De la toma de posesión de Petro. Fue más lo que hizo que lo que dijo. La Espada de Bolívar

Lunes, 08/08/2022 12:49 PM

Solemos decir, y eso tiene mucho de verdad, más vale un simple gesto que mil palabras. Chaplin, nunca me cansaré de decirlo, hacía los más "largos" y profundos discursos sin hablar.

Al levantarme, hoy lo hice muy tarde a las 8 a.m., después de los habituales rituales, me senté a escribir, aún no he desayunado, pues en veces escribir lo que tengo en mente, me resulta más urgente, nutritivo y primario que muchas cosas. Y anoche escuché, "de punta a punta" y con cuidadosa atención el discurso de Petro.

Dijo muchas cosas, las habituales en estos casos y, particularmente, tratándose de un presidente de quien se espera, marque una significativa diferencia con respecto a sus antecesores, predispone a quienes le escuchan a prestarle particular atención.

Hay muchas cosas que llaman, reclaman la atención del nuevo presidente de Colombia, sobre todo tratándose de un país donde hay tantas desigualdades como él mismo lo resaltó. La violencia, en vista de la existencia allí de diferentes grupos alzados en armas, del narcotráfico, de un universo que se califica de izquierda sin dar muchas muestras de serlo, salvo el gesto de estar en el mismo estado de los anteriormente mencionados, un alto nivel de desempleo, un desbordado racismo y paremos de contar.

Y de todo eso habló Petro. Muchos pensamos, yo lo pensé, que en su discurso de toma de posesión, acto al cual no fue invitado el presidente Maduro por expresa decisión de Duque, quien sólo apareció en lo que creo la entrada del palacio de Nariño, en un acto simbólico de entrega, parecido como cuando a alguien lo están sacando de la casa donde ha vivido por invasor, pero tampoco Petro lo hizo, pese que, según creo nadie se lo impedía, pues ha habido casos que el presidente entrante invita, el nuevo presidente no hizo alusión para nada a Venezuela. Si mal no recuerdo, en la muy reciente toma de posesión de la señora Zelaya, de la presidencia de Honduras, fue ella quien invitó al presidente de Venezuela.

Y esa conducta no deja de llamar la atención dado que somos vecinos y compartimos una frontera muy dinámica y por ende de significativa importancia para ambos países. Pero además de eso, los gobiernos de Colombia, desde los tiempos de Uribe, pasando por Juan Manuel Santos hasta llegar a Duque y los de Venezuela han mantenido unas relaciones que, calificarlas como tensas sería una cursilería, pues en verdad han sido por demás inamistosas, tanto que desde allá se han organizado e intentado varias invasiones a nuestro país. Pero con todo eso, entiendo el gesto de Petro, como entiendo se trata de un asunto a tratar de manera muy extensa y cuidadosa para evitar malas interpretaciones.

Si algo deseamos los venezolanos de buena fe que es decir la determinante mayoría, particularmente quienes viven y se mueven en las áreas fronterizas y, por ser como somos, pensamos que lo mismo desean la mayoría de los colombianos, es alcanzar unas relaciones más que amistosas, entre hermanos, tanto como para que las relaciones de toda naturaleza que se dan o deban darse en esos espacios trascurran con normalidad y los gobiernos de ambos países, por las mismas razones, puedan trabajar en común y armonía en todo lo que sea posible y necesario. Hay que hacer grandes esfuerzos para dejar de ser dos gallos de pelea incitados y excitados por agentes ajenos e interesados.

Por todas estas razones, y quizás pensando de manera simplista y por demás formal, esperaba que el discurso de Petro fuera abundante sobre este tema; hasta por el hecho mismo que el presidente de Venezuela, pues hay uno sólo, no hubiese sido invitado por la mediocridad y calculado odio que Duque difunde, esperamos que Petro llenara ese vacío hablando de su su política, diplomacia, frente a nuestro país, porque, lo repetiré de manera deliberada, este es quizás uno de los problemas más importantes y quisquillosos que hereda.

