1. Dos de octubre: el ejército rodeaba la plaza de Tlatelolco amenazando o intimidando un mitin de estudiantes. Al iniciarse el acto, personalmente subí dos veces al primer piso para exigir a los oradores la lectura de una carta de los presos políticos, a quienes visitaba cada domingo en Lecumberri. Bajé a la explanada en un grupo de ferrocarrileros vallejistas. A la media hora vi al helicóptero que arrojaba luces de bengala; gritamos dos veces en grupo: "no se vallan, sólo es provocación". A los 30 segundos comenzaron los disparos y los miles de la explanada comenzamos a correr hacia distintos rumbos, en tanto algunos –sobre todos familias- decidieron acostarse en la explanada.
2. Yo corrí escudándome de las balas tras paredes mientras corría y tocaba la puerta de algún departamento; después de 10 pedidos de refugio, al fin uno me abrió la puerta en tercer piso; ya estaban en él refugiados unos 10 estudiantes. Aproveché el teléfono para hablar en casa de la esposa de un preso político (Gilberto Balam) donde estaba mi esposa y mi hija, para decirle que estaba bien después de la balacera de la que se enteró por televisión. Ante amenazas de revisión de los departamentos por el ejército para apresar a estudiantes, a la dueña del departamento (la señora Guevara) se le ocurrió a las nueve de la noche sacarnos uno a uno –como si fuéramos su marido- en distintos cordones del ejército como si fuéramos a comprar leche o pan. Yo salí con ella a las 11 de la noche por la explanada de la Lagunilla donde abordé un taxi para llegar a la casa en la que cinco amigos esperaban atentos.
3. Dos de octubre fue la represión y la aventura; pero los dos meses de manifestaciones, mítines, volanteos, activismo, fue un gran aprendizaje. ¿Quién puede olvidar la toma de Ciudad Universitaria (CU) por el ejército de 10 mil soldados aquel 18 de septiembre movilizando tanques ligeros, carros de asalto, transportes militares y jeeps? ¿O el día 19 cuando los comités de lucha del POLI Zacatenco y del Casco Santo Tomás se defienden con garras frente a los soldados logran 1,500 detenidos? Estas invasiones militares se retiran de las escuelas porque el rector de la UNAM y el CNH (Consejo Nacional de Huelga) protestan fuerte. La realidad es que personalmente no estuve en ninguna acción de defensa por estar en otras tareas.
4. El día 18, ante un publicación de una empresa extranjera: Eco Fone me presenté a cubrir una vacante en el famoso edificio 300 de insurgentes sur; me hicieron firmar para darme el empleo; después me informaron que el empleo era vender cursos de inglés en toda la ciudad; no acepté el trabajo pero me dijeron que como ya había firmado me demandarían para pagos futuros. Imaginen: por necesidad fui en busca de empleo y salía enredado por una firma. Me fui a la facultad de derecho y como miembro del comité de lucha de Ciencias Políticas les solicité apoyo para retirar mi firma de los bandidos de Eco Fone. En un viejo coche de un para abogado nos trasladamos a la avenida insurgentes, entramos al edificio, amenazamos y en un minuto me devolvieron la firma. Aprendí la acción directa que sustituye cualquier burocracia tonta.
5. Esa tarde regresamos a CU y nos trasladamos a un mitin en Copilco el alto. A las 22 horas ya estaba "hasta la madre" de cansado y me trasladé en autobús hasta mi casa pasando por CU. En la calle busqué hablar a CU y me dijeron que en ese momento había sido tomada por el ejército. Pero no olvido la marcha del silencio el 13 de septiembre. Muchos nos opusimos la noche anterior a que la marcha sea silenciosa; sin embargo fue quizá la más concurrida; se habló de 250 mil asistentes. Yo estudiaba, junto a mi esposa, un curso de inglés en la avenida Juárez, casi enfrente de lo que fue la casa de Iturbide. Fue tan importante la batalla que dimos en la academia de inglés que casi todos los estudiantes y profesores acudieron a la marcha con su tapabocas. Durante la marcha se informó que todos los vehículos que los manifestantes dejaron en la escuela de Antropología (donde hoy está el Museo Nacional), fueron destruidos por los enemigos del movimiento.
6. Por último la ocupación del zócalo del 27 de agosto, el izamiento de la bandera de huelga y el desalojo. Yo estuve unas horas por la noche en el zócalo y me pareció ver a los Zavala, una familia de yucatecos liberales. En la mañana, al leer las malas noticias nos organizamos un grupo de empleados de la SEP en cuyo edificio, en la guardería estaba mi hija, para protestar contra el desalojo. Nada hicimos porque sólo pudimos reunir a unos 10 empleados rebeldes porque el gobierno ya había acarreado horas antes en ceremonia oficial a miles de empleados en desagravio a la bandera. La realidad es que aprendí más del movimiento que en muchos años de activismo en otros frentes.