La Tecla Fértil

Japón y Venezuela, los dos jarabes de China para consolidarse, permitirá Moscú esta dominación de Xi. (3)

Sábado, 15/01/2022 12:58 PM

El Partido Comunista Chino quiere legitimarse en América Latina y le resulta incómodo la estructura del Partido Comunista de Venezuela, (PCV), ´porque parte de su solidez viene de la formulación de la República donde la gesta histórica de Rómulo Betancourt tuvo influencia hasta en algunas Asambleas Evangélicas cuya fidelidad hacia los postulados democráticos fue dado por sus característicos sombreros. El creciente nacionalismo oriental, cambia poco esta situación: si China llegará algún día a dominar el mundo, esto sería en virtud fundamentalmente de su poder económico, que hoy ya es el segundo más grande del planeta. Pero desde hace un tiempo la economía china se está debilitando. Los gobernantes chinos tienen dificultades para emanciparse de este modelo de legitimación, por ejemplo, a favor de un modelo radical-nacionalista, o sea, especialmente geomilitar. Por ende, Moscú es evaluado por Beijing desde esa óptica: Rusia es importante especialmente como proveedor de recursos y energía. Rusia tiene este rol, así como muchos otros países tienen otro; por ejemplo, algunos países occidentales, como Alemania o Japón, suministran tecnología, el Sudeste asiático es proveedor de manufacturas, y África y algunos países de América del Sur son compradores de mercancías de baja calidad. Visto de esta forma, no sería aconsejable para China intimidar demasiado a otros stakeholders con el fin de asegurarse energía y materias primas.

En este marco, tiene gran peso la compleja política económica que lleva adelante la cartera de Asuntos Externos china, ya que el crecimiento económico es desde hace más de tres décadas el único factor de legitimación del Partido Comunista. En Venezuela, es la riqueza de su territorio y bajo la simpatía del presidente Nicolás Maduro Moros se le viene otorgando concesiones que alimentan la corrupción hasta Magallanes y La Patagonia, donde se incluye sacar de su región chilena- Argentina a Los Mapuches.

El problema para la elite china es que el menor crecimiento actual, que podría terminar –en esto coinciden los economistas – en una verdadera crisis, genera una creciente presión sobre la dirigencia para legitimar su poder cada vez más con una fuerza preponderantemente militar. Por otra parte, esta demostración de poder para la legitimación hace que se le crea cada vez menos al gobierno cuando dice que el país crecerá «solo pacíficamente», pues el crecimiento será económico. Cuanto más ostensible se hace esto, más rápido aumenta la presión para que la demostración de poder vaya más lejos y tenga un mayor énfasis militar, y si fuera necesario, con ayuda rusa.

Pero incluso esta ayuda necesaria que viene del Norte es un arma de doble filo para China. Cuando recientemente la discusión sobre la cuestión de si la nación asiática, en vista de la creciente amenaza de Occidente, debía o no pactar con Rusia llegó a amplios sectores de la sociedad urbana china, predominó el escepticismo. El argumento más esgrimido era que Rusia había sido históricamente, en especial en los últimos tiempos, el principal agresor de China. Esto comenzó en el siglo XVII, cuando Moscú, por medio de acuerdos desiguales, anexó unos tres millones de kilómetros cuadrados de territorio chino. Pero también durante el mandato de Iósif Stalin la Unión Soviética habría impuesto a China escisiones territoriales mediante referendos protegidos como el de los mongoles, en la década de 1920.

Rusia, debe abrir los ojos, el gobierno de Moscú nos ayudó en telecomunicaciones, hasta que Chávez Frías, quien en su condición de militar y presidente de La República Bolivariana de Venezuela rompió el contrato y se afilio a Huawei y suplantaron los equipos rusos por esta marca y el comandante le dio convenios de trabajos de ZTE y vino el ataque gerencial entre estas dos compañías y cada uno incumplió por diversos motivos y cargos con sus cables de expansión y CANTV, se vino al piso.

Los chinos no son amigos de nadie, ni de Rusia. Donald Trump los puso derechitos y de no llevar mas chatarra a EE.UU. La misma llega a Latinoamérica hasta el corrupto Perú con Pedro Castillo que ya ha firmado contratos oscuros de sustentación económica y, la válvula de escape es el pentecostalismo. Esta secta protestante ha sellado acuerdos con figuras comunistas. Anoche, asistí a un Congreso Evangélico Pentecostal y un pastor mexicano nada expreso para edificación y con sus gritos menos. Me salí de la reunión y cuando iba llegando tres camionetas negras con un aproximado de doce a quince personas vestidas de negro, ¿Quién dijo esto de parte de evangélicos por Fe? Una cofradía de chupasangres. Putin elimina esto en Moscú y sus provincias.

