La política internacional de Estados Unidos

Domingo, 17/07/2022 09:50 PM

En 1948 se inició la Guerra Fría. Se estableció, de tal manera, un nuevo orden internacional, determinado por un nuevo reparto del mundo. Cuarenta años después ese orden internacional colapsó. Para 1989, el mapa político internacional mostraba muy pocas variaciones en su conformación. A finales de ese mismo año, comienzan a producirse cambios que determinaron el fin de la Guerra Fría.

Sin embargo, bajo el derrumbe del orden de Yalta, comienza a surgir un nuevo orden global que no ha eliminado a la guerra como el instrumento fundamental del ejercicio del poder. La desaparición del paradigma Este-Oeste ha coincidido con el surgimiento de profundos antagonismos dentro de los segmentos Norte-Sur, cuya manifiesta expresión ha sido, entre otras, las guerras del golfo, las invasiones a Irak, Libia, Afganistán, los conflictos bélicos en los Balcanes, etc.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA), entre otras, son instituciones heredadas de la guerra fría. Ambas nacieron bajo el supuesto propósito de contribuir con el establecimiento de la paz y la democracia, en el universo y en el hemisferio americano. Sin embargo, han estimulado el desarrollo de políticas inspiradas en el uso de la fuerza; por tanto, promovedoras de conflictos armados.

Heinrich Geiselberger nos recuerda que algunos autores, en sus análisis predictivos sobre el siglo XXI decían que: Ralf Dahrendorf, uno de los principales formuladores de la Teoría del Conflicto Social, señaló que éste podía ser el siglo del autoritarismo. Richard Rorty, en sus análisis sobre la problematización de la globalización, afirmaba que se produciría el auge de demagogos vulgares y corrientes, un aumento de las desigualdades sociales y económicas, el comienzo de un mundo orwelliano, la protesta de quienes se han quedado al margen, una vuelta del sadismo, del resentimiento y de comentarios despectivos sobre mujeres e integrantes de minorías. Wilhelm Heitmeyer, hablaba de la emergencia de un capitalismo autoritario, una política represiva estatal y un populismo de derecha furioso. Dani Rodrik, señalaba que la globalización conduciría a la desintegración social y advirtió de que un revés proteccionista era un escenario posible y real.1

Cuanta certitud en esas premoniciones. El imperio, en éste comienzo del siglo XXI, ha afilado todas sus garras; ha abierto sus alas para hacer realidad sus pretensiones rapaces. Al igual que las aves de rapiña que se creen dueñas del "cielo"; el imperio se cree dueño del universo. Pero, su águila ha perdido altura y las nubes no le dejan ver la realidad que se vive en la tierra.

Es –precisamente- en ese marco que emerge el nuevo orden mundial, caracterizado y determinado por los planes estadounidenses de hegemonizar, a través del establecimiento de un mundo unipolar, el devenir de la sociedad mundial.

Si algo caracteriza la política internacional del gigante del norte, con respecto de América Latina y El Caribe, es su continuidad. La misma tiene, como fuente de sustentación geopolítica, los principios establecidos en la Doctrina Monroe, elaborada por John Quincy Adams en 1823: América para los americanos; y el Destino Manifiesto formulado por John L. O´ Sullivan en 1845: El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno…

Por ello, no debe producir ninguna extrañeza la actuación de los gobiernos de Estados Unidos (republicanos y demócratas), en contra de la tierra de Simón Bolívar. Estos han tenido como norte impedir la consolidación de nuestra Patria, como una nación libre y soberana. Es verdad que nuestra inmensa riqueza petrolera, es la causa principal de tal propósito, pero no la única.

A partir de la designación de Condolezza Rice, como Secretaria de Estado (25 de enero de 2005), y hasta el presente, la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina, y Venezuela en particular, ha sido más agresiva, más radical, más intransigente, más unilateral, más intervencionista. Porque, la visión del imperio es más hegemónica, es más imperialista.

