Fidel: confesiones de los recuerdos sobre su infancia

Jueves, 11/08/2022 09:37 AM

"Yo nací en una finca. El lugar se llamaba Birán. No era un pueblo, ni siquiera una pequeña aldea; apenas unas casas aisladas. Ahí nací yo el 13 de agosto de 1926 a las dos de la madrugada, según cuentan". Fidel.

Ante el próximo aniversario 96 del natalicio de Fidel son muchos los caminos para acercarse a toda su vida. Siempre habrá facetas que interesarán a unos y a otros de los millones de lectores de todo el mundo atraídos por la fascinación del encanto y la grandeza de quien supo enfrentar el destino con la fuerza que he llamado en una obra titulada "Fidel Castro: La vida del combate y la virtud".

Filosofando sobre estos asuntos cardinales de los seres humanos, Fidel ha expresado que "el hombre no es totalmente dueño de su destino. El hombre también es hijo de las circunstancias, de las dificultades, de la lucha... Los problemas lo van labrando como un torno labra un pedazo de material. El hombre no nace revolucionario, me atrevo a decir. Yo me convertí en revolucionario. He meditado a veces sobre los factores que influyeron en eso. Partiendo de la situación de la zona donde yo nací en pleno campo, en un latifundio".

Así comienza Fidel a hilar sus recuerdos como quien quiere sembrar el mundo circundante de su infancia, que va descubriendo las querencias, las relaciones íntimas y las propias contradicciones naturales de la existencia de quien irrumpe en aquel entorno solariego en Birán.

Entonces echa mano a los recuerdos para convertirlos en confesiones, muchos años después, y que trata tal vez de revivirlos con cariño y nostalgia y eternizarlos en el tiempo. Empieza por el terruño, ese escenario comunal o social que marca a cada ser humano.

"Yo nací en una finca. … cerca del central azucarero de Marcané. El lugar se llamaba Birán. No era un pueblo, ni siquiera una pequeña aldea; apenas unas casas aisladas".

Luego llega el momento del hogar, allí donde la familia engendra, desarrolla, trata de esculpir a todos los descendientes a pesar de las reales diferencias individuales de cada ser. Allí convivió con su padre Ángel y su madre Lina, y con el grupo de hermanos varones: Ramón (1924) y Raúl (1931) y las hermanas: Ángela (1923), Juana (1933), Enma (1936) y Agustina (1938).

Y entonces los recuerdos enriquecen el relato, con prolijos detalles que se entremezclan con aspectos familiares, tradicionales, culturales y sociales.

"La casa de la familia estaba allí, a orillas del antiguo Camino Real, como le llamaban al sendero de tierra y fango que iba de la capital del municipio hacia el sur. Ni siquiera luz eléctrica había. Cuando yo era pequeño nos alumbrábamos con velas de cera y lámparas de aceite".

"La casa natal era una casa con arquitectura española o más bien gallega. Debo señalar que mi padre era de origen español, gallego, de Láncara, en la provincia de Lugo, hijo de campesinos pobres. … Mi casa se inspiraba de aquella arquitectura de Galicia porque estaba edificada sobre pilotes… Yo recuerdo que, cuando tenía 3 o 4 años, las vacas dormían debajo de la casa. Se llevaban allí al anochecer, y debajo de la casa dormían. También allí se ordeñaban, amarrándolas a algunos de los pilotes".

Y llega por fin la confesión sobre el acontecimiento decisivo personal con sus influencias familiares y ambientales posteriores.

"Ahí nací yo el 13 de agosto de 1926 a las dos de la madrugada, según cuentan. En ese ambiente, desde muy temprano, me acostumbré a las imágenes y al trabajo del campo, a los árboles, a la caña de azúcar, a las aves, a los insectos..."

Analiza con profundidad y justeza a su progenitor:

"Era un hombre con mucha fuerza de voluntad. Aprendió a leer y a escribir por sí mismo, con grandes esfuerzos. Indiscutiblemente era un hombre muy activo, se movía mucho, era emprendedor y tenía una capacidad natural de organización".

"… a mí me gustaba estar en cualquier lugar menos en la casa. Porque la casa representaba la autoridad y me animaba ya el espíritu rebelde que empezaba a crearse en mí".

"Yo tuve varias razones para serlo. Frente a cierto autoritarismo español, y más el español que manda, y era la autoridad, el respeto generalizado. A mí la autoridad no me gustaba, porque en esa época también había su pequeño castigo corporal, algún cocotazo o algún cintarazo; nosotros corríamos el riesgo, pero ya íbamos aprendiendo a defendernos de eso".

"Pero nunca fue injusto. Jamás le dio a alguien que solicitara su ayuda una respuesta negativa. Atento siempre a las dificultades de los demás. Él mismo pasó muchas necesidades desde niño. Sé que quedó huérfano desde muy temprano, huérfano de madre".

"… yo, efectivamente, en aquellas condiciones, pertenecía a una familia que era más que "relativamente" pudiente. Era, en aquella escala, bastante pudiente. Vaya, no lo digo por mérito, sino por precisar, por exponer las cosas con toda precisión… Bueno, de millonario no. De mi padre nunca se dijo que era millonario. En aquellos tiempos, millonario era algo colosal, alguien que tenía realmente mucho dinero. Millonario, por ejemplo, en esa época en que un trabajador ganaba un promedio de un dólar diario, era aquel que tenía un millón de veces lo que una persona ganaba en un día. Las propiedades de mi padre no se podían evaluar a un precio tan alto. No se puede decir que mi padre fuera millonario, aunque era bastante pudiente y tenía buena posición económica".

