El otro día escribía un artículo cuestionando la inteligencia verdadera del ser humano evitando confundirla con listeza…
El alcalde de Vigo prescinde de cualquier otra consideración, para justificar los 3 millones de leds, puntos de luz, que enciende la ciudad en Navidades, por los beneficios que ese facilón detalle reporta al turismo de la ciudad que, dice, compensa el gasto en energía con creces. Un tipo que a su vez confunde el precio de una cosa y su valor. Como si en tantas otras ciudades no se hace lo mismo porque sus alcaldes son idiotas. El caballero Caballero emplea los mismos argumentos que todos los depredadores sin conciencia del mundo manejarían, si se les diese la ocasión de explicarse. Me refiero a esos que alegarían por qué talan una selva, por qué desecan humedales y lagos para luego levantar rascacielos, por qué echan a una anciana de la casa donde ha vivido toda su vida, por qué arrasan cereales para poner cualquier otra cosa más productiva, por qué invaden un país o varios, etc. El alcalde de Vigo es de esa ralea. Mientras en ciudades y pueblos los vecinos están sobrecogidos por los constantes cortes de luz; cuando el suministro incierto de las distintas fuentes de energía sobre la que se levanta esta civilización, está a punto de causar la mayor hecatombe no conocida aún en occidente y en España, después de la Segunda Guerra Mundial... Cuando esto está sucediendo, llega este alcalde pesoísta y dice que no va a renunciar a encender en Vigo esta Navidad próxima 11 millones de luces led en 340 calles, 3.000 motivos navideños y un millar de árboles iluminados.
La inteligencia del humano que me cuestiono es precisamente la de este espécimen al frente de importantes y muy importantes responsabilidades públicas. Porque como él, millones. Millones de pícaros, de ventajistas, de locos carentes de escrúpulos que conviven mezclados en el mismo hábitat con nosotros, miles de millones. Millones esos sin conciencia, tras miles de años trabajándola la sociedad humana, que serán los causantes de la desgracia final del mundo precedida de insoportables tribulaciones. Un alcalde que pasa por inteligente cuando es sencillamente eso, un pícaro: persona de baja condición, astuta, ingeniosa y de mal vivir; un pícaro confundido con el inteligente en un país de pícaros; en un país que, como este alcalde y tantos y tantas, se jactan a su vez de abanderados del patriotismo. Patriotismo, "el último refugio de los canallas", al decir del ensayista británico Samuel Johnson (1709-1784).