La Unión Europea y Rusia

Lunes, 23/05/2022 12:44 PM

Llama poderosamente la atención la actitud furiosamente hostil, que los países de Europa mantienen contra Rusia. Y llama la atención esa actitud, porque que se sepa, ninguno de esos países tienen nada que sentir de los rusos. Al revés, tienen mucho que agradecerles. Porque, como se sabe, fueron ellos los que , a costa de millones de valiosas vidas humanas, les quitaron de encima a muchas naciones de Europa, la bestial tiranía de los nazi; de esos mismos que, con el insólito apoyo de la Unión Europea, gobiernan en estos momentos en Ucrania.

De suerte, que cuesta sobremanera entender esa actitud hostil, que los países del viejo continente mantienen contra la patria de Tolstoy. Y menos aún, contra una nación con la cual podrían mantener, en pie de igualdad, unas fluidas y mutuamente provechosas relaciones económicas. Unas relaciones económicas por lo menos mucho más provechosas que las que en estos momentos sostienen con los Estados Unidos, que obliga a esos países a mantener artificialmente sobrevaluado el euro.

Y hay que ver los estragos que esta imposición les ha causado a las economías de esos países. Para empezar, dio al traste con una actividad que era de las principales fuentes de ingresos de los mismos; nos referimos, desde luego, al turismo. Por otra parte, provocó simultáneamente con este descalabro el encarecimiento de las exportaciones, a un punto tal, que vehículos como el Volkswagen, Renault, Mercedes Benz, y otros que congestionaban el tránsito venezolano, no se volvieron a ver en el continente americano. Y lo que ha sucedido con esos vehículos de procedencia europea, ha ocurrido también con los otros productos de la misma región.

Como puede apreciarse, se trató de un hecho bastante negativo, ante el cual el único consuelo que los europeos tenían, consistía en que no sólo a ellos los obligaban a revaluar sus monedas, el euro, porque a Japón lo obligaron a lo mismo. En vista de la cual los productos nipones, que virtualmente habían inundado nuestros mercados, un día, como por arte de magia, desaparecieron sin dejar rastro alguno. Sin embargo, los gringos no conforme con lo que habían logrado, como era el de poder reinar en todos los mercados del mundo casi sin competencia, quisieron obligar también a China, incluso con amenazas, a revaluar su signo monetario, o sea, el yuan. Sólo que éste país, con un mayor sentido del honor y la dignidad nacional, les hizo, con las dos manos, la seña conocida, y los mandó…. Bueno,, a freír monos.

Ahora, como es de suponer, la medida revaluacionista, debió, como hemos visto, haberle causado un enorme daño, un daño, demoledor, a los países europeos; los cuales han visto así canceladas por completo toda posibilidad de crecimiento. ¿De quién ha sido la culpa de esto, de algo que los condena a un estancamiento histórico, a ser siempre lo mismo? Por supuesto, de quienes estuvieron al frente de esos gobiernos cuando se adoptó la citada medida. Pero no sólo éstos, sino también los actuales gobernantes, que han sido los que muy orgullosos le han venido implementando. Todos ellos, sin excepción, debían ser acusados por sus pueblos de ser agentes al servicio de una potencia extranjera y, en consecuencia, juzgarlos y condenarlos por traición a la patria.

Pero hablábamos de los beneficios que para los países de la comunidad europea y para sus pueblos, por supuesto, sería la normalización de las relaciones con la Federación Rusa. Estamos seguros de que este país no rechazaría esa apertura. Y lo prueba el hecho de que a pesar de la actitud agresiva y amenazante que contra ella han sumido las naciones occidentales, no han dejado de recibir, provenientemente del crudo enemigo, las materias primas para sus industrias, ni tampoco, por supuesto el petróleo y el gas; este último más barato y seguro que de cualquier otra parte.

¿Y entonces? ¿Por qué esa inquina contra un país que podría ser un socio absolutamente leal y confiable? Y que podría serlo, claro que podría, de eso no cabe la menor duda. Y ello, porque esa generosa nación no es una amenaza para nadie. Y si alguna amenaza podría eventualmente llegar a representar para alguien, no sería, en todo caso, más que para los delirantes deseos de dominación mundial de los Estados Unidos. Algo a lo que de manera servil, sin beneficio alguno, es decir, incondicionalmente, la Unión Europea está contribuyendo ciegamente. Y lo hace ciegamente, porque no se está dando cuenta de que al ayudar a crear un monstruo sin escrúpulos, podría resultar devorada ella misma.