Los venezolanos debemos tener presente que la diplomacia estadounidense ha venido planteando, desde la Asamblea General de la OEA, realizada en Guatemala, el año 1999, cinco meses después de que Hugo Chávez asumiera la Presidencia de la República, la tesis de adoptar la diplomacia preventiva, para reforzar las políticas vigentes en el hemisferio en el campo de la defensa de la democracia. Los gobiernos supremacistas de Estados Unidos violan y manipulan el sentido que las Naciones Unidas, le confiere a dicho término.

Para ellos, la diplomacia preventiva, es una "intervención temprana", en los asuntos domésticos de los estados. Recuérdese que George Bush, en su primer mandato, puso en ejecución lo que llamo "política de seguridad nacional", la cual estipula, entre sus principios fundamentales, el concepto de "ataque preventivo".

Propuesta a la cual, con demasiada claridad, como se dice en el argot beisbolístico venezolano, se le veía la costura. La intención no era otra que producir una resolución en la OEA, que sirviera de justificación a las pretensiones del imperio de actuar en contra del Gobierno del Presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías. Pretensión que fue rechazada por la gran mayoría de los estados miembros de la organización.

La ex Secretaria de Estado Condolezza Rice es coautora de dicho concepto. Forma parte de los "halcones", grupo amante de la guerra, desestabilizador, propulsor y ejecutor de golpes de estado, insaciables hematófagos, entre cuyos líderes más sobresalientes están Dick Cheney, Donald Rumsfeld, John Kerry, Elliott Abrams, Rex Tillerson, Marco Rubio, Mike Pompeo, John Bolton, Roger Noriega, Otto Reich, John Negroponte.

El "ataque preventivo", es –pues- una doctrina política-militar, a partir de la cual se pretende justificar la intervención militar de Estados Unidos en contra de cualquier otro país. Ella sirvió de justificación para las invasiones de Afganistán, Irak y Libia.

Es en el marco de dicha doctrina política-militar, que los venezolanos tenemos que ubicar la actuación de los gobiernos estadounidenses en la desestabilización de nuestra democracia participativa y protagónica.

Los venezolanos amantes de los valores éticos y morales heredados de nuestros Padres Libertadores. Amantes de la libertad. Debemos tener claro que lo que está detrás de las criminales medidas coercitivas unilaterales impuestas por los gobiernos estadounidenses, contra el proceso de transformación revolucionario, es la pretensión del imperio de mancillar nuestra soberanía y nuestra dignidad de pueblo. Revísese, pues, la política internacional de Estados Unidos durante estos veintiún años, con respecto a nuestro país, y, se constatará que, más allá de algunos matices, republicanos y demócratas han tenido continuidad en el plan de derrocar la Revolución Bolivariana.

En su expansionismo imperial los gobiernos de Estados Unidos se han propuesto, incluso, la occidentalización del oriente. Una de sus máximas es que: la guerra da para todo. Pretenden desconocer que el mundo árabe-islámico constituye un área geopolítica que tiene una identidad histórico-cultural propia. Por lo que, nada resulta más ahistórico que pretender transculturizar esos pueblos. Los sectores más conservadores de los Estados Unidos, en su afán de occidentalizar el oriente, han llegado al extremo de plantear una confrontación entre Oriente y Occidente. "Choque de civilizaciones", la ha llamado Samuel Hutington. Quien afirma que las culturas orientales son culturas cerradas y aisladas; por tanto, es una cultura inferior y rechazable. Tesis racista, reforzada por Francis Fukuyama, con sus aseveraciones acerca de la superioridad de la cultura occidental.

Y es que, el capitalismo neoliberal, como sistema mundo, se edifica sobre criterios políticos basados en el uso de la fuerza. Estimulando el surgimiento y desarrollo de conflictos armados. Favoreciendo añejas concepciones chauvinistas, inspiradas en un nacionalismo extremadamente conservador. Propiciando la desintegración de unidades políticas, movimientos migratorios, rivalidades étnicas y religiosas, como explicación lógica de esa concepción belicista. El mismo, hace de la guerra su principal instrumento para la dominación hegemónica. A la cual intentan darle justificación a través de la falsa afirmación de que: Dios eligió a los Estados Unidos para ser una potencia política, económica y militar.

