Occidente IV El derrumbe 1
El siglo XX es el siglo del derrumbe total de Europa como líder y cabeza de Occidente, aunque los actuales líderes europeos simulan no darse cuenta de ello. Para los europeos el siglo comienza con la Primera guerra mundial, guerra imperialista y colonialista ya inevitable porque los choques entre las potencias imperiales dominantes y sus rivales habían llegado a una conflictividad creciente que bordeaba la guerra. Anunciada e iniciada como choque de corta duración, pronto se convierte en horrenda guerra de trincheras que dura 4 años, destruye países y produce 20 millones de muertos y miles de heridos, locos e inválidos. Y esa guerra criminal nada cambia en cuanto a poder imperial y colonial, salvo que distribuye en favor de los vencedores las pérdidas territoriales de los derrotados.
Inglaterra y Francia, las mayores potencias imperiales y colonialistas de entonces, quiebran a los partidos socialistas, que traicionan su internacionalismo proletario llamando a los obreros de cada país europeo a luchar por los intereses de sus burguesías imperiales y a masacrarse unos a otros para serviles de carne de cañón. En la guerra los poderosos Imperios británico y francés, aliados con el decadente Imperio zarista ruso, que pronto colapsa, enfrentan a los Imperios llamados centrales: el alemán, el austro–húngaro y el ya podrido Imperio turco. La victoria de los primeros es rotunda, aunque la derrota alemana se logra con la complicidad de su vergonzosa socialdemocracia, la misma que en 1914 era el partido socialista más grande y prestigioso de Europa.
Sigue el Tratado de Versalles (1919), del que Keynes hace un análisis demoledor. Ese Tratado "de paz" del que no podía salir sino otra guerra es un dictat colonialista impuesto por los vencedores, que ocultan su prepotencia tras unos irreales 14 puntos "democráticos" propuestos por el hipócrita presidente de Estados Unidos (EU) Woodrow Wilson. El dominio de Inglaterra y Francia se confirma y fortalece, entre ambas se reparten las colonias de los vencidos, dividen sus países, y a Turquía le arrancan la mayor parte de su territorio imperial para convertirlo en colonias británicas o francesas. A las viejas colonias o semicolonias asiáticas les niegan sus derechos y a la derrotada Alemania, que casi carecía de colonias, le cargan todo el costo de la guerra, la declaran no solo principal sino única culpable de esta y la condenan al desarme y a pagar tal magnitud de reparaciones de guerra que saben que le resultarán no solo ruinosas sino imposibles de pagar.
Pero tras esta torpe prepotencia colonialista el derrumbe de Europa empieza a manifestarse y a crecer por obra de varios fenómenos esenciales que aquí defino y relaciono brevemente.
El primero es la Revolución rusa, que sacude al mundo. Pobres y explotados la celebran y quieren imitarla. Ricos y explotadores la detestan, la califican de amenaza y llaman a aplastarla. La clase dominante europea invade Rusia, convertida en URSS. Son años de hambre y guerra civil, pero Rusia logra vencer. Su política se hace menos radical pues quiere industrializarse, pero el plan para ello (la NEP) no es suficiente y en 1930 se fortalece el poder estatal industrialista y se inicia la colectivización forzosa. El costo de esta es terrible: hambrunas, intolerancia, represión, dictadura autoritaria. Pero el país se estabiliza y avanza en lo económico, político y militar, de modo que al mediar los 30 es país estable con el que la derechista Europa debe tratar y negociar.
El segundo es el despertar de los pueblos coloniales. China pide se le devuelvan las partes de su territorio apropiadas por Alemania. Versailles se las adjudica al imperialista Japón y como respuesta a este nuevo atropello europeo, una masiva manifestación de protesta inicia en Pekín el 4 de mayo de 1919 la Revolución popular china. En India es el Partido del Congreso el que inicia también su lucha de masas por liberarse del dominio inglés. Y en el Medio y Cercano oriente, los territorios desgajados de Turquía y convertidos por Europa en nuevas colonias, inician su rebelión contra los colonialistas ingleses y franceses que se los han apropiado.