Nuestra memoria es un mosaico- expresa Mariano Picón Salas- somos una corriente del tiempo. Del cock- tail que es una bebida favorita en el mundo snob, vamos a una postguerra, esta bebida ni es vino ni alcohol, es un maridaje híbrido que desde nuestro interior lanzamos a quemarse hacia el exterior las sustancias más variadas y más explosivas. Hot, es el cocuy de penca.

Entendamos, China y sus colonias no son amigos de Venezuela, hay una razón económica Y Donald Trump los puso derechitos a sabiendas, que hay un monto interno en ese país norteamericano a favor de los asiáticos por importaciones de acuerdos firmados en tiempos anteriores.

Picón Salas enfatiza: "La vida no solía ser voluntad o destino, sino vaga embriaguez, alternativa trágica de excitación o de sueño. Espíritu revolucionario en los inexpresados y en los insatisfechos, y espíritu de lucro y especulación financiera eran los dos polos de nuestra reciente existencia histórica".

Para la Realpolitik china, la discusión histórica gana importancia en tanto acompaña la actual ambivalencia de la diplomacia rusa: si Moscú no apoya enteramente a China en su presente demostración de poder frente a Japón, ¿tiene esto alguna relación con que Rusia históricamente ha buscado solo ventajas a costa de China? En 2012, la prefectura naval rusa echó a cañonazos a pescadores chinos y hundió una barcaza de pesca cerca de Sajalín. De inmediato vino a la memoria el conflicto por una pequeña isla en el río Ussuri. Esto se pagará con un cada vez mayor nacionalismo chino como factor legitimador en reemplazo de las tasas de crecimiento económico. Beijing no puede permitirse dar la imagen de que, a pesar de su poder económico, retrocede ante Rusia. «¡Antes de que nos peleemos con Japón por cuatro islas deshabitadas en el mar de China Oriental, vayan a buscar los tres millones de kilómetros cuadrados de territorio nuestro, cobardes!», escribió un bloguero a mediados de mayo de 2014.

También aparecen los conflictos armados por cuestiones limítrofes de 1962 en la provincia norteña de Xinjiang y de 1969 en el noreste de China cuando se recuerdan las amenazas rusas. Algunos historiadores –con el profesor Shen Zhihua, de Nanjing, a la cabeza– han hallado, basándose en documentos de los archivos abiertos de la URSS, que Moscú había considerado hasta comienzos de la década de 1970 la posibilidad de atacar a China con armas nucleares.

Cuidado, como China perjudica a Rusia por la discusión con Japón sobre las islas desérticas.

En discusiones académica, hemos sostenido: ¿cómo puede explicarse de forma convincente por qué los chinos se muestran tan inflexibles ante los filipinos y los vietnamitas, mientras que exhiben siempre un silencio sumiso ante los rusos? Es precisamente la historia la que muestra que Rusia ha sido para China mucho más peligrosa que cualquier otro país vecino, argumentan los think tanks políticos. El académico Yan Xuetong, uno de los halcones chinos, reflexiona: ninguna coalición que haya existido en la historia pudo descartar la posibilidad de que sus socios se engañen y traicionen. La pregunta central aquí es: ¿es China lo suficientemente fuerte como para desquitarse de cualquier engaño cometido por Rusia? ¿De qué dispondría China para ir contra Rusia si la política rusa volviese a perjudicarla como ya lo ha hecho? ¿Seguiría entonces dentro del modelo «dinero chino a cambio de gas ruso más maniobras militares en caso de necesidad»?

Tales son las consideraciones de los militares y de la industria armamentística de China, que desde la década de 1950 dependen de la tecnología rusa. Su motivo: Rusia se muestra extremadamente reservada frente a China cuando se trata de suministro de armas o transferencia de tecnología armamentística. El primer portaaviones chino Warjag no lo suministró Rusia en tanto sucesora de la URSS, sino Ucrania, un país mucho menos fuerte económicamente, pero que hasta hoy fabrica también los motores más importantes para la modernización de la Fuerza Aérea china. Por el contrario, Moscú vende «a rivales de China, tales como Vietnam o la India, sistemas armamentísticos que son por lo menos una generación más modernos», para de esta forma mantener en jaque la influencia económica de Beijing, según lo afirma la izquierda marxista, una de cuyas voces es el profesor Fang Ning, director del Instituto de Política Internacional de la Academia de Ciencias Sociales (CASS, por sus siglas en inglés). Algunos representantes de la industria armamentística china señalan que en 2004 Rusia acordó con la India el desarrollo conjunto del modernísimo avión de combate MiG-35, pero hasta hoy duda en venderle a China tan siquiera unos pocos ejemplares de este elemento tan codiciado por Beijing junto con la transferencia de tecnología.

