Y aquí estriba la tragedia. "Porque la verdad es algo colectivo, social, hasta civil; verdadero es aquello en que convenimos y con que nos entendemos. Y el socialismo es colectivo, el que vive luchando, contra la vida misma; hasta aquellos que más te han sostenido y que no guardan prejuicios, sobre todo en el momento en que todas las preocupaciones están absorbidas por los intereses generales".
—El caso que los gastos de una guerra europea como la actual han superado los sueños más locos. Nuestras antiguas guerras dinásticas, las favoritas reales del antiguo régimen, las intrigas palaciegas y todas esas cosas, no costaban nada… por comparación a lo que cuestan estas luchas que vienen durando más de diez años. Quienes fundaban sus cálculos de gastos gubernativos en las necesidades de otros tiempos no pueden figurarse siquiera las exigencias de ahora. Para adaptarse a las condiciones actuales se ha tenido que apelar a hombres de mentalidad nueva, capaces de prescindir de las limitaciones nacionales para abarcar el mundo en un sistema financiero universal. Ni entre los banqueros ni entre los estadistas se han hallado más que unas cuantas personas capaces de tal amplitud de miras. Algunos judíos—pues éstos no han ignorado nunca que todo el mundo debía ser su mercado—están beneficiándonos mucho. Y luego tenemos a Pitt y a unos pocos negociantes británicos, como los Baring. Pero ninguno iguala al genial G. J. Ouvrard, un gran banquero parisién, que sabe encadenar las ruedas de la guerra al carro de las finanzas. Desde hace varios años él es quien busca el dinero para las empresas de paz y guerra del gobierno francés. Tampoco ha de omitirse a P. C. Labouchére, que está en relación con la importante casa Hope y Cia., de Ámsterdam. No eches en saco roto a ese Labouchére. Y en la Europa meridional tenemos—concluyó el joven, con fingida humildad—la modesta persona de Herr Vicente Nolte.
Y, guiando a su amigo por las avenidas del gigantesco proyecto en que se había embarcado, exteriorizándose alternativamente en él sus dos personalidades: ya era el antiguo joven atolondrado que gustaba que gustaba de correr albures, ya el nuevo banquero, joven y reposado, en cuyos ojos se traslucían la prudencia y la moderación. Ora el incorregible jugador en agraz que relamía a la idea de una fuerte suma ganada socaire de otros más importantes negocios, ya el moderado y persuasivo consultor financiero que, como una variante de su tema usual, prorrumpía ahora en palabras grandilocuentes, guturales y profundas. Hablaba a veces en alemán y a veces en italiano.
—El estado de cosas es el siguiente: todos los gobiernos necesitan inmediatamente cantidades de oro y plata, que les faltan. Inglaterra precisa oro para pagar a su flota y los subsidios que da a sus aliados en la guerra contra Francia, mientras Francia lo precisa para a sus tropas y adquirir productos coloniales en los países neutros. En el interior, ambos gobiernos hacen circular su papel moneda. El Banco de Inglaterra ha suspendido los pagos en metálico desde hace siglos, y en Francia los asignados han desaparecido de la circulación y se llaman francos. Pero prueba a cambiarlos por oro, y verás… Inglaterra y Francia necesitan oro para sus pagos en el exterior. Sólo la victoria y la paz darán valor a su papel moneda y hasta hoy nadie sabe de quién será la victoria. Entre tanto han de pagar en plata u oro. ¿Y qué nación tiene esto? Solo una: España.
—Sólo que el dinero no ésta en España precisamente. De ser así, ya hubiera socorrido con él a su aliado Bonaparte. Los lingotes—enormes cantidades de lingotes—se encuentran en la colonias españolas: concretamente en México. Las minas de Potosí hacen afluir torrentes de plata al erario mexicano, y existe allí una inmensa reserva. Pero es difícil abrir un camino seguro entre México y España a través de la flota inglesa. Más el banquero Ouvrard, casi casualmente, ha logrado dar el blanco. Había anticipado grandes sumas a la Hacienda francesa y, mediante sus influencias, adquirió la contrata del aprovisionamiento de las escuadras francesas y españolas. Y he aquí que, al ir a cobrar, Bonaparte pagóle con seis reales libranzas españolas contra el tesoro mexicano, por cuatro millones de piastras. Esas libranzas no podían hacerse efectivas por las dificultades que ya te dije. Ouvrard, medio arruinado por tal pago, decidió que fuese a México su propio hermano, que pertenece a la razón social Ouvrard. De Chailles y Cía., der Filadelfia. El tal hermano informó de que había visto los cofres de numerario ya contraseñados y apartados para liquidación de las seis reales libranzas de Ouvrard. Además vió otros sesenta y un millones de pesos de plata, ociosos en la cajas del erario mexicano en espera de ser expedidos a España.
