Tuvimos la oportunidad de ver y oír la intervención del presidente saliente de Colombia, Iván Duque, ante la instalación del nuevo Congreso de ese país, para el período 2022-2026.
Sin que nos quede nada por dentro, la última alocución de Duque ante el nuevo Congreso nos produjo algo así como fatiga o náuseas, incluso irritación, de ver el cinismo de quien gobernó a Colombia, durante todo un período, asesinando a mujeres, jóvenes y niños, de manera impune.
Como era de esperarse, Duque fue abucheado y calificado de mentiroso, como se lo merecía, sobre todo por su conducta aberrante al pretender desligarse de tantas ejecuciones extrajudiciales, bajo las órdenes de su gobierno.
El presidente recién electo, Gustavo Petro, tiene un gran reto y un compromiso, al mismo tiempo, ante el pueblo colombiano, sin dejar a un lado, también, el deber que tiene ante la comunidad internacional.
Desde Venezuela creeremos en Petro, desde luego, y en su gobierno, solo si sienta en el banquillo de los acusados, es decir, ante un tribunal justiciero, a Iván Duque, acompañado del propio ex presidente Álvaro Uribe Vélez, por ser los responsables directos de tantos crímenes de lesa humanidad que fueron ordenados en perjuicio de miles de compatriotas colombianos, que desde el más allá claman justicia, junto con sus familiares, que no los olvidan.
La historia no puede desestimar que Duque, bajo el influjo de Uribe Vélez, rompió con el pacto de paz, que el anterior gobierno, presidido por Juan Manuel Santos, contrajo con la guerrilla, para convertir a Colombia en un gigantesco paredón, que ha venido dejando al país lleno de sangre y dolor.
Petro no las tiene todas consigo. Incluso, su vida corre peligro, ante el inminente deseo que tanto Duque como Uribe sean juzgados.
No se puede olvidar, que Uribe Vélez, buscando vengar la muerte de su progenitor, ocurrida varias décadas atrás, a manos de grupos armados rebeldes, indujo en los primeros días de gobierno a Duque para que desestimará el pacto de paz, y así comenzar toda una cacería despiadada en perjuicio de aquellos guerrilleros que entregaron sus armas y se acogieron al tratado de paz, celebrado en la Habana-Cuba.
La desfachatez de Duque, al intervenir ante el nuevo Congreso, quedó también reflejada cuando aseguró que bajo su gobierno los índices de seguridad aumentaron en Colombia, pero la gota que rebasó el vaso de agua fue cuando dijo que los dirigentes sociales asesinados (102 en lo que va del año 2022) ocurrieron a manos del narcotráfico, pretendiendo con ello eludir su responsabilidad y la de su gobierno.
Todo el mundo sabe que Uribe Vélez creo toda una estructura armada durante su gobierno, paralela al Ejército nacional, para deshacerse de sus rivales políticos, pero sobre todo de los dirigentes sociales que vieron en la izquierda la posibilidad de producirle un cambio a Colombia, en favor de las clases más vulnerables.
Fue así como se le dio paso a los paramilitares, mejor conocidos como "Los Paracos", que desde entonces hacen el trabajo sucio a lo largo y ancho, sobre todo, en la frontera entre Colombia y Venezuela.
Este grupo de despiadados que dirige Uribe Vélez no solo liquidan a quienes consideran "incómodos" a los intereses de la oligarquía colombiana, sino que tienen como medio de subsistencia el "cobro de vacunas" a propios y extraños, así sea a un simple bodeguero.
Hay toda una estructura que desarticular en Colombia, por ello Petro deberá arremangarse los pantalones para minimizar también la actuación de los grupos vinculados al narcotráfico, que han sido favorecidos por todos los gobiernos que ha tenido Colombia, incluyendo a los propios Estados Unidos, que se alimenta y se beneficia de los grandes dividendos que deja la droga maldita.
Tenemos fe y muchas esperanzas que Petro, conociéndolo de donde viene, logre un cambio, sobre todo social, en favor del pueblo colombiano. Pero eso si, bajo ninguna circunstancia se puede olvidar de Duque y Uribe, mucho menos dejarles el lomo o el pecho al descubierto.