Ahora bien, ¿por qué comprometer la seguridad de las naciones europeas y el bienestar de sus pueblos por salir en defensa de un gobierno ilegítimo como el de Ucrania; de un gobierno que además de ilegítimo tenía ocho años masacrando las poblaciones de Donbass y de Danetz, a las que le han infligido más de catorce mil muertes, y ello ante la mirada indiferente de los líderes europeos? ¿Qué esperan obtener con ese apoyo tan irracional y al mismo tiempo tan indecoroso, impropio de países dignos y soberanos? ¿un apoyo que más que un gesto de solidaridad para con el aliado, lo que en realidad constituye es una inicua manifestación de sumisión y de servilismo?

Pero además de lo anterior, ¿qué han hecho estos gobernantes indignos y oprobiosos con el honor y la reputación de sus países, a los que han convertido en simples marionetas al servicio incondicional de los proyectos imperialistas de los Estados Unidos? Es más, ¿qué no dudan en sacrificar a sus conciudadanos en aras de esos bastardos proyectos expansionistas? Igualmente, ¿con qué letras podrían escribirse en el futuro los nombres de estos infelices peleles, de estos genuflexos y envilecidos lacayos, más interesados en ser sumisamente al padrote norteamericano, que atender las necesidades y aspiraciones de sus propios pueblos?

Pero, además, no creemos tampoco, que sean tan ingenuos como para pensar que con los Estados Unidos alguien pueda ganar algo; que con esa gente, partidario del todo a nada, se puedan compartir ganancias. Porque, ¿quién ha visto que los esclavos alguna vez hayan ganado cualquier cosa? Estos, como lo pueden conformar los países europeos, pues lo han sufrido en carne propia, nunca han ganado algo distinto al desprecio de su prepotente amo. Y esto, repetimos, la Unión Europea lo debe saber muy bien. Entre otras razones porque a pesar de su servil actitud ante el despótico e intolerante TÍO Sam, a pesar incluso, de sus endebles rodillas, encallecidas de tanto arrastrarse a los pies de tan siniestro personaje, jamás han obtenido de éste más que desaires y desprecios. O sea, nada que pudiera hacer pensar que son considerados por el inescrupuloso tío, como unos iguales a él; es decir, como unos respetables socios, con iguales garantías y derechos. Todo lo contrario, son tenidos por el mandamás como unos miserables peones, buenos únicamente para servir y obedecer.

Por otra parte, como también deben saberlo estos países, para que eso pueda ocurrir, para que las hegemónicas pretensiones de los gringos puedan realizarse. Rusia, como potencia militar, tendría que desaparecer. Y eso no podría ocurrir sino después de una devastadora guerra, al cabo de la cual no quedaría nadie para contarlo, sólo cenizas. En tal sentido, cabría preguntar de nuevo: ¿qué ganarían los países europeos en una guerra entre ellos y los Estados Unidos, por un lado, y Rusia, por el otro? Nada, y el cambio lo perderían todo. Y eso, y no se necesita ser un genio para entenderlo, porque el que recibiría los primeros golpes demoledores sería, inevitablemente, el continente europeo. Hecho, y tampoco está demás decirlo, que implicaría necesariamente, la desaparición de cuanto en el mundo exista.

Ahora, es increíble, en verdad, son los casos de países como Francia y Alemania, que habiendo llegado a tener al frente de sus destinos a hombres tan excepcionales como Napoleón Bonaparte y Charles de Gaulle, el primero de los nombrados, ya Federico, el grande y Bismark el segundo, se encuentran en estos momentos nariceados a la cola de un amo que arriándolos como una manada de borregos, los conducen directamente, sin escala, hacia el matadero.

¿Qué estarán diciendo, donde quiera que se encuentren estos ilustres personajes, de sus sucesores en los gobiernos de unos países que en su tiempo fueron líderes admirados y reconocidos en el mundo occidental? Estarán, desde luego, revolcándose en sus tumbas, al ver como unos eunucos han mancillado unas glorias conquistadas a base de esfuerzo, audacia e inteligencia. Pero sobretodo, a base de coraje, pundonor y patriotismo.

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