Mientras tanto, China y Rusia se tienen –aún– mutua desconfianza: hasta ahora, los intereses que marca la Realpolitik de ambos no coinciden lo suficiente. Sus respectivos modos de legitimación muestran diferencias demasiado grandes. Al menos del lado chino, predomina una desconfianza en la asociación que los políticos chinos no pueden ignorar, ya que también abarca a parte de la elite. Estos son algunos de los motivos decisivos por los que actualmente es poco probable una coalición entre Moscú y Beijing, en el sentido estratégico del término. Sin embargo, resta esperar a ver cómo los políticos de ambos países piensan salir de sus diferentes crisis, tanto en términos de política interna como externa. El nacionalismo es considerado para ambos bloques de poder una atractiva fuente de legitimación. De allí ha surgido un escepticismo frente a «Occidente», especialmente frente a EEUU como país dominante, que está fuertemente enraizado en la conciencia de ambas nomenclaturas. La propaganda política, organizada desde el Estado de forma centralizada, tanto en medios clásicos como en medios nuevos –aun cuando en Rusia sea menos institucional–, provee en ambos regímenes la política simbólica necesaria para ejercer una fuerte influencia en la psicología urbana de masas. Estos son algunos de los motivos por los que Rusia y China podrán –primero de manera táctica y cuidadosamente– seguir acercándose.

En qué medida tal acercamiento modificará las relaciones de fuerzas globales es algo que depende no poco de hasta qué punto ambos países se encuentran en el patrón de pensamiento que sigue en la política mundial una lógica más o menos imperial: quién, en qué circunstancias, con quién y por cuánto tiempo es posible pactar para sacar juntos provecho geopolítico de una primacía entendida de la manera que fuere. Esta era precisamente la lógica de la Guerra Fría. Pero hasta ahora no ha sido respondida prácticamente casi ninguna de estas preguntas.

"Los tambores de guerra están sonando fuerte y la retórica se ha vuelto bastante estridente". Las palabras, pronunciadas por el embajador de Estados Unidos ante la Organización para la Seguridad y la Cooperación de Europa (OSCE), Michael Carpenter, dan buena muestra del punto el que se encuentran las negociaciones tras la tercera ronda de contactos diplomáticos entre Moscú y Occidente para evitar una escalada militar en Ucrania. Unas palabras que en su crudeza solo fueron igualadas por las pronunciadas por el ministro de Relaciones Exteriores de Polonia, Zbigniew Rau, que en la cita celebrada en Viena advirtió que el riesgo de guerra en Europa "es ahora mayor que nunca en los últimos 30 años".

Al inicio de 2013 se observaba un proceso consistente en un amplio giro geopolítico en Europa, que empezó con el reposicionamiento de Rusia como potencia regional y con el debilitamiento de la presencia de Estados Unidos en este continente, porque se hallaba inmerso en las intervenciones militares en Afganistán e Irak desde principios del decenio del 2000. Este giro inició aproximadamente en 2005. Además, Alemania se había acercado a Rusia, a la vez se había distanciado de Estados Unidos, en cuanto a sus nexos comerciales. Por estos cambios en la correlación geopolítica de fuerzas, surgieron nuevas tendencias de alineamiento de los países europeos. Así, el corredor europeo oriental que comprende los Estados Bálticos, Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria, denominado corredor Intermarium, emergió como un área de contención entre Rusia y Estados Unidos. Esto significa que la línea de batalla que dividía Europa entre los dos bloques de la Guerra Fría se movió hacia el Este y los países a lo largo de esta línea son aliados de Occidente.

Rusia, a su vez, ha venido posicionándose como gran potencia energética del siglo XXI y ha desarrollado una red de oleoductos y gasoductos que podría convertirla en el gran árbitro del suministro de petróleo y gas para Europa y los grandes centros económicos y demográficos del Asia Oriental (China, India, Japón, Corea del Sur). Aunque el auge de la extracción del gas shale en Estados Unidos y la baja de los precios del petróleo desde 2014 han afectado tanto a la economía rusa, como en la posibilidad de que Rusia tenga el monopolio de la distribución del petróleo y del gas en el mundo.

Esta nueva estrategia de Rusia ha cambiado la geopolítica tradicional de Europa durante la Guerra Fría, acercándose a Alemania por el consumo alemán de energéticos rusos, hecho que es contrario a las recomendaciones del padre de la visión geopolítica británica, Sir Halford Mackinder, que aconsejaba a las potencias marítimas la estrategia de separar a Alemania de Rusia.

Cada vez es más evidente, por tanto, que el orden unipolar del poder mundial cede espacio al multipolar. Este proceso, sin embargo, no puede transcurrir sin conflictos, ya que la aparición de nuevos actores internacionales quita poderío a las potencias ya establecidas, acostumbradas a un liderazgo sin condiciones. Sin embargo, al inicio de su primer periodo presidencial, Barack Obama reconoció esta nueva realidad mundial e intentó articular una nueva política exterior para con Rusia, denominada reset, que fracasó por las presiones de los republicanos más renuentes a aceptar esta nueva realidad.