El tercero es el surgir de nuevos grupos intelectuales europeos que sin ser revolucionarios se rebelan contra ese viejo régimen elitesco, casi todo monárquico, que son las democracias imperiales europeas. Son movimientos diferentes que van desde el Futurismo hasta el Surrealismo pasando por el Dadaísmo y otros. Y sobre todo se trata además de nuevos movimientos populares europeos, de masas en movimiento, porque también los propios pueblos de Europa empiezan a denunciar en forma masiva esas falsas democracias europeas que son viejos sistemas políticos elitescos que los desprecian y excluyen; y también masivamente promueven crear nuevos movimientos sociales y partidos, exigiendo se les reconozcan sus derechos a participar también del poder. Es lo que Ortega y Gasset llamó con propiedad en 1917 La Rebelión de las masas.
El cuarto es el libro de Oswald Spengler La decadencia de Occidente, brillante obra publicada entre 1918 y 1922 que, con visión pesimista y elitesca, toca muchos temas vigentes e interesantes, pero que solo cito aquí porque describe las sucesivas culturas que, según él, llenan la historia humana como procesos relativamente independientes sometidos empero cada uno a etapas similares (nacimiento, desarrollo, plenitud, decadencia y muerte) y porque muestra que la última de esas culturas, la europea, ha entrado ya en la decadencia. El libro fue leído y discutido, pero sobre todo celebrado en Alemania, que no creía ser parte de esa decadencia.
El quinto es el nazismo alemán. Como en el caso de la Revolución rusa tampoco tiene aquí cabida un análisis minucioso que abarque en este caso su origen y rasgos, su virulento derechismo, su lucha violenta y feroz contra el comunismo, su hábil captación de élites y masas populares, todo ello en esa Alemania de la derechista República de Weimar, débil y resentida por su derrota. Tras un torpe golpe que fracasa en 1923 y cuesta a Hitler ir a la cárcel en la que escribe ese pastel racista que es Mi Lucha, el nazismo ratifica su disposición a armarse y a organizar el gran movimiento de masas derechistas y violentas al frente de las cuales Hitler gana en 1933 la elección que lo lleva al poder, desde el que se dispone a lograr a cualquier precio el "espacio vital" que necesita la Alemania ahora nazi para ejercer su dominio terrorista y dictatorial sobre toda Europa, y más allá.
Y hay un sexto elemento que es la temprana presencia e intervención de EU en Europa; importante porque, aunque se mueve con prudencia en esas décadas de posguerra, participa en 1918 en la invasión de la Rusia comunista, y a partir de los años 20 en la recuperación de Alemania que va llevando al nazismo al poder.
Llegan los años 30. Sobre el destino de esa Europa en la que avanza con lentitud la decadencia anunciada por Spengler, los elementos que inciden con más fuerza son el comunismo ruso, que promueve la lucha del proletariado y sus partidos comunistas por enfrentar y vencer la explotación capitalista abriendo paso al socialismo, y el nazismo alemán, cuyo plan es imponer por la fuerza militar su dominio brutalmente capitalista, dictatorial y racista sobre toda Europa. Para mediados de los años 30, desde el ascenso de Hitler al poder, la amenaza de otra guerra, más terrible y letal que la anterior, se perfila para Europa, y esta debe decidir con quién aliarse, si con Rusia para intentar parar a Hitler, o con Alemania para hacer que esta inicie su guerra enfrentando y casi seguramente aplastando a Rusia. La guerra que está ya por llegar depende de esa decisión. Seguimos con ello en próximo artículo.