En la instrumentación de su política internacional, los gobiernos de Estados Unidos nos recuerdan que hace más de dos siglos Platón nos legó su pensamiento. Pensamiento que es como las rocas ígneas. Un pensamiento profundo, duro en el buen sentido de la palabra. Él cual, a pesar del tiempo transcurrido, sigue siendo una fuerza viviente. Platón en sus Diálogos, en La República o de lo justo, analiza lo justo y lo injusto de la conducta humana.

Nos dice, que el hombre justo se hará odioso a sus amigos y allegados, porque no querrá hacer por ellos nada que esté más allá de lo equitativo. La suerte del injusto es completamente opuesta, puesto que, poseyendo, como ya he dicho, un gran poder, lo utiliza para descollar siempre sobre los demás.2

Pues bien, el gobierno de los Estados Unidos, actúa como el hombre injusto que nos describe Platón.

Con su poder absoluto e ilimitado trasgrede y viola el derecho internacional, irrespeta los acuerdos bilaterales y multilaterales que ha suscrito con otros países y en los organismos internacionales; ha llegado –incluso- al extremo de pretender abrogarse el derecho de exigir a otras naciones que estas violen sus constituciones y demás normativas jurídicas internas, con el oprobioso objetivo de "colonizarlas".

La conducta de los gobiernos estadounidenses es semejante a la del sanguinario emperador romano Cayo Julio César Augusto Germánico, mejor conocido como Cayo César o Calígula, quien deseaba que el pueblo tuviera un solo cuello, para cortarlo.

Amparados en su enorme poder bélico, los mandatarios del imperio estadounidense han sido y son los Calígula de este tiempo, han impuesto su principio de dominación de que: quien no esté conmigo, es mi enemigo. Principio que le ha servido de norte para arrasar y destruir a todo aquel que contraríe sus designios, no importándole que hayan sido sus amigos. Representan la ética del déspota.

Pues bien, los gobiernos de Estados Unidos no sólo han actuado en correspondencia con la conducta de los injustos, del déspota; sino que, han hecho de la ética de la banda de ladrones, de la cual nos habló Platón en su República, su propia ética.

Según Frans Hinkelammert, por más que no se quiera y no se reconozca ninguna ética, jamás se puede prescindir de ella, inclusive la banda de ladrones la necesita; éstos roban y matan, pero con eso no niegan la ética, sino solamente la restringen. Para que la banda de ladrones pueda funcionar eficientemente tiene que asegurarse "lealtad" interna.3

Ese es el proceder de los gobiernos de Estados Unidos, demandan de los demás países una lealtad ciega, sorda y muda. Les exigen una sumisión vergonzosa e inhumana.

Ha sido demostrado que el fundamentalismo del libre mercado, de la globalización, del neoliberalismo capitalista han determinado que se haya producido el resurgimiento de diferencias que creíamos superadas como las de raza, nacionalidad y religiosas. La teoría del choque de civilizaciones de Samuel Huntington, es una clara demostración conceptual de ese fundamentalismo. La dicotomía amigo/enemigo es la base de su sustentación relacional. Y, como era de esperarse, una política como ésta habría de generar un panorama universal tan desolador como en el que nos encontramos.

Fundamentalismo del libre mercado, globalización, neoliberalismo capitalista que nos ha conducido a recordar la afirmación de Walter Benjamin de que: La catástrofe es el progreso. El progreso es la catástrofe.4 Porque, con dicho fundamentalismo la idea de la historia de la humanidad como progreso, como un permanente estar haciéndose, ha sido transfigurada; al excluir de ella al sujeto pueblo y colocar al mercado como el sujeto de la sociedad.

