compadecernos y en socorrer a los demás, en España hay suficientes, demasiadas situaciones que requerirían la movilización de las masas para impedirlas o remediarlas. Y sin embargo hay muy pocas señales de ese deseo de movilizarse y de sacudirse de encima la pereza. La prueba es que cuarenta y cuatro años después de la dictadura, las cosas de los abusos, de las injusticias, de una barbarie en algunos casos de baja intensidad persisten…
Esas reacciones femeninas y feministas son dignas de aprecio pero, sin ir más lejos, el estrecho entendimiento de personajes de las instituciones y del empresariado de nuestro país con los jerarcas de otros países donde funciona, como en Afganistán, un régimen infame para la mujer y para los homosexuales, es tan clamoroso como odioso. Y sin embargo no pasa nada, ningún medio dedica horas y páginas a una campaña para romper las relaciones diplomáticas y la venta de armas a Arabia Saudita, por ejemplo, sólo porque el capricho del emérito y el negocio del orbe empresarial son el centro de gravedad de unas relaciones políticas indeseables. Y quien dice ese país, puede decir otros muchos de religión y cultura contrapuestas a las occidentales…
Ahora Afganistán está en el primer plano de la noticia porque la clase social que impera allí desde siempre estaba reprimida y ahora se ha hecho con el control del país. Y todos los medios, análisis y reportajes van a parar a aquel lugar porque los medios agitan el asunto tanto como copa el talibán el protagonismo en su país. Lo que no significa que pese a ser una parte de la historia del presente, para cualquier persona con criterio es uno más de los hechos horrorosos que a diario suceden en el planeta. Seguir el asunto conducidos por la "noticia" expresa una debilidad de carácter, por otro lado muy propio del español y en este caso sobre todo de la española media, obsesionada en cambiar el mundo desde su óptica exclusivamente judeocristiana, lo mismo que arremete contra quienes no se quieren vacunar. Hay que reaccionar, desviar la atención de lo que los medios están interesados en resaltar, mientras mantienen en la opacidad o en el olvido numerosos asuntos "nacionales" que a millones personas en España nos sobrecogen el alma.
30 Agosto 2021