Occidente V. El derrumbe 2
La decisión sobre con quién debía aliarse Europa debían tomarla Inglaterra y Francia, sus países líderes, y para ambos, sobre todo para Inglaterra, todo estaba claro. Por años, mediante sucesivos intentos, Rusia les había propuesto aliarse para parar a Hitler antes de que fuese demasiado tarde. Pero para Inglaterra, seguida por Francia, el enemigo principal era el comunismo, que odiaban y temían, y no el fascismo y el nazismo, que admiraban por su poder autoritario y su brutal anticomunismo. Churchill era íntimo amigo y admirador de Mussolini y la aristocracia británica se sentía seducida por el nazismo, como fue el caso del fugaz rey Eduardo VIII. Además, Hitler, que empezaba la expansión nazi sobre Europa y acababa de convertir en 1938 a Austria en parte de Alemania, les inspiraba también miedo y pensaban ablandarlo. Simpatía nazi y cobardía llevan a Inglaterra y a Francia, despreciando a Rusia, a firmar un pacto de no agresión con Hitler, regalándole además Checoslovaquia. Ese fue el indigno y cobarde Pacto de Munich, que Europa trata de silenciar o embellecer; pacto en el que Chamberlain y Daladier, líderes de Inglaterra y Francia, se dan la mano con Hitler y Mussolini y declaran haber logrado la paz, es decir, que su cobardía les garantiza que Hitler respetará a sus países lanzándose a invadir y destrozar a Rusia. Y es entonces que, en respuesta a esa traición, Stalin propone un Tratado provisorio de paz a Hitler, el cual, decidido como está a invadir Europa y queriendo evitar otra guerra en dos frentes, firma el Tratado que, a Rusia, que sabe que el plan de Hitler es destruirla, le da unos dos años de tregua que deben permitirle prepararse mejor contra la inevitable invasión nazi que tendrá que enfrentar pronto.
La guerra se inicia en Polonia y la Blitzkrieg nazi resulta indetenible. Francia se rinde sin combatir y solo Inglaterra se resiste a los bombardeos nazis. La resistencia es débil porque hay mucha complicidad, pero se combate en Serbia y en Grecia. Atados al Pacto ruso, los comunistas europeos no saben cómo luchar (a poco sabrán cómo hacerlo); y para 1941 Hitler, ya dueño de casi toda Europa, se lanza en junio con toda su fuerza, sus mejores 192 divisiones, contra Rusia para destruirla exterminando a toda su población. Y es entonces que empieza la verdadera guerra. Los cálculos de la cobarde Europa de Munich fracasan. Rusia pide apoyo a Inglaterra y a Estados Unidos (EU), que ha entrado en guerra contra Japón eludiendo a los nazis, pero le dan largas, pues quieren su ruina. Empero, tras una corta etapa defensiva de repliegues, es todo el pueblo ruso el que se lanza al combate, que pasa de guerra de guerrillas a enfrentamientos de ejércitos. En 1943 Rusia gana las dos batallas decisivas de la guerra: en Stalingrado las "invencibles" tropas nazis se rinden en febrero ante los heroicos rusos y luego estos en Kursk, en julio–agosto, en la mayor batalla de tanques de la historia, aplastan a los nazis, que emprenden un repliegue pronto convertido en retirada. Con su sola decisión y la participación masiva de su pueblo, Rusia va rumbo a Alemania tras los nazis que se repliegan día tras día. Entonces sí, EU e Inglaterra lanzan el segundo frente, en junio de 1944, en Normandía, tardío espectáculo militar que la propaganda gringa convierte en la batalla decisiva que no es, y que se hace no para ayudar a Rusia sino para que yankees e ingleses puedan llegar primero que los rusos a Berlín. Pero, pese a que los nazis se les rinden en su camino mientras en el este se baten con furia contra los rusos, son estos los que los derrotan venciendo obstáculos y minas, acaban con el nazismo, ganan la guerra y al llegar primeros a Berlín clavan en la cúpula del Reichstag la roja bandera comunista.
