La cruzada de la Escuela de Chicago

Miércoles, 10/11/2021 08:50 AM

Irak en manos de Bremer fue la conclusión lógica de la teoría de la Escuela de Chicago; un sector público reducido al mínimo número de empleados, en su mayoría trabajadores contratados, viviendo en una ciudad-Estado creada por Halliburton y ocupados en firmar leyes benévolas con las empresas (redactadas por KPMG) y en entregar falos de dinero a contratistas occidentales protegidos por soldados mercenarios (escudados, a su vez, en una inmunidad legal total). A su alrededor, gente furiosa cada vez más volcada en el fundamentalismo religioso porque es la única fuente de poder en un Estado hueco. Como el gansterismo, el amiguismo de Bush, el Irak contemporáneo es una creación de la cruzada que lleva cincuenta años privatizando el mundo. En lugar de ser repudiado por sus creadores, merece ser visto como la encarnación más pura hasta la fecha de la ideología que le ha dado vida.

Paul Bremer, después de poner en marcha su nueva empresa de contraterrorismo —Crisis Consulting Practice—, Bremer redactó un documento normativo para sus clientes en el que explicaba por qué las multinacionales se enfrentaban a un aumento del riesgo de ataques terroristas en sus propios países y fuera de éstos. En el escrito, titulado "New Risks in International Business", explica a sus exclusivos clientes que cada vez se enfrentan a más peligros debido al modelo económico que les ha hecho ser tan ricos. El libre comercio, según Bremer, ha llevado a "la creación de una riqueza sin precedentes", pero con "consecuencias negativas inmediatas para muchos"; "Exige despidos. Y abrir mercados al comercio extranjeros ejerce una enorme presión en los establecimientos y los monopolios comerciales tradicionales". Todos estos cambios conducen al "aumento de las diferencias salariales y las tensiones sociales", lo que a su vez puede provocar una escalada de ataques (incluyendo actos terroristas) contra las empresas estadounidenses.

Había ira contra los despidos de Bremer y frustración por los apagones y los contratistas extranjeros, pero durante meses esa ira se expresó principalmente a través de arrebatos de libertad de expresión. Durante todo el verano se produjeron protestas diarias junto a las puertas de la Zona Verde, muchas de ellas protagonizadas por trabajadores despedidos que pedían recuperar sus puestos. Se publicaron cientos de periódicos de nueva tirada repletos de artículos críticos con Bremer y su programa económico.

El entusiasmo demócrata, combinado con el claro rechazo del programa económico de Bremer, situaron a la administración Bush en una posición extremadamente difícil. Dicha administración había prometido entregar el poder a un gobierno iraquí elegido en cuestión de meses y contar con los iraquíes en la toma de decisiones desde el primer momento. Sin embargo, aquel primer verano despejó toda duda de que entregar el poder equivalía a renunciar al sueño de convertir Irak en un modelo de economía privatizada salpicada de bases militares estadounidenses. El nacionalismo económico estaba demasiado arraigado en la población, sobre todo en lo que se refería a las reversas de petróleo, el botín por excelencia. Así, Washington dejó a un lado sus promesas democráticas y ordenó aumentar los niveles de shock con la esperanza de que una dosis más alta tendría el resultado esperado. Fue una decisión que recuperó las raíces del círculo completo de la cruzada por el libre mercado, raíces situadas en el Cono Sur de Latinoamérica, donde la terapia del shock económico se impuso mediante la supresión brutal de la democracia y la aniquilación de todos los que se interpusieron en ese proceso.

¡La Lucha sigue!

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