Seguidamente Fidel pasa a describir su entorno del batey familiar, con sus instalaciones y la empleomanía que desarrollaba todas las actividades del feudo.

"Bueno, donde vivíamos no había pueblo, sino algunas instalaciones. Era lo que mejor pudiera llamarse un batey. Cuando yo era pequeño, debajo de la casa estaba la lechería. Después hicieron una lechería como a 40 metros de la casa; y enfrente, un taller donde se arreglaban las herramientas, arados, todo eso. Y muy cerca construyeron un pequeño matadero. También a unos 40 metros, en otra dirección, estaba la panadería, y no lejos la escuela primaria, una pequeña escuelita pública. También, junto al camino, había una tienda, y al otro lado el correo y telégrafo. No lejos había algunos barracones muy pobres, unas chozas, de piso de tierra y techo de hojas de palma, donde vivían en efecto, muy pobremente, algunas decenas de inmigrantes haitianos que trabajaban en el cultivo y los cortes de caña, que era el principal cultivo de aquella finca. También, cerca de la casa, había un naranjal grande que tenía como doce o catorce hectáreas, y toda clase de árboles frutales: había plátanos, frutabomba, cocos, había de todo. Y hasta tres colmenares con 400 y pico de colmenas de abejas de España que daban abundante cera y miel.

Como a 100 metros de la casa, y a lo largo también de aquel camino, estaba la valla de gallos… Era un lugar donde todos los domingos, en época de zafra, y también los días de Navidad y Año Nuevo, sábado de Gloria y Domingo de Resurrección, se efectuaban lidias de gallos. En el campo el deporte era ése. Una distracción local. Sí, porque distracciones había muy pocas.

Y, en mi casa, había además, desde que yo tenía unos tres años, un fonógrafo de ésos a los que se les da cuerda, de marca, creo, RCA Víctor, para escuchar música. Nadie tenía ni siquiera radio. Creo que mi padre era el único que tuvo, y ya yo era grande casi cuando llegó un radio allí, quiero decir, tendría 7 u 8 años. ¿Qué?, ¡más! Tendría yo 10 ó 12 años, fue hacia 1936 o 1937, ya estaba la guerra civil española cuando hubo un radio y una plantica eléctrica allí, un motorcito que funcionaba unas dos horas.

Menos la escuelita y el correo, que eran públicos, todo lo demás era propiedad de mi familia. Cuando yo nazco, en 1926, ya mi padre había acumulado cierta riqueza y era muy pudiente como dueño de tierras.

Entonces llega el turno de recordar y hablar de la madre, quizás mucho más cercana que el padre.

"Se llamaba Lina. Era cubana, de Occidente, de la provincia de Pinar del Río. De ascendencia canaria. También de origen campesino y de familia muy pobre. Mi abuelo materno era carretero, transportaba caña en una carreta de bueyes. Cuando se mudaron para la zona de Birán, mi madre, que tenía entonces 7 u 8 años, su padre y su hermano viajaron en carreta, y recorrieron así unos mil kilómetros. Mi madre era prácticamente analfabeta y, como mi padre, aprendió a leer y a escribir sola. Con mucho esfuerzo y mucha voluntad también. Nunca le oí decir que hubiese ido a la escuela. Fue autodidacta".

Entre los recuerdos no pueden faltar las realidades socio-culturales de aquel medio rural que, a la vez, operaron como influencias de su futura personalidad.

"Sí, de mi infancia puedo dar fe de que en Birán menos del 20 por ciento de los que estaban allí sabían leer y escribir, y esto con muchas dificultades, y muy pocos llegaron al sexto grado. Allí pude ver lo que hoy me sirve para comprender lo que sufre un analfabeto. No se lo imagina nadie; porque hay algo que se llama autoestima... ¿Qué es un analfabeto? El que está en el último escalón allá abajo, que tiene que pedirle a un amigo que le redacte una carta para la novia. En Birán el que no sabía les pedía a los que sabían escribir que le redactaran una carta para la mujer que pretendía.

Donde yo nací eran pobres todos, hijos de obreros agrícolas y campesinos pobrísimos... Y mi propia familia, por parte de mi madre, eran pobres, y algunos primos de mi padre, que vinieron de Galicia, eran pobres, y la familia de mi padre en Galicia era también muy pobre.

Pero seguramente lo que más ha influido es que, donde yo nací, vivía con la gente más humilde. Recuerdo a los desempleados analfabetos que hacían colas en las proximidades de los cañaverales, sin que nadie les llevara ni una gota de agua, ni desayuno, ni almuerzo, ni albergue, ni transporte. No puedo olvidar tampoco a aquellos muchachos que andaban descalzos.

Todos los compañeros con los cuales yo juego, en Birán, con los que voy para arriba, para abajo, por todas partes, son la gente más pobre, algunos de los cuales, incluso, a la hora del almuerzo, yo les llevaba una lata llena de la comida excedente, por no decir sobrante. Yo iba con ellos al río, a caballo o a pie, por todas partes, a tirar piedras, a cazar pájaros, una cosa condenable pero era la costumbre de usar el tirapiedras... En cambio, en Santiago y después en La Habana, yo estaba en colegios de privilegiados, allí sí había hijos de terratenientes".

En conclusión, podrían añadirse muchas otras confesiones de aquellos años de la infancia y luego de la adolescencia, pero la historia es larga y su vida y obra de 90 años fue fecunda no solo para Cuba sino también para el mundo.

El padre Ángel Castro Argiz nació el 4 de diciembre de 1875 y murió el 28 de octubre de 1956; la madre Lina Ruz González nació el 23 de septiembre de 1903 y murió el 6 de agosto de 1963.

 

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