Pero si Rusia gana la guerra en el terreno, carece de fuerza y proyecto para cobrar políticamente esa victoria. En su heroica lucha ha quedado casi destruida y ha tenido 27 millones de muertos, la mitad de las víctimas letales de la guerra. Y a lo que aspira es a que los países que la rodean le sirvan de protección contra otra invasión militar alemana.
Así, el verdadero vencedor de la guerra, el que sí cobra como suya la derrota nazi, es EU, que goza de una enorme riqueza y prosperidad económica acumuladas durante la guerra, que no ha sido tocado por esta gracias a su aislamiento continental y que en ella ha tenido pocos muertos. Desde que entró en la primera Guerra mundial en 1917, EU aspira al dominio planetario. Sabe que su aislamiento continental, protegido por dos océanos, lo hace invulnerable, pero también que lo aísla del espacio continental euroasiático y más concretamente de Europa, que es donde se decide la geopolítica mundial. De modo que para imponer como quiere su dominio sobre el mundo necesita a esa Europa, controlarla, someterla a su poder, y sabe que ahora es el momento justo para hacerlo, pues lo que tiene enfrente no es ya a la vieja Europa prepotente sino a una Europa miserable, destrozada y arruinada que clama por su ayuda.
Resumo en lo que sigue el exitoso plan de dominación mundial que EU impone pasando por su previo y firme dominio sobre Europa. Empieza en 1944 en Bretton Woods creando el FMI y el BIRF, luego Banco Mundial. EU controla ambos, dejando uno en manos de Europa, y anuncia la OMC (Organización Mundial de Comercio), creando por lo pronto el GATT, todo bajo su mando. Y lo principal, el dólar estadounidense desplaza a la libra esterlina como moneda de cambio internacional. En 1945, para mayor control y seguridad, llena a Europa de bases militares. Europa se convierte sin protestar en continente dirigido y ocupado militarmente por EU. Poco después crea un nuevo organismo internacional que remplaza a la disuelta Sociedad de Naciones. Se la llama Organización de Naciones Unidas, ONU, su sede es Nueva York y desde su fundación, EU la domina porque en el Consejo de Seguridad controla 4 de los 5 votos con veto y en la Asamblea General, que tiene entonces pocos miembros, la mayoría la forman los países de esta América Latina, a los que califica y usa de patio trasero.
En 1947 EU inicia la Guerra fría contra Rusia mediante la llamada Doctrina Truman, basada en un discurso ferozmente anticomunista de este, en el que planteaba que EU debía defender por cualquier medio a los países democráticos del mundo ante la amenaza de caer bajo el dictatorial dominio ruso. Y un mes después, EU lanza para los europeos el Plan Marshall, dirigido a dar forma plena a su dominio económico, financiero, técnico y político sobre la empobrecida y hambrienta Europa. Con ese Plan, Europa inicia su recuperación económica sujeta al poder estadounidense. Y, como este es inseparable de su dominio político, ideológico y cultural, EU crea la CIA, que, aliada con las derechas, empieza a manipular las elecciones europeas para derrotar a los comunistas y empoderar a los partidos anticomunistas que le sirven. Y en forma solapada y efectiva, la CIA organiza y paga organizaciones como el Congreso por la libertad de la cultura, financia instituciones, revistas y actos culturales y capta intelectuales de prestigio que, conscientes o no de ello, reciben dinero de la CIA.
El plan yankee culmina en 1949 creando la OTAN, agresivo organismo militar de Guerra fría que agrupa a países europeos bajo la dirección político–militar de EU para enfrentar amenazas rusas casi siempre supuestas. Y el resultado de todo esto es que, en décadas y casi sin resistencia, la que fuera por siglos una Europa prepotente acaba convertida en dócil servidora de los planes e intereses de EU, que asume el liderazgo de Occidente, le da órdenes y la mantiene sujeta a su dominio. Y todavía le falta, porque el siglo actual no es ya de mera decadencia sino de podredumbre.
Tomado del Diario Últimas Noticias.