EEUU, centro del sistema capitalista mundial, está en crisis mayor; y el sistema capitalista en su conjunto está inmerso en la peor y más peligrosa crisis de su historia.
Es evidente que esta no es una de las tantas crisis cíclicas de sobreproducción, menos aun una crisis exclusivamente financiera o económica como se ha dicho.
Es algo de mayor profundidad, extensión y gravedad.
Es una crisis diferente a las anteriores. Incluso distinta a las pasadas crisis estructurales o sistémicas.
Una mega-multi-crisis crónica del capitalismo como sistema.
Una crisis integral de la civilización burguesa: económica, financiera, de sobreproducción y subproducción, político-institucional, militar, medio-ambiental, alimentaria, urbanística, militar moral…
Es una crisis de pérdida de hegemonía de EEUU y decadencia de la civilización capitalista occidental, que EEUU desde el Pentágono y desde la OTAN procura detener con el despliegue de sucesivos capítulos de su guerra global decretada hace dos décadas.
Ella estuvo precedida de la crisis estructural del capitalismo central de finales del siglo pasado (sobreproducción, escasez a plazos imperiosos de petróleo, agua y recursos naturales estratégicos, límites de los mercados conquistados, baja tasa de ganancia…).
La misma fue abordada desde la lógica de la restructuración neoliberal (tecnológica y operativa), la nueva guerra de conquista ("guerra global anti- terrorista") y el sobre-explotación extrema; apelando a todas las opresiones de un capitalismo patriarcal, racista, adulto-centrico y ecocida, sometido a todas las rebeldías que su dinámica destructiva provoca.
A su vez, al paso de los años, la restructuración neoliberal del capitalismo y los cambios tecnocientíficos, que a final de siglo XX apuntaron hacia la introducción del patrón micro-electrónico, informático, robótico, biotecnológico… y hacia las privatizaciones, desregulaciones, áreas de "libre comercio", "libre flujo de capitales", financierización del sistema, desmonte del rol social del Estado, guerras para conquista de territorios con grandes reservas naturales, carta abierta al saqueo a cargo de sus corporaciones… han convertido la crisis estructural sistémica del capitalismo de finales del siglo XX en esta "multi-mega-crisis crónica".
Y el recetario impuesto desde las elites de los países "altamente desarrollados" (G20, Banco mundial, FMI) y las clases dominante-gobernantes locales, han agravado la crisis sistémica hasta convertirla en crisis de existencia del planeta y de la humanidad.
Estas cifras muestran su dramática cara social y la inviabilidad de la sociedad humana dentro de estas coordenadas, ahora con perspectivas de agravarse trágicamente, si se prolonga por algunas décadas este estado de cosas y continúa la cadena de guerras auspiciadas por la OTAN en su vano empeño de recuperar poder por esa vía tan tortuosa como trágica:
• 1,020 millones de seres humanos con desnutrición crónica.
• 2,000 millones sin acceso a medicamentos.
• 884 millones sin agua potable.
• 924 millones sin techo.
• 1,600 millones sin electricidad.
• 2,500 sin servicios de drenajes pluviales y aguas sucias.
• 794 millones de analfabetos.
• 19 millones fallecen cada año por empobrecimiento extremo.
• 200 millones de niños/as trabajando, una parte en condiciones de semi- esclavitud.
• Cerca de 5,000 millones de personas pobres y el 20% más rico es cien veces más rico que el 20% más pobre.
• El petróleo y el agua en vía de agotarse dentro del irracional patrón de consumo capitalista y las minorías privilegiadas.
• El planeta está calentándose, contaminándose cada vez más y con un grado alto de aridización .
• EEUU sigue sembrando de guerras al mundo para apoderarse de los recursos naturales de mayor valor. (Atilio Borón, Conferencia en el Centro Montalvo, Santo Domingo, 2012)
· PERSPECTIVAS DE UNA CRISIS CONSTANTEMENTE AGRAVADA.
El impacto de las recetas empleadas posteriormente ha provocado más tensiones y nuevas rebeldías.
Posteriormente a su estallido en el 2008 en EEUU y al uso del endeudamiento estatal para salvar bancas y corporaciones, se ha evidenciado que ese recurso a lo sumo ha servido para contener temporalmente procesos críticos, los cuales vuelven expresarse con más intensidad y mayor gravedad, como ha acontecido a continuación.
Igualmente, recurrir a las reducciones del gasto social y a la eliminación de conquistas colectivas en interés de reparar desequilibrios macro-económicos y reducir déficits, ha conducido a potenciar las indignaciones y convertir en multitudinarias las protestas populares a cargo de nuevos y viejos actores sociales, como sucede periódicamente en muchas puntos del planeta.
Diez años después estos indicadores se han agravado, incluido adicionalmente el impacto degradante de la COVID 19 y de su manipulación a favor de las elites capitalistas y de las dramáticas desigualdades sociales en expansión.
Y lo que actualmente acontece en el despliegue de la guerra de la OTAN contra Rusia, si bien afecta en gran medida a Ucrania, no augura la superación del terreno perdido por EEUU, ni el fortalecimiento del bloque capitalista occidental.
La decisión de Finlandia de incorporarse a la OTAN no deja dudas del diseño por esa alianza político-militar de su intención de cercar la Federación Rusa para debilitarla y agredirla, lo que adelantó la operación militar rusa en Ucrania y afectó el plan agresivo de occidente. Instigado permanentemente por el Pentágono y el Complejo Militar-Industrial Financiero de EEUU, que gana dinero aunque pierda las guerras.
Las decisiones de volcar a distancia voluminosos financiamientos y almacenes de armamentos a favor de la resistencia neofascista ucraniana, confirma la intención de Biden de intensificar y prolongar al máximo el conflicto, sacrificando a Ucrania.
En ese contexto es difícil hacer vaticinios categóricos sobre su desenlace, salvo en lo relacionado a la evidente profundización y su prolongación de la guerra global con una espiral de violencia a beneficio de los negociantes de las armas: sin alternativa precisa todavía; dado los déficits que afectan a las fuerzas transformadoras a escala mundial.
Las decadencias imperiales generalmente tardan en llegar a su punto final. Lo viejo se pudre y lo nuevo no termina de nacer, elevándose dramáticamente los costos para la humanidad.
Los desafíos son inmensos y las rebeldías son insuficientes para cambiarlo todo en el marco de una dominación tan perversa que convive con el caos mientras lo controla. Falta convertir la indignación en insurgencia global generalizada y en poder popular paralelo con vocación alternativa socializante.