Como bien lo dijera, Solzhenitsyn,… el progreso ilimitado no se puede dar dentro de los limitados recursos de nuestro planeta: es preciso apoyar la naturaleza en vez de conquistarla.5

Con el progreso ilimitado se olvidó "el alma humana". Con él dejamos que nuestros deseos crecieran desmedidamente, y ahora no tenemos la menor idea de hacia dónde orientarlos.6

En respuesta a esa situación, ha llegado el momento apremiante de limitar nuestros deseos. Nos resulta difícil realizar sacrificios y privaciones, porque en la vida política, pública y privada, hace mucho tiempo dejamos caer hasta el fondo del océano la llave dorada de la moderación.7

Y es que, el deseo ilimitado, fue convertido en el principio fundamental de la estructuración capitalista. Pues bien, ha sido ese deseo insaciable de "conquistar" la naturaleza lo que ha determinado que la sociedad moderna, la sociedad industrial, engendrara incapacidad y sufrimiento en aras de eliminar la incapacidad y el sufrimiento.

En tono parecido, para Ivan Ilich, a través de nuestro desmedido intento por transformar la condición humana con la industrialización, nuestra cultura integra ha caído presa de la envidia de los dioses. Ahora cada hombre se ha convertido en Prometeo, y la Némesis se ha vuelto endémica; es el contragolpe del progreso. Somos rehenes de su estilo de vida que nos predestina a la destrucción.8

Y es que, el capitalismo en ese afán de poseerlo todo, de dominarlo todo, ha incidido para que los pueblos pierdan aquello que Enrique Dussel llama voluntad de vida; la cual no es otra cosa que la afirmación de la vida de la comunidad, a la que yo universalizo, es decir que no se trata solo de mi comunidad, sino de toda la humanidad… Esa es la voluntad de vida de un pueblo. Y es poder. Es algo único. Y es que, el poder, materialmente, significa la fuerza, la potencia de un pueblo, en tanto quiere vivir. Esa es la esencia, no el Estado ni otras cosas.9

Los venezolanos, herederos de la dignidad y el honor de nuestros libertadores, guiados por los presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro, hemos rescatado los principios de soberanía, libre determinación, independencia, libertad, emancipación, como valores éticos en el relacionamiento internacional de nuestra patria, con los demás pueblos del mundo.

Conducta que no ha sido del agrado de los gobiernos del imperio. Por eso, estimulan, promueven, financian y ejecutan la desestabilización de la democracia bolivariana. Por eso, nos colocan en sus falsas y tendenciosas "evaluaciones" como terroristas y narcotraficantes. Por eso, promueven, organizan y ejecutan a través de las cadenas internacionales de comunicación, una oprobiosa campaña de difamación contra nuestro proceso revolucionario. Por eso, quieren impedir, que hagamos realidad nuestro sueño de edificar una sociedad en donde impere la justicia social, la equidad, la igualdad, la libertad. Por eso, se oponen a que construyamos un nuevo sistema político, de democracia participativa y protagónica. Por eso, quieren impedir, a toda costa, que edifiquemos una nueva Venezuela, Socialista.

Una revisión somera del rol de los Estados Unidos entre finales del siglo pasado y comienzo del presente, nos dice que su pérdida de hegemonía cada vez es mayor. Los gobiernos estadounidenses siguen creyendo que la Doctrina Monroe y el Destino Manifiesto, conservan su vigencia. Por eso, para mantenerse como potencia hegemónica, recurren a las más diversas prácticas de dominación.

Así tenemos por caso que, en el año 1992, siendo Presidente de los Estados Unidos George Bush (Padre), el Departamento de Defensa bajo la Secretaría de Richard Cheney, elaboró el Proyecto para un nuevo siglo americano. El mismo fue redactado por Paul Wolfowitz, Subsecretario de Defensa para la formulación de políticas de esa nación.

Proyecto de estrategia política en el cual se define a Estados Unidos como un coloso que se alzará sobre el mundo, imponiendo su voluntad y manteniendo la paz mundial mediante el poder militar y económico.

Pero, al imperio la implementación de su política desestabilizadora, golpista, injerencista y guerrerista no le ha dado los resultados que esperaban. Han sido más las derrotas que ha sufrido que los éxitos alcanzados.

Afirmación que podemos ilustrar dándole una mirada a lo ocurrido en el año 2005, en donde los desencuentros diplomáticos de EEUU y Venezuela, por su profundidad y determinación, adquirirán una cada vez mayor complejidad y distanciamiento.