Pero, si mi memoria no me falla, quizás mis oídos sí, particularmente el izquierdo, del cual estoy casi totalmente sordo, Petro no dijo ni siquiera una palabra sobre Venezuela y sus problemas de Colombia con nosotros, como si ellos no existiesen o poco interés le despiertan. Es cierto, tampoco hizo mención de ningún otro país vecino o lejano, ni siquiera de EEUU, quien allí tiene 11 bases militares y tiene el control del ejército colombiano y bastante sabe del tema del narcotráfico, que pudiera servirle, como en el pasado, para tumbarle, como ha tumbado a tantos presidentes o protegido a dictadores. Aunque estas salidas, como cuando tumbaban con facilidad a cualquier presidente que les molestase, han dejado de practicarse, pese sigan "sobre la mesa", porque el mundo ha dado tantas vueltas que "la masa no está para bollo". Pero sabe Petro, eso "lo siente él hasta por la piel", que ese poder está allí y lo usarán de distintas maneras para incomodarlo, pese no sólo sea el presidente electo sino que además cuenta con la mayoría en el congreso.

Pero las clases dominantes, aliadas de USA y hasta las mafias del narcotráfico que están entre las primeras, pues el dinero da para eso, no dejarán de incomodarlo, ponerle piedras en el camino, hacerle más difícil, si no imposible, llegar acuerdos razonables con Venezuela. Veamos como en Perú, esas clases y sus políticos aliados, pese tienen, bajo control, con la cabuya por demás corta a Pedro Castillo, el Congreso de ese país, para humillarle y dejar constancia que sólo es una figura decorativa, se tomaron el trabajo de negarle el derecho a asistir a la toma de posesión de Petro, acto al cual había sido invitado. Pero no es eso sólo un gesto infantil y quizás destinado a humillar al presidente electo, sino parte de un gesto de la política imperial, contraria a la necesidad y tendencia atávica de los latinoamericanos a acercarse y encontrarse por su bien y futuro bienestar en plena libertad.

Pero como dije al inicio, hay gestos que valen y dicen más que cientos, miles de palabras. ¿Qué quiso decir Petro con eso de hacer llevar la espada de "El Libertador" a su toma de posesión? ¿Qué hay detrás de ese extraño gesto en Colombia, donde las clases dominantes y los políticos que en los últimos años allí han controlado el poder, como las viejas clases, han odiado al caraqueño Simón Bolívar, de colocar al lado del presidente y sin duda, por orden suya, como lo demostró al hacer referencia a ella, en varias oportunidades, mientras hablaba al asumir la presidencia?

Por años, los jóvenes en este continente, han gritado en momentos de protesta, ¡Alerta! ¿Alerta! Que camina la espada de Bolívar por América Latina. Y esa espada luchó, primero por liberarnos del colonialismo español e intentó que nos unificásemos en una sola patria. Y nos lo dejó como herencia. Y esto quiso, no por capricho, sino porque miró por encima del tiempo que, separadas, seríamos víctimas de la economía del enorme bloque que se había consolidado en el norte.

Cuando Petro hizo le llevasen a su lado, al sitio donde haría el discurso presidencial, la espada del venezolano inmortal, nos dedicó la mejor y más bella parte de su discurso, sin siquiera nombrarnos. Nos llama a la unidad y algo más, a la unidad para enfrentar como debe hacerse, con sentido realista, sin escándalos, poses o expresiones con mucho ruido y poca eficacia, al enemigo común. Hay mucho espacio. El presente latinoamericano, tal como está ahora, diría que expectante, en espera de nuevas y más ventajosas cosas, como el triunfo de Lula en Brasil, luce luminoso y apropiado para que el talento y sensatez sepan sacarle provecho, que no es decir palabrotas estruendosas pero sin sentido ni significado y menos embarcarse, por puras reacciones ideológicas, en proyectos inútiles que nos volverían a épocas pasadas.

La tarea fundamental de la izquierda, el progresismo y el nacionalismo democrático latinoamericanos, es la construcción de un modelo continental que, de hecho, ponga un freno al imperialismo. Un sólo país, enfrentado a él únicamente con discursos y poses, fortalece el control ya no económico y militar de EEUU sobre nosotros, sino culturalmente, tanto que ya es casi un lugar común creer que, denunciar sus abusos e injerencias en nuestro espacio, es comunismo y eso, en el lenguaje de las multitudes, es infernal y pecaminoso.

Hay darle valor al gesto de Petro al poner por delante la espada de Bolívar, esa que "camina por América Latina"

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