Después de esto—prosiguió el joven—Ouvrard acreditó su genio financiero. Sabía que los directores del Banco de Inglaterra no sabían a donde apelar a fin de proporcionar metálico a Pitt, que lo necesita para sus pagos en el extranjero. Asimismo la Compañía de las Indias Orientales precisaba mucho numerario para su tráfico con Asia. Entonces Ouvrard hizo una gestión cerca de Pitt, por intermedio de la casa neutral Hope y Cía., de Ámsterdam, de la que te hablé ha poco. Labouchére, socio de ella, es yerno de sir Francisco Baring, y éste, presionando a Pitt, pudo obtener que consintiera en dejar llegar parte del metal mexicano. Cierto que Pitt al principio se escandalizó, asegurando que esa era comerciar con el enemigo, pero Ouvrard se mantuvo en sus trece. Pitt cedió, y al cabo, mediante un acuerdo secreto (acuerdo negociado a pesar de la guerra) cuatro fragatas británicas partieron para México a fin de recibir allí—contra las libranzas de Ouvrard, transmitidas por Hope—cierta cantidad de pesos cuya suma no sé a ciencia cierta, aunque me consta que es grande. En compensación Ouvrard recibió por el mismo conducto libranzas contra mercaderes ingleses, a cambio de las cuales los deudores expidiéronle mercancías a través de Holanda. Se dice que los seis cofres destinados a Ouvrard llegaron a Europa bajo el rótulo de "tabaco". No estoy seguro de eso, pero sí de que Ouvrard ha vendido con fantásticos beneficios los géneros recibidos. Los ingleses también han salido ganando su buen porqué. Parte de la moneda recibida ha sido reacuñada y puesta en circulación por el Banco de Inglaterra. Lo demás se ha diseminado por Europa y la India. Lo llegado a Europa no ha tardado en ir a parar al tesoro francés, merced a las exacciones de Bonaparte. Tanto las haciendas públicas como el comercio han sacado grandes ventajas adelante.
—¿Cómo consiguió Ouvrard hacerse con libranzas españolas por tal suma? Según el tratado hispano-francés, España subvenciona a Francia con una cantidad anual, y Bonaparte saldó la deuda del Estado con Ouvrard dándole las libranzas españolas, que consideraba incobrables por las dificultades de transporte del metal.
—Tan grandes han sido los beneficios de esa lluvia de plata mexicana, que la combinación Ouvrard, Hope y Baring están estudiando ulteriores especulaciones semejantes. Se tiene en examen un plan para llevar gran parte del tesoro mexicano a los Estados Unidos y desde allí reembarcarlo para Inglaterra y Europa, ora en metálico, ora en mercancías y siempre, como supondrá, por mediación de Baring en Londres y Hope en Ámsterdam. Ouvrard seguirá suministrando el capital, en forma de libranzas sobre México, y de lo demás se encargarán barcos ingleses y americanos que viajarán entre puertos neutrales. Las naves, expedidas a los Baring o a Hope y aseguradas por el Lloyd, tendrán todas las probalidades de llegar sin novedad, incluso si las persiguen los cruceros ingleses. El proyecto es genial, y permitirá burlar el círculo encantado del bloqueo, y Francia e Inglaterra se beneficiarán. Cierto que en perjuicio de España, pero, claro, alguien ha de pagar los vidrios rotos.
Los Hope, medianeros en el negocio, necesitan establecer en Norteámerica gentes de plena confianza que reciban la plata mexicana, la embarquen, la conviertan ben mercaderías o la inviertan provisionalmente hasta hallar modo ventajoso y seguro de enviarla a Europa. Estos agentes implantarán allí casas comerciales en toda regla, que serán corresponsables de Baring y Hope, y la plata figurará oficialmente como su capital efectivo. Como las sumas manejadas serán grandes y como el buen éxito de las operaciones dependerá de la discreción de los agentes, estós serán designados entre personas responsables y escogidas. El negocio vale la pena, sobre todo en el porvenir. Tu antiguo David Parish ha sido nombrado para uno de esos cargos.
Don Luis, marqués de Vincitata, inclinado sobre el puño de oro de su bastón, esperaba en el elegante despacho particular de Nolte. Supo dar a losa los dos jóvenes la sensación de que era él quien los recibía, no ellos a él. En seguida subyugado por aquel anciano que con sus modales finos, ceremoniosos y corteses, parecías introducir en la oficina el ambiente de la corte de España.
Comenzó a discutir con don Luis los pormenores del gran proyecto que en parte debía desarrollarse en España. Don Luis, muy interesado en el negocio, había hablado recientemente de él con Ouvrard, y al presente refirió el sesgo que las cosas tomaban en París.
—Las condiciones sobre cargamentos metálico que hayan de desembarcarse en Liorna serán objeto de tratos entre Ouvrard. He llegado con éste a un acuerdo muy satisfactorio respecto a mis comisiones y las del Príncipe de la Paz. Las descontaremos en Madrid. De lo que aquí venga confío en que a París una parte "justa" del numerario, una vez separada su parte, Herr Nolte. Esto lo dejaremos a su discreción. No olvide que habrá más de un cargamento.
¡La verdad! "…Ya no se engaña a nadie, y la masa de la especie humana, leyendo en los ojos del pensador, le pregunta sin ambages si en el fondo no es triste la verdad", escribía E. Renán.
¡La Lucha sigue!