Comencemos por una afirmación: el 2005, fue un año fatídico para la diplomacia hemisférica del imperio. En junio de ese año, se realizó el XXXV Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), en Fort Lauderdale, Estado de Florida, USA. Como tema de la declaración final de dicho evento, a ser suscrita por los cancilleres del hemisferio, el gobierno de los Estados Unidos propuso el de: Declaración de Florida: hacer realidad los beneficios de la democracia. Sugerente titulo. Apetitoso para un lego en teoría política. Facil para ocultar las verdaderas pretensiones del gobierno norteamericano.

Conociendo el gobierno estadounidense del amplio grado de legitimidad del gobierno venezolano, diseño una estrategia que lo presentara ante el hemisferio, y los demás países del mundo, como un gobierno ilegitimo. En función de ello, quiso convertir la Carta Democrática Interamericana en el instrumento a través del cual podía darle sustentación procedimental a dicha pretensión.

En tan desmedida ambición, planteo en la referida Asamblea de la OEA, la conformación de una Comisión de Monitoreo y Evaluación de las Democracias en el Hemisferio, organismo a través del cual se produciría un intervencionismo encubierto, de nuestros estados, el mismo fue el tema central del Proyecto de Declaración de la Asamblea General de la OEA, del año 2005, realizada en Fort Lauderdale, Florida. Después de un largo y profundo debate, en el cual la delegación venezolana liderizó la oposición a la misma, los países del hemisferio rechazaron las pretensiones intervencionistas de EEUU.

El gobierno supremacista de Estados Unidos de aquel año, quedo al desnudo. No pudo imponer dicho mecanismo de control de las democracias en el hemisferio; en otras palabras, dejó de controlar a los gobiernos de la región; y, de manera particular al gobierno de Hugo Chávez, que ya había sido sometido a un golpe de estado, paro empresarial y petrolero, en fin, a variadas modalidades de practicas desestabilizadoras y no había podido ser derrocado. De manera contraria, el gobierno revolucionario de Hugo Chávez, cada vez ganaba mayores simpatías y amigos en el concierto hemisferico de naciones y a nivel universal.

El gobierno norteamericano salió derrotado en su propia casa. Tamaña afrenta sería inperdonable. Derrota que le costo el cargo de Vicesecretario de Estado para el Hemisferio Occidental a Roger Noriega, quien había sido Representante Permanente de ese gobierno ante la OEA. El gobierno estadounidense, a través del Departamento de Estado, emprendió una campaña vejatoria en contra de algunos países de la región, de manera particular fue inclemente con los países del Caribe, a quienes acusó de ser aliados del gobierno de Hugo Chávez.

El otro evento en donde el imperio sufrió una estruendosa derrota fue en su pretensión de imponer el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA). En el empeño de alcanzar dicho objetivo, el imperio utilizó el Grupo de Revisión e Implementación de Cumbres (GRIC), las asambleas generales de la OEA, las reuniones ministeriales hemisféricas, en fin, en todos, absolutamente en todos los foros hemisféricos sus delegados presentaban dicha propuesta, en todas ellas Venezuela se opuso a la misma.

Al principio era solo Venezuela la que se oponía, pero el rechazo a la misma cada vez ganaba mayores adiciones y, en la Cumbre de Presidentes y Jefes de Gobierno de las Américas, realizada en Mar del Plata, Argentina, el 4 y 5 de noviembre del año 2005, el ALCA fue rechazada por los mandatarios del hemisferio definitivamente.

Fueron dos derrotas que, como nos gusta decir a los venezolanos, "le dieron en la madre" al imperio. A partir de entonces, los gobiernos supremacistas de Estados Unidos han venido profundizando, haciendo cada vez más criminal el acoso y el bloqueo a nuestra nación.

Por ello, no debe producir ninguna extrañeza la actuación de los gobiernos de George Bush, Barak Obama y Donald Trump contra la Patria de Simón Bolívar. Los tres han tenido una misma política imperial, en lo que respecta a las pretensiones de derrocar la Revolución Bolivariana.

