Limpiar por la fuerza

Miércoles, 11/05/2022 09:46 AM

Como suele ocurrir, todo empezó con la desapareciendo, se desintegra. Como suele ocurrir, todo empezó con la desapareciendo de las mujeres detrás de los velos y las puertas; después, de los niños de los colegios, dos tercios de los escolares se quedaron en sus casas. A continuación llegó el turno de los profesionales: médicos, profesores, empresarios, científicos, farmacéuticos… Se calcula que 3.000 profesores universitarios han sido asesinados por escuadrones de la muerte desde la invasión de Estados Unidos (incluyendo varios decanos de departamento), y varios miles más han huido. Los médicos lo han tenido todavía peor; se calculó que unos 2.000 habían sido asesinados y 12.000 habían huido. El Alto Comisionado para los refugiados de Naciones Unidas calculó que 3.000 iraquíes huían del país cada día. En abril de 2007, la organización informó de que cuatro millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus casas.

“Si en algo había verdadero consenso era en que para los pueblos que dejaban atrás las dictaduras (tanto de derecha como de izquierda), la democracia significaba tener por fin voz en todas las decisiones importantes y no ver impuesta unilateralmente y por la fuerza la ideología de unos terceros. Dicho de otro modo, el principio universal que Fukuyama denominó “la soberanía del pueblo” incluía la soberanía de ese pueblo para elegir cómo distribuir la riqueza de su país y eso abarcaba tanto el destino de las empresas de propiedad estatal como la financiación de las escuelas y los hospitales. En todo el mundo, los ciudadanos estaban más que listos para ejercer sus poderes democráticos, que tanto esfuerzo les había costado conseguir, y para convertirse, al fin, en los autores de sus propios destinos nacionales”.

La definición de libertad según Friedman —en la que las libertades políticas son secundarias o, incluso, innecesarias en comparación con la libertad del comercio sin restricciones— se ajustaba perfectamente al proyecto de futuro que tomaba forma por aquel entonces en el Politburó chino. El partido quería abrir la economía a la propiedad privada y el consumismo sin renunciar a su propio control del poder, un plan que garantizaba que, en el momento es que los activos del Estado fuesen puestos a subasta, las autoridades del partido y sus familiares serían las primeras en hacerse con los pedazos de negocio más rentables. Según esta idea de la “transicion”, las mismas personas que controlaban es Estado bajo el comunismo lo seguirían controlando bajo el capitalismo, pero disfrutando, al mismo tiempo, de una mejora sustancial del estilo de vida. El modelo que pretendía emular el gobierno chino no era el de Estados Unidos, sino, más bien, el del Chile de Pinochet: mercados libres combinados con un control político autoritario posibilitado por una represión de mano de hierro.

Ante el peligro de que el experimento de libre mercado se fuese al garete, Milton Friedman recibió de nuevo un invitación para visitar China (una reedición, en cierto modo, de lo sucedido cuando los de Chicago y los pirañas habían solicitado su ayuda en 1975 a raíz de que su programa hubiese desatado un revuelta interna en Chile). Una visita de alto nivel del gurú de mayor fama mundial del capitalismo era justamente el impulso que los “reformadores” chinos necesitaban.
“China puede hacer progresos aún más extraordinarios si pone más énfasis en los mercados privados libres”.
¡La Lucha sigue!

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