En esta transformación geopolítica se inscriben los acontecimientos que hoy atestiguamos en Ucrania, donde por un golpe de Estado, de manera muy violenta y aliándose con los nacionalistas ucranianos que poseen una ideología racista, antirrusa y antisemita, semejantes a la del nazismo alemán de Hitler, Occidente colocó en el poder a un gobierno antirruso, que fracturó la constitucionalidad del poder presidencial en Ucrania, ya que Víctor Yanukóvich, presidente derrocado, fue elegido legalmente. Esta acción fue un acto desesperado ante la negativa del presidente Yanukóvich de firmar el Acuerdo de Asociación Oriental en Vilnius, en noviembre de 2013.

Si se analiza la situación mundial con detenimiento, hay tres sucesos muy importantes que han dado un giro al unipolarismo estadounidense: Edward Joseph Snowden, que no se devolvió a Estados Unidos, ya que no hay entre Rusia y este país una ley de extradición; el freno de un posible ataque de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a Siria en 2013, logro de la gestión diplomática del presidente Vladimir Putin; el acuerdo entre Irán y Estados Unidos, que parecía imposible hace poco. Todos éstos son triunfos de la diplomacia rusa y empiezan a mostrar que el poder mundial ya no es unipolar y se transita a un nuevo orden mundial multipolar, situación que a su vez se refuerza con el surgimiento de los países BRICS, a los que Rusia pertenece.

Esta transformación del poder mundial, de unipolar a multipolar, se ha conceptualizado en el apartado "El mundo contemporáneo y la política exterior rusa" de la Concepción de política exterior de la federación rusa. La fundamental característica de la actual etapa de desarrollo internacional son los profundos cambios en el plano geopolítico, cuyo potente catalizador fue la crisis económico-financiera global. Las relaciones internacionales atraviesan por un periodo de transición, cuya esencia constituye la formación de un sistema internacional policéntrico. Este proceso transcurre con dificultad, acompañándose del aumento de turbulencia en el desarrollo económico y político en el mundo y la región. Las relaciones internacionales continúan complicándose y su desarrollo se vuelve cada vez más difícil de predecir.

La proyección de esta nueva fuerza de la diplomacia rusa, que le ha hecho volver a tener un papel principal en los acontecimientos mundiales, es también un proceso preocupante para Estados Unidos. Occidente siempre ha tenido a Rusia como un gran país atemorizador. La base teórica de esta visión occidental se ha formado sobre todo a partir del pensamiento político y geopolítico anglosajón. Uno de los teóricos más destacados en este aspecto es Sir Halford Mackinder La esencia de esta concepción y de los pioneros de la geopolítica occidental cercanos a él consiste en que todas las potencias del planeta pueden dividirse en marítimas y continentales. En esta visión, Eurasia posee un significado clave y se la denomina "isla-mundo", un espacio vital de la geopolítica mundial. El centro de este territorio lleva el nombre de heartland (‘corazón de la tierra’), cuya localización se contrapone al rimland, extensión policéntrica en forma de mosaico. El heartland está representado por Rusia y constituye un monolito encuadrado interna y externamente por un territorio denominado "media luna".5 La media luna interna son los países a lo largo del perímetro marítimo de Eurasia, del Báltico al Pacífico. La media luna externa está formada sobre todo por los países anglosajones: Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña. Como sabemos, la argumentación más importante de Mackinder consiste en que quien domine Europa Oriental controlará el heartland, la isla mundo, y quien la posea someterá al mundo.

Hoy esta fórmula geopolítica no es tan representativa, ya que la escena internacional ha cambiado mucho desde las afirmaciones de Mackinder, pero aún conserva la esencia del pensamiento geopolítico occidental, que sigue percibiendo a Rusia como una amenaza Y es que es difícil no considerar el enorme territorio ruso como un peligro. La percepción de éste ha contribuido a definir la historia contemporánea. Por ejemplo, la participación de Estados Unidos en los asuntos europeos a lo largo del siglo XX, la creación del espacio euroatlántico y finalmente la creación de la Unión Europea (UE) pueden interpretarse como resultado de la aspiración de las potencias marítimas a equilibrar la vulnerabilidad de Europa con la masa terrestre oriental y euroasiática. Para tal fin, la geopolítica occidental, desde siempre, ha tenido la aspiración de desintegrar, ahí donde sea posible, el monolito eurasiático. En un principio se esforzó en impedir que Rusia tuviera aliados en Europa Occidental. Éste fue el propósito de la política y de las exitosas acciones de los anglosajones en los siglos XIX y XX. También se logró separar después a Europa del Este de Rusia a finales del siglo XX y como último objetivo se ha pretendido lograr su desintegración misma y convertirla en un territorio poroso de regiones.

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