No hay duda. A los gobiernos norteamericanos les ha costado entender que Venezuela es otra. Que, no hay peor ciego que el que no quiere ver, como reza el dicho popular. El presidente Hugo Chávez, gustaba decir: quien tenga ojos que vea. Hay quienes piensan que los gobiernos de Estados Unidos han sido ciegos ante la nueva realidad de Venezuela, al no reconocer los cambios que ha experimentado en estos primeros años del siglo XXI. Al actuar de esa manera, lo hace porque no reconoce que en la Patria de Bolívar el modelo neoliberal fracaso.

Nos menosprecian, y al hacerlo se equivocan, no entienden que, en Venezuela, se ha iniciado un proceso profundo de pensarse a sí misma y para sí misma. que para nosotros, la democracia dejó de ser simplemente un sistema político y es concebida como la organización de la sociedad, como una forma de vida; que el Estado está siendo redimensionado, que edificamos un Estado para una nación de ciudadanos, en donde el pueblo es el sujeto histórico de ella; que la integración, dejo de ser simples acuerdos comerciales; que la soberanía y la libre determinación, se convirtieron en principios basados en la solidaridad, la cooperación y la reciprocidad, en el respeto como base fundamental de la amistad; que al venezolano de hoy no se le puede mentir, ya no cree en las formulas neoliberales, la globalización se asume con autonomía.

Todo ello ha sido posible, ya que, el acto político ha dejado de ser un acto de élites, la sociedad venezolana ha sido inundada de política, nuestro pueblo se ha convertido en un pueblo político activo, somos el país más democrático del universo; en fin, los gobiernos norteamericanos, no han logrado entender que entre nosotros nos tratamos como iguales, mientras que ellos se siguen creyendo superiores.

No logran entender que los venezolanos con la Revolución Bolivariana construimos una nueva modernidad. Es por ello que, al proponernos fraguar una nueva modernidad para nuestro país, no podemos dejar de tener presente que la modernidad ha sido concebida como un período histórico, en el cual la sociedad es interpretada, y también tratada, a partir de la racionalidad formal, "de la racionalidad medio-fin", concebida a partir del individuo para imponerse a la sociedad entera.

Como corolario de esta concepción de la modernidad apareció la dimensión del progreso técnico-económico, basado en el progreso infinito. Para ello, no se tuvo presente que la modernidad no es una idea, un pensamiento, sino que es una época histórica concreta.

En tal sentido, la modernidad que se fundamenta en la racionalidad medio-fin, como racionalidad que une el pensamiento causa-efecto de las ciencias naturales con el pensamiento medio-fin de las ciencias sociales y los une, a su vez, con el mercado y la propiedad privada, no puede ser una racionalidad que de explicación a la transformación que se requiere en este tiempo, porque es -precisamente- esa racionalidad, el origen y fundamento del sistema capitalista, el cual queremos transformar.

Por ello decimos que, la edificación de una nueva modernidad para nuestro país, debe hacerse no sólo a partir de la relación clase dominante-Estado; si no también, clases populares-Estado, para poder establecer en qué medida esta última podía permitir el desarrollo de una nueva acción hegemónica.

En ese sentido, Venezuela avanza en la construcción de un sistema democrático participativo y protagónico, en donde el pueblo es el sujeto y objeto principal, por ende, verdaderamente democrático. Que hunde sus raíces en lo que somos y lo que queremos ser. Que entiende que una verdadera democracia política es aquella que respeta y garantiza el respeto de los derechos humanos de los ciudadanos; todos, no sólo los jurídicos y políticos, sino también los económicos, sociales y culturales. Que permite el disenso. Que la idea del otro, que la confrontación, que la oposición a las normas tradicionales, son parte de ella. Son su esencia y razón de ser.

De igual manera, avanzamos en la edificación de la democracia económica. La riqueza de nuestra nación no podía seguir siendo colocada al servicio de unos pocos, de manera exclusiva al gran capital. Dicha riqueza tiene que ser socializada; para ello, establecimos una más equitativa distribución y redistribución de la misma.

Estamos haciendo de la democracia un proyecto de "identidad ética". Porque la relación existente entre la ética y la política nos permite estudiar y conocer los demás problemas relacionados con la política, entre otros, "los ámbitos público y privado, las cuestiones de la justicia y de la vida buena, la autonomía y la solidaridad".

Es por ello que, al hacer una revisión crítica de los postulados de la teoría moderna de la democracia, nos enfrentamos a su concepción. No olvidemos que la democracia es un proceso que requiere de evaluación permanente, de autoconocimiento y de autocrítica.

Hay que tener presente, asimismo, que el "sujeto colectivo, como marco de referencia de la ética y la política, involucra la necesidad de autocomprensión y de cuestionamiento de lo que se quiere hacer y de cómo hacerlo". Razón ésta que explica por qué "el problema de la identidad ética y política se vinculó inmediatamente al problema de la construcción de la democracia".

Necesario es tener presente, entonces, que la democracia es "el derecho de los ciudadanos a una vida mejor, planeada y conscientemente dirigida a la inclusión de todos los seres humanos, como ciudadanos y miembros de diversas colectividades".

Se trata, por tanto, de concebir la democracia como un proyecto intersubjetivo, para lo cual se requiere -a su vez- de una gran imaginación tanto en lo político como en lo moral. Que, aun siendo cuestionadora, no niegue el cumplimiento y respeto a las normas que regulan el funcionamiento de la sociedad, entendiendo siempre que la sucesión de las normas se hace con el objetivo de lograr un mejor funcionamiento de la misma sociedad.

Ello, con el claro propósito de alcanzar la "soberanía popular", lo cual permite pensar la democracia como procedimiento, lo que conduciría a la socialización de todos los ciudadanos, a partir de una base cultural y política común.

Vista, entonces, la democracia desde una perspectiva como la señalada, como parte de un "proyecto de identidad compartido", es por lo que concebimos el Socialismo del Siglo XXI, como un proceso de ruptura con el sistema capitalista.

El Socialismo del Siglo XXI es un proceso que debe ser construido a partir del fraguado de un sistema productivo diversificado y sustentable, por su eficiencia y su eficacia; capaz de garantizar la generalización de los beneficios económicos, como fórmula de equidad en el acceso al bienestar de toda la población.

La construcción del Socialismo del Siglo XXI es un proceso revolucionario, que rompe de manera radical con las bases económicas, políticas y sociales de lo que fue la Venezuela reformista y neoliberal, que sustentaron los partidos y gobiernos del Pacto de Punto Fijo, durante cuarenta años.

En correspondencia con este planteamiento es por lo que la justicia social constituye la base del nuevo paradigma del desarrollo nacional. Ello significa que, el mismo debe ser la resultante de un esfuerzo interdisciplinario, multidisciplinario y transdisciplinario, tiene que ser un esfuerzo plural, que tenga la capacidad de percibir la heterogeneidad sociocultural que presenta nuestra formación social y tiene que desechar todo reduccionismo y determinismo intelectual y social.

Notas y referencias:

*Este texto forma parte del 2do. Capítulo de un libro que titulamos: ¿A quién nos enfrentamos? La agresión imperial contra Venezuela. A la espera de su publicación.

1 Heinrich Geiselberger (2016): Prologo de El gran retroceso. Un debate internacional sobre el reto urgente de reconducir el rumbo de la democracia. Varios Autores. Seix Barral. Barcelona, España, 2017.

2 Platón (2003): Diálogos. Obras completas. Editorial Gredos. Madrid-España.

3 F. Hinkelammert. Ob.cit.

4 Walter Benjamin (2008): Sobre el concepto de historia. Abada. Madrid.

5 Alexandr Solzhenitsyn (1995) El «problema ruso» al final del siglo XX. Tusquets Editores. España.

6 Idem.

7 Idem.

8 Iván Ilich (2006): Obras Reunidas. Volumén I. F.C.E. México.

9 Enrique Dussel (2020): El virus es fruto de un desarrollo tecnológico sin ética. Entrevista en: Desde Donde Sea. Miguel Ángel Pérez Pírela. 8 de agosto de 2020. Caracas.

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